Keynes, el cura y el barbero
La alt¨ªsima estima que los economistas tienen acerca de la influencia de sus ideas, o las de sus difuntos maestros, sobre los gobernantes y la vida real de los pueblos es el tema central del siguiente art¨ªculo. El autor, Antonio Bort, es profesor de Teor¨ªa Econ¨®mica de la UNED y considera, valiendose de sabrosas citas cl¨¢sicas, que esta influencia se ha exagerado notablemente.
Antes de que el siglo XVIII se hiciera revolucionario, ni aun librepensador, el abate Coignard dec¨ªa, en un estilo inimitable y por tanto intraducible, que "los imperios no subsisten por el saber de algunos secretarios de Estado, sino por la necesidad de muchos millones de hombres que, para vivir, trabajan en todo tipo de artes bajas e innobles, como la industria, el comercio, la agricultura, la guerra y la navegaci¨®n. Estas miserias privadas forman lo que se llama la grandeza de los pueblos, y nada tienen que ver con ella los pr¨ªncipes ni los ministros".Parece la mano invisible y no lo es; pero el buen cura desarrolla sin sistema su concepci¨®n en parrafadas deliciosas y demasiado largas para ser citadas aqu¨ª. Aplicada a la econom¨ªa, es una idea audaz en su tiempo: "Pues que las naciones son cuerpos, sus funciones dependen de la estructura de sus miembros y del estado de sus ¨®rganos, es decir, de la tierra y del pueblo y no de los Gobiernos". En breve (que por lo menos al resumirlo no lo traiciono): el mejor de los maestros pensaba que los fen¨®menos econ¨®micos siguen leyes tan independientes de las creencias y de la voluntad de los hombres como las del sistema solar, y que los Gobiernos (al margen del valor moral e intelectual de sus miembros, que hac¨ªa sonre¨ªr, al abate indulgente) no hacen tendencialmente sino lo que pueden -en el sentido estricto de lo que les permiten las leyes econ¨®micas.
Keynes cre¨ªa lo contrario. Su Teor¨ªa general (libro adinirable y, precisamente, parte de la cultura general de nuestro tiempo) es menos resultado de su vana preocupaci¨®n por sacar a la teor¨ªa acad¨¦mica del rid¨ªculo estado cient¨ªfico en que la encontr¨® cuanto un ingenuo esfuerzo para salvar a Occidente de la depresi¨®n con una pol¨ªtica adecuada, inspirada en una correcta comprensi¨®n del funcionamiento del sistema econ¨®mico.
La influencia lamentable de los economistas difuntos sobre los Gobiernos es la causa de nuestros males, y de la depresi¨®n econ¨®mica se sale inculcando al pr¨ªncipe la pol¨ªtica que se desprende de la buena teor¨ªa. Es conmovedor y universalmente compartido: otro reino contra el cual todas las realidades de este mundo no prevalecer¨¢n.
"La eutanasia del rentista"
Si en esto Keynes es vulgar es porque s¨®lo consigue describir, con singular acierto, una fase del desarrollo capitalista, aunque perciba alguna tendencia profunda: lo que ¨¦l llama la "eutanasia del rentista" y la disminuci¨®n de la "eficiencia marginal del capital" (la tasa de ganancia, en t¨¦rminos exot¨¦ricos). Pero es tambi¨¦n el ¨²ltimo economista, porque es el ¨²ltimo que intenta construir la teor¨ªa general que explique el funcionamiento del capitalismo. As¨ª, la pol¨ªtica econ¨®mica que propon¨ªa era trivial e indispensable en su ¨¦poca, y por ello mismo habr¨ªa sido adoptada sin sus escritos y -tal vez con menor fortuna- sin su intervenci¨®n. Pues el nobil¨ªsimo Friedman es doblemente atrevido cuando insin¨²a sin recato que si hubiera estado ¨¦l en lugar de Keynes, la Gran Depresi¨®n habr¨ªa sido peque?a.
Cuando aquella fase y la siguiente han pasado y llevamos, en una tercera, diez a?os de depresi¨®n, alecciona a algunos leer las resmas de papel escritas y dedicadas por los m¨¢s eminentes economistas de los sesenta que sostienen que el capitalismo maduro ha eliminado las crisis. Porque hoy podr¨ªamos saber ya -si no fu¨¦ramos dados a la mitolog¨ªa- que en el sistema econ¨®mico m¨¢s avanzado que conozcamos en parte alguna, en el capitalismo con o sin planificaci¨®n, es imposible eliminar las crisis. Pero quiz¨¢ sea tambi¨¦n inevitable el prejuicio de atribuir las cat¨¢strofes econ¨®micas generales a la maldad (reconocida en los productores de petr¨®leo) o incapacidad de alguien (preferentemente de los gobernantes) o a las ideas. equivocadas.
Los hombres practicos
Sin embargo, al contrario de lo que dec¨ªa Keynes, es la influencia de las ideas lo que se exagera. S¨®lo su musa pod¨ªa hacer escribir que los hombres de Estado son esclavos de las ideas de alg¨²n difunto economista. Porque los gobernantes no hacen gran caso de los economistas, muertos o vivos, a menos que ¨¦stos se comporten como hombres pr¨¢cticos y no como cient¨ªficos; en su afortunada miseria espiritual tienen que v¨¦rselas con la realidad y no con las ideas -o bien producen desastres y no duran-: los doctrinarios tienen, en los Gobiernos, los d¨ªas contados. Ya sab¨ªa m¨¢s el barbero manchego, que para ¨¦l ten¨ªa mostrado la experiencia que todos o los m¨¢s arbitrarios que se dan a su majestad, o son imposibles, o disparatados, o en da?o del rey o del reino".
es profesor de Teor¨ªa Econ¨®mica en la UNED.
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