Dos muertos y numerosos heridos en la jornada de protesta contra el r¨¦gimen militar chileno
Las calles de Santiago amanecieron ayer tranquilas, aunque todav¨ªa con la presencia en el centro y en las poblaciones del extrarradio de fuertes contingentes de carabineros con perros e indumentaria antidisturbios. A las diez de la noche del martes a¨²n no se hab¨ªa disipado del centro urbano la nube de gas lacrim¨®geno formada por los carabineros en su intento de evitar la concentraci¨®n de manifestantes en esta segunda jornada de protesta contra el r¨¦gimen del general Pinochet, y que se ha saldado nuevamente conel asesinato de dos ciudadanos (no murieron en enfrentamientos), al menos cuatro heridos de bala, un n¨²mero indeterminado de contusionadoss que precisaron asistencia m¨¦dica y 180 detenidos en la capital y 350 en todo el pa¨ªs, aunque la polic¨ªa s¨®lo da cuenta de la detenci¨®n de 58 ciudadanos en Santiago.
La extra?a deterici¨®n de Rodolfo Seguel, pres¨ªdente del Comando Nacional de Trabajadores (CNT) y de la Confederaci¨®n de Trabajadores del Cobre, podr¨ªa abocar en una huelga general.Que Pinochet decidiera ausentarse de Santiago para una gira de tres d¨ªas por el norte del pa¨ªs, donde amenaz¨® de nuevo con endurecer su gobierno, hac¨ªa presagiar que la segunda jornada de protesta ser¨ªa reprimida mediante el terror. Los carabineroa actuaron con firmeza y sin contemplaciones, pero los dos muertos del martes fueron acribillados desde autom¨®viles no identificados cuando permanec¨ªan ajenos a cualquier disturbio. Patricio Ya?ez, de 14 a?os, fue asesinado a pocos pasos de su domicilio en la quinta transversal con la Octava Avenida, de varios disparos en el t¨®rax, y Leopoldo Segovia, de 20 a?os, de tiros en la cabeza en la poblaci¨®n de San Genaro de Reica, en las afueras de Santiago. Los restantes heridos de bala lo fueron igualmente por disparos efectuados desde autom¨®viles sin matr¨ªcula y contra concentraciones pasivas de ciudadanos.
Seguel declar¨® antes de su de tenci¨®n que la exigencia m¨ªnima para poner final a las protestas pasaba por el restablecimiento de la democracia. Rechaz¨® la actual o l¨ªtica econ¨®mica con la afirmaci¨®n de que "se ha pretendido descalificar la justicia de nuestra lucha, ya sea otorgando mejoras para los sectores postergados o culp¨¢ndonos de estar dirigidos desde Mosc¨²". Seguel puso en conocimiento de los periodistas la circulaci¨®n de panfletos injurisoso y amenazan tes contra sil persona, de los que hab¨ªa inforrriado por carta al ministro del Interior.
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La represi¨®n policial y el terror de las bandas paramilitares no impidieron el masivo respaldo a la protesta contra Pinochet
Viene de la primera p¨¢ginaLa pol¨ªtica de terror contra las movilizaciones callejeras no est¨¢ dando resultado. La jornada de protesta del martes ha superado en respuesta a la del 11 de mayo. Esta vez se han sumado los elitistas estudiantes de la universidad cat¨®lica de Santiago que han roto con el miedo y han saludado brazo en alto y con gritos de "Heil Hitler" a los piquetes de estudiantes progubernamentales que salieron al campus con pancartas alusivas a la direcci¨®n comunista de la protesta.
En el barrio de Oriente -clase media alta-, cuyos habitantes son escasamente sospechosos de comunistas, se encend¨ªan y apagaban las luces de los balcones en un ritmo sincopado con las bocinas de los autom¨®viles de importaci¨®n. En un gui?o mutuo se indica que el dinero ya no es pinochetista y que los chilenos han perdido el miedo. Incluso han recuperado el sentido del humor y la alegr¨ªa de vivir: Tres cerdos perfectamente vestidos de uniforme, quepis incluido, fueron soltados en la Avenida Bernardo O'Higgins. Los paseantes se cuadraban y saludaban militarmente al paso de los cochinos antes de que los carabineros pudieran, tras algunas ca¨ªdas, detener a los horrorizados puercos y meterlos en un furg¨®n, tambi¨¦n con destino desconocido.
La respuesta popular ha sido indudablemente superior a la del 11 de mayo en las poblaciones -villas miseria de los cinturones urbanos-, pese a que despu¨¦s del 11 de mayo el r¨¦gimen volvi¨® a abrir los campos de f¨²tbol como prisiones preventivas de sospechosos. Hasta en un 40% se estima oficialmente la ausencia de escolares a sus centros de estudio y, al menos en Santiago, fueron evidentes los numerosos comercios cerrados y las aglomeraciones de ciudadanos en las paradas de los autobuses, a medias colapsados por la huelga y a medias por los miguelitos (tr¨ªpodes de p¨²as de acero arrojados en las calzadas para reventar neum¨¢ticos) desperdigados por los manifestantes m¨¢s activos.
