El escritor y los economistas
Los escritores chilenos han empezado a incursionar en el terreno de la econom¨ªa. Me imagino la reacci¨®n de los economistas: un encogimiento de hombros desde?oso, acompa?ado de alguna sonrisa sobradora. Con excepciones, desde luego. En econom¨ªa hay te¨®logos, personajes que se creen poseedores de la verdad absoluta, y hay pensadores. El pensador, por definici¨®n, es el sujeto que reflexiona y que, como consecuencia de su meditaci¨®n, duda. Los pensadores analizar¨¢n las bromas de los novelistas con bonhom¨ªa, y podr¨¢n alcanzar quiz¨¢ conclusiones ¨²tiles. Los te¨®logos, entretanto, se rasgar¨¢n las vestiduras en los umbrales de los templos monetarios. Se rasgar¨¢n sus vestiduras o quedar¨¢ en evidencia que andaban sin vestiduras. Ingresamos a un per¨ªodo en que los ni?os, como en la antigua f¨¢bula, podr¨¢n decir que los te¨®logos monetaristas cabalgaban desnudos.La afici¨®n de los escritores a la econom¨ªa no es en absoluto,nueva. El poeta Ezra Pound estudi¨® la historia de la banca en Italia y escribi¨® sus furibundos cantos en contra de la usura. Su pasi¨®n le condujo a militar en el fascismo italiano y a pronunciar peroratas en las radios, de Mussolini en contra de su patria de origen, Norteam¨¦rica. Termin¨®, como supondr¨¢ el lector, mal, acusado de traici¨®n, despu¨¦s de la guerra, y encerrado en una jaula. La intuici¨®n de los poetas y de los novelistas es ¨²til, necesaria para las sociedades. El problema suele comenzar cuando los creadores pierden su distancia cr¨ªtica y caen en la tentaci¨®n de la militancia. En mis a?os de diplom¨¢tico nunca me ocup¨¦ de relaciones culturales. Por la sencilla raz¨®n de que esas relaciones no le interesaban a nadie. No quise vegetar en un cargo decorativo, asediado por poetas vanidosos y poetisas tr¨¦mulas a la caza de la gloria esquiva. Una ma?ana lleg¨® una se?ora a mi oficina en Par¨ªs y me pidi¨® que le organizara una reuni¨®n a tomar t¨¦, a las cinco de la tarde de ese mismo d¨ªa, con las siguientes personas: Andr¨¦ Malraux, Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir.
"Se?ora", le dije: "ocurre que Malraux y Sartre se llevan bastante mal. Hace tiempo. Adem¨¢s, tenge una reuni¨®n a esa hora con el se?or Nebot, subdirector del Tesoro, para discutir un problema de la renegociaci¨®n de nuestra deuda externa".
Excepciones
La se?ora qued¨® profundamente escandalizada. Proclam¨® a los cuatro vientos que hab¨ªa traicionado la literatura y me hab¨ªa entregado a las potencias infernales. El relato de esa renegociaci¨®n est¨¢ narrado en el ep¨ªlogo de un libro de cuyo nombre ni siquiera quiero acordarme. Mis compatriotas no lo podr¨¢n leer, salvo los de la clase turista, puesto que estar¨¢ en venta en todas las librer¨ªas de Occidente, con la extra?a y parad¨®jica excepci¨®n de Cuba y de Chile.
En las primeras semanas de aquella renegociaci¨®n hist¨®rica, los delegados chilenos eran Pablo Neruda y el que escribe estas l¨ªneas. "?Un poeta y un novelista!", exclamaban los franceses, asombrados. Despu¨¦s llegaron los t¨¦cnicos y desarrollaron la teor¨ªa de las utilidades excesivas de las compa?¨ªas norteamericanas del cobre. "La teor¨ªa suena muy bonita", coment¨® Neruda, "pero no creo que sirva para impresionar a un capitalista".
Los t¨¦cnicos so?aban; Neruda, el poeta, ten¨ªa los pies en la tierra. ?Qu¨¦ dicen los t¨¦cnicos ahora en materia de renegociaci¨®n de deuda? Me permito ofrecerles, para cuando llegue el momento, mis modestos servicios.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.