Un vodevil hist¨®rico
No es sorprendente que se considere La kermesse heroica, de Jacques Feyder, como una de las raras joyas de la historia del cine. A¨²n hoy, 48 a?os despu¨¦s de haber sido filmada, conserva, y quiz¨¢ con la frescura del primer d¨ªa, toda su alegr¨ªa y agudeza. Sigue siendo una clara invitaci¨®n al pacifismo, una condena de la heroicidad que necesita de la muerte. Es una pel¨ªcula viva antes que un cl¨¢sico de obligada pero aburrida visi¨®n. En parte, sin duda, se debe al tono vodevilesco elegido por Feyder para narrar las aventuras de esos burgueses flamencos aterrados ante el avance de los violentos tercios espa?oles. Su divertida cr¨ªtica al talante cobarde de esos hombres ocultyos en una habitaci¨®n mientras sus esposas, con habilidad y picard¨ªa, controlan a los invasores; tiene una vigencia sorprendente.La propuesta, sin embargo, es m¨¢s compleja. Tras la risa hay un rechazo de la cerraz¨®n patriotera que niega la posibilidad de un entendimiento con otro ser humano en temas de a ras de tierra. Las mujeres flamencas y los soldados espa?oles comparten la alegr¨ªa de vivir, al margen de sus diferencias, y aunque la actitud de ellas no libera su ciudad m¨¢s que de impuestos, han conservado la vida y han disfrutado de ella mientras sus maridos, fantoches que pregonan m¨¦ritos que no tienen, desvelan la hipocres¨ªa de sus planteamientos. Ante la realidad, desaparecen sus consignas, sus imaginadas batallas: son ruines.
La Kermesse heroica
Director. Jacques Feyder. Gui¨®n: Charles Spaak, Bernard Zimmer y Jacques Feyder. Fotograf¨ªa: Harpy Stradling y Luis Page. M¨²sica: Luis Beydis. Int¨¦rpretes: Fran?ois Rosay, Jean Murac, Alerme, Luis Jouvei, Bernard Lancret.Comedia. Francesa. 1935. Local de estreno: Bellas Artes.
Gran parte de la actualidad de La kermesse heroica se debe tambi¨¦n al excelente trabajo de los actores. Todos encontraron el dificil matiz de la iron¨ªa sin perder verosimilitud. Se movieron con naturalidad en trajes de ¨¦poca a los que dieron vida, animaron unos decorados precisos y hermosos, transmitieron el encanto de una ¨¦poca que Feyder reprodujo inspir¨¢ndose en la versi¨®n de los pintores holandeses.
El coro de actores es en s¨ª mismo una kermesse, un espect¨¢culo sin tregua que impide el m¨¢s simple parpadeo. Provocan la risa en el momento adecuado, tienen el gesto preciso, explican m¨¢s de sus personajes de lo que el texto les permite. S¨®lo por ellos merece ya contemplarse esta ins¨®lita comedia que nuestros censores retuvieron durante a?os porque cre¨ªan que la vieja gloria de su imperio quedaba en entredicho. Eran pobres hombres que no conocieron la risa.
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