Cartagena: una cometa en la muchedumbre
Hab¨ªa un hombre impasible que trataba de elevar una cometa en medio de la muchedumbre inmensa. Hab¨ªa una mujer vendiendo un armadillo amaestrado que, seg¨²n dec¨ªa a voz en cuello, era capaz de hacer las operaciones aritm¨¦ticas, salvo la divisi¨®n, marcando las respuestas cifradas con golpecitos r¨ªtmicos de las patas. Hab¨ªa un cura decr¨¦pito que llamaba tanto la atenci¨®n como un papa porque iba vestido de un modo ins¨®lito para estos tiempos: con una sotana negra de aquellas que se usaban en los versos del compatriota Luis Carlos L¨®pez. Hab¨ªa un transatl¨¢ntico iluminado que navegaba por las calles en medio de un viento de banderas. Hab¨ªa un presidente conservador que las multitudes aclamaban con la espontaneidad y el entusiasmo que hubieran querido para ellos algunos presidentes liberales, y hab¨ªa un pr¨ªncipe de quince a?os saludado por los descendientes de quienes hace apenas 170 expulsaron a tiros a sus antecesores, y el presidente del Gobierno socialista espa?ol, a quien adoraban como si fuera un rey tropical, a pleno sol y con 34 grados de calor. Hab¨ªa todo eso y mucho m¨¢s, como para que los visitantes ilustres no olvidaran que estaban en el mundo alucinado y alucinante del Caribe, donde aun las ilusiones m¨¢s locas terminan por ser ciertas y se conoce el otro lado de la realidad. Era el mi¨¦rcoles 1 de junio de 1983, y la muy noble ciudad de Cartagena de Indias celebraba los primeros 450 a?os de su vida y sus milagros.Todos los a?os, por el 11 de noviembre, la ciudad celebra el aniversario puntual de su independencia proclamada, pero ni aun los m¨¢s viejos recuerdan una fiesta callejera tan concurrida, entusiasta y pac¨ªfica como ¨¦sta. Ha sido -y ¨¦se fue uno de sus m¨¦ritos mayores- el orden del j¨²bilo dentro del caos. El buen humor no desfalleci¨® ni un instante. Al final de la agotadora jornada, la explanada del muelle de los Pegasos se oscureci¨® con una muchedumbre de no menos de 100.000 personas en torno a la tarima de los m¨²sicos. Arriba, en la terraza del baluarte de San Ignacio, estaban los invitados especiales encabezados por el pr¨ªncipe adolescente don Felipe de Borb¨®n y el. presidente Felipe Gonz¨¢lez con su s¨¦quito numeroso. Alguien dijo entre la muchedumbre de la calle: "Hoy estamos otra vez como hace cuatrocientos a?os, nosotros aqu¨ª abajo, y all¨¢. arriba los espa?oles". Pero era evidente que no se trataba de un sentimiento hostil, sino la expresi¨®n de un anhelo general, que era el de ver a todos los part¨ªcipes de la fiesta, tanto los de arriba. como los de abajo, tanto los nacionales como los invitados de fuera, celebrando el cumplea?os en la misma plaza y bajo el mismo techo de estrellas abigarradas. La noche, una de las m¨¢s c¨¢lidas que se recuerden, era m¨¢s que propicia.
