El abanderado
A partir de los ¨²ltimos acontecimientos que han relacionado a Francia y a Espa?a en cuestiones tales como nuestro ingreso en el Mercado Com¨²n o nuestra presencia en Guinea Ecuatorial, el autor hace una cr¨ªtica de la pol¨ªtica exterior espa?ola, demasiado supeditada -en su opini¨®n- a la voluntad francesa.
El primer ministro franc¨¦s est¨¢ demostrando ser un pol¨ªtico h¨¢bil: ha sobrevivido, en su cargo, aun a trueque de cambiar de pol¨ªtica, despu¨¦s de la lecci¨®n que los votantes dieron a los socialistas en las ¨²ltimas elecciones municipales, cuando los dos a?os de gesti¨®n de Mitterrand muestran con claridad que la rosa ha comenzado a marchitarse, seg¨²n el t¨ªtulo del agudo libro de Alain Peyrefitte.Hace poco estuvo charlando en Espa?a el se?or Mauroy, y aqu¨ª reiter¨® que Francia ser¨¢ siempre el abanderado de la candidatura espa?ola en la CEE. Semejante t¨ªtulo tiene un aire alegre y hasta marcial, como propio de un desfile militar o c¨ªvico al que s¨®lo faltan los sones de La marsellesa para acompa?ar nuestro ingreso en las cajas fuertes de los diversos fondos creados por las comunidades con el noble prop¨®sito de favorecer a los d¨¦biles, por m¨¢s que los d¨¦biles suelen estar entre los campesinos acomodados de la agricultura fr¨ªa y tales fondos hayan producido lagos de mantequilla, pero no pir¨¢mides de naranjas.
El abanderado pareci¨® entonces dispuesto a soportar el peso de nuestra ense?a nacional en el alegre desfile con una simple condici¨®n: que, por llevar esta carga, otros paguen a su propio pa¨ªs un buen salario. En efecto, a eso equivale su afirmaci¨®n de que no tiene Francia culpa ninguna del retraso, sino aquellos otros Gobiernos que bloquean la reforma de la pol¨ªtica agraria europea y se niegan a au mentar los recursos propios de la comunidad. Ser¨ªan, por tanto, esos pa¨ªses -Alemania Occidental y el Reino Unido, principal mente- los malos de esta pel¨ªcula protagonizada por la bondad francesa. Si ellos dejasen de ser tan perversos y aflojasen los cordones de la bolsa, los agricultores del Midi cobrar¨ªan sus dineros, dejar¨ªan de asaltar camiones espa?oles y acompa?ar¨ªan al se?or Mauroy cuando ¨¦ste penetre en el palacio bruselense de Berlemont llevando en sus manos la bandera de Espa?a. Hasta entonces, todos tranquilos; cada uno en su casa, y nuestra bandera en los edificios oficiales, incluida la Embajada de Espa?a en Par¨ªs. El se?or Mauroy, por lo menos, no enga?¨® a nadie, pues repetidas veces ha supeditado nuestro ingreso en las comunidades europeas al peque?o detalle de que sean solucionados, antes "todos los problemas pendientes". En verdad, no hay en tal actitud ninguna diferencia respecto a la que observaba el se?or Giscard, a quien, por cierto, tambi¨¦n pareci¨® oportuno visitarnos privadamente alguna vez, aunque ¨¦l picara m¨¢s alto, por aquello de la grandeur presidencial, y lograse tener a Su Majestad el Rey como interlocutor principal.
Lo que acaba de ocurrir en Stuttgart no puede ser, por desdicha, juzgado por nadie como muy positivo. All¨ª, de nuevo, el supuesto abanderado arri¨® nuestro estandarte para que predominara la tesis de que primero hay que arreglar los problemas comunitarios y s¨®lo despu¨¦s dar entrada a Espa?a y Portugal.
ETA, Francia, "injustificado optimismo"
En el sangriento terreno que ocupan los terroristas como due?os y se?ores, algo parece haberse avanzado, y ello debe ser motivo de satisfacci¨®n despu¨¦s de tantos a?os de reticencias que perseveran en la afirmaci¨®n de que se trata s¨®lo de un problema espa?ol, como si no fuera mucho m¨¢s cierto que la ETA y los suyos proclaman una y otra vez su teor¨ªa de los dos Euskadis, del Norte y el Sur, con tranquilidad provisional en aqu¨¦l a fin de poder asesinar en ¨¦ste. No obstante, nos alarma lo que el diario Egin public¨® el 15 de mayo: la carta de un ciudadano espa?ol de Euskadi sur que ha escrito al ministro franc¨¦s del Interior porque la polic¨ªa francesa le hab¨ªa fijado un lugar de residencia que ¨¦l no ha respetado. A la carta de don Jos¨¦ Miguel Arrugaeta pertenece la siguiente frase: "El Gobierno de usted ha suavizado muchas de estas medidas de expulsi¨®n y de prohibici¨®n de estancia". Si as¨ª es, y si el firmante sigue sin respetar la norma que en su carta desaf¨ªa, parece injustificada la optimista declarac¨ª¨®n de don Felipe Gonz¨¢lez acerca de la mejora lograda en este orden de cosas, que es el orden de la vida y la muerte.
En cuanto a los dem¨¢s terrenos, la teor¨ªa del abanderado puede resultar igualmente peligrosa. Dejando de lado ahora la irreprimible vocaci¨®n de ambos socialismo al arreglo del avispero centroamericano mediante apoyos externos a la acci¨®n de terceros, dos puntos deben ser se?alados: el de la acci¨®n general en lo que nuestros socialistas suelen llamar Latinoam¨¦rica y el de la especial cooperaci¨®n en Guinea Ecuatorial. Deseo vivamente equivocarme, pero temo que se haya pensado a veces en supeditar nuestra acci¨®n exterior a la de Francia en Latinoam¨¦rica, tierra en la que cualquier r¨¦gimen espa?ol -pero, sobre todo, el encabezado por la monarqu¨ªa democr¨¢tica-, as¨ª como cualquier espa?olito de a pie, se mueve con soltura y facilidad iniciales muy superiores a la que encuentran nuestros vecinos ultrapirenaicos.
En cuanto a Guinea, deseo tambi¨¦n equivocarme; pero igualmente temo que la pol¨ªtica socialista llegue a desembocar en una f¨¢cil decisi¨®n abandonista. Ello no ser¨ªa s¨®lo grave para los intereses materiales (que son leg¨ªtimos y que est¨¢n en peligro), puesto que nuestra econom¨ªa puede sobrevivir sin la guineana; pero ser¨ªa irreparable para algo que vale mucho m¨¢s que unos miles de millones de nuestra devaluada peseta, y que se llama el prestigio de una naci¨®n. No puedo imaginarme de otro modo las consecuencias de una posible absorci¨®n de Guinea Ecuatorial por la zona del ?frica franc¨®fona en la que est¨¢ enclavada. Lo que est¨¢ en juego no es una empresa mercantil: es la permanencia de una joven naci¨®n, amparada, como todas en el ¨¢rea, por las viejas y sin duda arbitrarias fronteras coloniales; una naci¨®n cuyo ¨²nico vinculo interno, mientras damos tiempo a que la historia haga su lento trabajo, es la lengua espa?ola como s¨ªmbolo del respaldo que pueden y deben dar, con la nuestra, las dem¨¢s naciones de la otra gran sociedad de pueblos a la que s¨ª pertenecemos, la titubeante y variopinta, pero evidente y vigorosa, comunidad hisp¨¢nica.
es vicepresidente de Alianza Popular.
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