Todo el centro de Santiago fue el martes un ir y venir a la carrera de manifestantes y carabineros en un vals de concentraciones y dispersiones en el que los m¨¢s j¨®venes devolv¨ªan las granadas lacrim¨®genas disparadas por los guardias. En la periferia de la ciudad se levantaban barricadas con neum¨¢t¨ªcos incendiados, aunque la represi¨®n no vino de los carabineros, que repartieron palos a discrecci¨®n, sino de las fuerzas parapoliciales que desde autos emboscados dispararon contra los grupos de gente.
Lenin en la televisi¨®n
La dial¨¦ctica gubernamental est¨¢ absolutamente centrada en la atribuci¨®n al partido comunista de la autor¨ªa de la convocatoria de protesta. Intermitentemente los canales de televisi¨®n emiten una fotograf¨ªa de Lenin que se va aproximando amenazadoramente al telespectador sobre un fondo de pasos siniestros, de pel¨ªcula de miedo, mientras un locutor lee p¨¢rrafos del libro ?Qu¨¦ hacer?, en los que Vladimir Ilich recaba el apoyo de los indecisos; a continuaci¨®n se emiten unos planos de las torres del Kremlin y sobre un fondo de viento ululante otro locutor cita al dirigente comunista chileno Orlando Villas y a su discurso desde Mosc¨² del pasado mayo atribuyendo a los comunistas chilenos el ¨¦xito de la primera protesta popular.
Asimismo se pone especial ¨¦nfasis en resaltar los incidentes violentos en una jornada de protesta que sus organizadores convocaron pac¨ªfica. En las poblaciones santiague?as se han detectado visitas de parapoliciales repartiendo c¨®cteles molotov, y alg¨²n autob¨²s urbano ha sido incendiado a punta de pistola y con sospechosa y tranquila seguridad.
Pinochet, desde la ciudad norte?a de Copiaco, ha sido tremendamente sincero. Con una voz incre¨ªblemente franquista (los mismos gallos, id¨¦ntica imprecisi¨®n de lenguaje, an¨¢loga voz escasamente militar) afirm¨® respecto a los pol¨ªticos que "ligerito los vamos a mandar a sus covachas para terminar con sus problemas. Por ello creo que va a llegar el momento en que habr¨¢ que decirles: Se?ores pol¨ªticos, vay¨¢nse de aqu¨ª, no los queremos m¨¢s. Este camino lo vamos a cumplir. Y si es necesario que tenga que cambiar en un momento determinado, que tenga que endurecer el gobierno, lo voy a endurecer, cueste lo que cueste. No quiero hacer empleo de la fuerza. Quiero que nos demos cuenta por la raz¨®n que estamos caminando por una senda. Deseo que por la raz¨®n se den cuenta de que tenemos hitos que cumplir".
Pinochet acaba de elevar en un 5% los salarios de los empleados p¨²blicos (incluidas las Fuerzas Armadas) y su ministro de Hacienda ha anunciado un programa de trabajos p¨²blicos por 60 millones de d¨®lares para aliviar el 30% oficial de desempleo, y mejores condiciones hipotecarias que beneficiar¨¢n a numerosas personas, anta?o pudientes, y que ahora no pueden pagar sus deudas. Pero Chile ya ha acumulado la rnayor deuda externa per c¨¢pita de entre los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo, y hasta se teme que haya utilizado sus reservas de oro m¨¢s all¨¢ de lo autorizado por el Fondo Monetario Internacional. Desde hace meses es Pinochet quien est¨¢ escuchando el sonido del batir de cacerolas vac¨ªas.
Para los analistas del pinochetismo, sin embargo, no parece f¨¢cil la ca¨ªda de este hombre-plaga, ni si quiera su sustituci¨®n por otro militar menos imbuido de mesianismo. Pinochet no parece un hom bre dispuesto a reconocer sus errores y, se encuentra secuestrado por un c¨ªreulo familiar capitanea do por su hija -otra caracteriolog¨ªa franquista- que no quiere saber nada de divisiones. Por otra parte, el Ejercito chileno est¨¢ mucho m¨¢s jerarquizado vertical mente que sus hom¨®logos del cono sur. La intervenci¨®n militar en Chile es menos institucional y m¨¢s personal que la de los ej¨¦rcitos argentino o uruguayo, y, por debajo de Pinochet, todav¨ªa no emerge ning¨²n uniformado con autoridad suficiente como para desplazar a quien aqu¨ª se tilda ad nauseam de "su excelencia el jefe del Estado y del Supremo Gobierno".
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