Sin embargo, como ocurre casi siempre en estos casos, las cosas que no se ven suelen ser, por lo menos, tan importantes como las que est¨¢n a la vista. La presencia de los cuatro cancilleres del grupo de Contadora -Colombia, M¨¦xico, Panam¨¢ y Venezuela- y la oportunidad que sin duda tuvieron de intercambiar ideas con sus colegas del resto de Am¨¦rica Latina en los callejones secretos de la fiesta, pudo haber sido providencial para la paz en Am¨¦rica Central, los esfuerzos m¨¢s recientes trataban de conseguir que los cancilleres de Honduras y Nicaragua se reunieran a discutir sus discrepancias en presencia de los cuatro cancilleres de Contadora reunidos hace unos d¨ªas en Panam¨¢. No fue posible aun algo que deb¨ªa parecer tan f¨¢cil. En Cartagena, por una de esas coincidencias a las cuales no son del todo ajenas las conveniencias pol¨ªticas, los cancilleres de Honduras y Nicaragua comulgaron juntos en la misma misa de acci¨®n de gracias. El de Nicaragua, que es el padre Miguel de Escoto, no s¨®lo est¨¢ acostumbrado a comulgar desde su edad m¨¢s tierna, y aun en la que tiene ahora, que ya lo es menos, sino que no le han faltado oportunidades de dar ¨¦l mismo la comuni¨®n a otros cancilleres de este mundo. El canciller de Honduras, en cambio, y al menos hasta donde se sabe, no tiene ninguna investidura que le permita hacerlo. Sin embargo, son viejos amigos entre s¨ª, y al margen de los pleitos p¨²blicos oficiales hablan de ellos en privado con una naturalidad y un sentido del humor que no permiten entender muy, bien por qu¨¦ les cuesta tanto trabajo a sus pa¨ªses llegar a un acuerdo de buenos vecinos. En una de las recepciones de Cartagena, alguien les dijo a ambos: "Ya que ustedes est¨¢n comulgados y por consiguiente inspirados en la gracia de Dios, enci¨¦rrense ahora mismo en ese cuarto y no vuelvan a salir hasta que no est¨¦n de acuerdo". Lo que m¨¢s duele es que, sin duda, ambos les hubiera gustado hacerlo, pero que se sienten impedidos por las contradicciones internas y los intereses ineludibles de sus propios Gobiernos. Hay que confiar, a pesar de todo, en que el ambiente de cordialidad que se impuso en el cumplea?os de Cartagena haya contribuido de alg¨²n modo a aflojar la tensi¨®n.
En todo caso, las tentativas no fueron in¨²tiles, y de este cumplea?os de Cartagena queda, sin duda, una nueva esperanza de encontrar un remedio para todas esas guerras de Am¨¦rica Central, guerras dispersas y sin futuro previsible, a las que bastar¨ªa con a?adir un grado m¨¢s de los muchos que ya tienen de confusi¨®n para provocar un cataclismo mundial. El presidente Felipe Gonz¨¢lez, que es sin discusi¨®n el hombre de aquellos lados del oc¨¦ano que mejor nos conoce, tal vez tuvo ocasi¨®n de clarificar a¨²n m¨¢s sus ideas sobre la situaci¨®n actual de Am¨¦rica Central. Ya en el Encuentro dentro de la Democracia, celebrado en Madrid hace poco m¨¢s de un mes, se hablaba en voz baja, aunque no muy baja, de la posibilidad de que el presidente Felipe Gonz¨¢lez actuara como mediador entre Am¨¦rica Central y Estados Unidos. La necesidad de esta mediaci¨®n no la niega nadie. Ni siquiera los propios cancilleres de Honduras o El Salvador, que no vacilan en reconocer en privado que es Estados Unidos, y no sus propios Gobiernos, lo que constituye un obst¨¢culo para lograr un acuerdo en un conflicto que ya est¨¢ causando m¨¢s muertes y desgracias que un temblor de tierra. No parece casual que el presidente del Gobierno espa?ol haya querido tener estos contactos de Cartagena antes de su pr¨®xima visita a Estados Unidos, donde su voz tiene un cr¨¦dito grande y su autoridad para hablar por nosotros no puede ser disputada. Confiemos en que ¨¦stas no sean ilusiones de periodista, sino clarividencias de poeta, y que alg¨²n d¨ªa no lejano se pueda hablar de esta hermosa fiesta de Cartagena como del cumplea?os hist¨®rico donde, por fin, se rompi¨® la pi?ata de la paz en Am¨¦rica Central. Todo es posible en una ciudad donde alguien logra elevar una cometa de colores en medio de la muchedumbre.
Copyrigh 1983. Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez. ACI.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Opini¨®n
- Honduras
- Miguel D'escoto
- Felipe Gonz¨¢lez M¨¢rquez
- Felipe de Borb¨®n y Grecia
- Nicaragua
- Viajes oficiales
- Viajes
- Centroam¨¦rica
- Caribe
- Contactos oficiales
- Pol¨ªtica exterior
- Colombia
- Sudam¨¦rica
- Gobierno
- Am¨¦rica
- Ofertas tur¨ªsticas
- Administraci¨®n Estado
- Relaciones exteriores
- Administraci¨®n p¨²blica
- Turismo
- Pol¨ªtica
- Sociedad