?A qui¨¦n molesta el ZEN?
En esa insoslayable necesidad de "excluir toda exclusi¨®n", que escribiera Ren¨¢n, est¨¢ el verdadero fundamento, la raz¨®n primera, de un r¨¦gimen de libertades, democr¨¢tico, donde el pueblo en su conjunto, sumadas las voluntades individuales de los ciudadanos, ejerza en plenitud la soberan¨ªa nacional. Pero no es menos cierto que hay minor¨ªas que se autoexcluyen, de forma consciente y voluntaria, de ese fecundo proyecto de vida en com¨²n de construir un futuro mejor para todos, desde la responsabilidad, la paz y la libertad, que implica la convivencia democr¨¢tica. Son estos ¨²ltimos a quienes podr¨ªamos calificar de antisociales, los opuestos a la sociedad, al imprescindible orden social, donde la ley sea expresi¨®n de la voluntad popular. De los antisociales -fauna variada y rica en divisiones y perfiles-, ninguno m¨¢s peligroso, feroz, sanguinario y amenazante para la seguridad ciudadana que el terrorista, cuya ¨²nica raz¨®n de existir es la sucesiva ejecuci¨®n de actos de violencia para infundir terror en el coraz¨®n de los hombres.Las pol¨ªticas antiterroristas, en Espa?a y en todos los pa¨ªses con reg¨ªmenes democr¨¢ticos, han constituido hasta el presente un conjunto de reacciones, a remolque de los acontecimientos, que no han dado la respuesta eficaz que fen¨®meno de tanta gravedad reclama. Ello indica bien a las claras que el tratamiento adecuado del hecho terrorista, por la complejidad del problema, requiere un esfuerzo de imaginaci¨®n, unos medios suficientes y una voluntad pol¨ªtica inequ¨ªvoca de enfrentarse con el problema sin dilaciones. Desde estos presupuestos, el Ministerio del Interior, en los pocos meses de gesti¨®n del Gobierno socialista, ha elaborado un minucioso plan para elevar la seguridad ciudadana en aquellas zonas de Espa?a -Pa¨ªs Vasco y Navarra- donde la ya prolongada acci¨®n de la criminal actividad del terrorismo de ETA hubiese erosionado ese bien primario, y ese derecho del ciudadano, que es la seguridad.
En ese plan -el tan publicitado ZEN o Zona Especial Norte- se recoge un completo abanico de medidas pol¨ªticas, legales, psicol¨®gicas, sociales y pol¨ªciales, para luchar con decisi¨®n y sin complejos, desde la legitimidad de un sistema limpiamente democr¨¢tico, donde la libertad y los derechos humanos tienen que ser conceptos respetados y defendidos de modo permanente. Qu¨¦ duda cabe que la acci¨®n poficial en un plan de estas caracter¨ªsticas tiene un relieve especial, pues no en vano, en la norma constitucional, los cuerpos y fuerzas de la Seguridad del Estado tienen como misi¨®n esencial la defensa de los derechos y libertades y la garant¨ªa de la seguridad ciudadana. La sola redacci¨®n del plan -que, por desgracia, nadie puede aventurar que vaya a ser una panacea para erradicar el terrorismo- es un s¨ªntoma positivo de que existe esa necesaria voluntad de no dejar que los problemas se pudran, y, muy por el contrario, ante esta grave amenaza se quiere recobrar la iniciativa que hasta ahora ha estado en manos de los terroristas. Aunque s¨®lo fuera por ello, el. plan debe contar con el respaldo popular de todos quienes de verdad han apostado, con fe, ilusi¨®n y entusiasmo, por la senda democr¨¢tica para asentar la convivencia de los espa?oles.
Rechazar las justificaciones
La sociedad recibe el mensaje terrorista a trav¨¦s de la impresi¨®n, inesquivable, del atentado o del asesinato de turno -"que nadie pueda llamar al asesinato por otro nombre que el de asesinato", ha escrito Juan Pablo II- y ning¨²n ciudadano puede sustraerse, por diversas que sean las reacciones, a los efectos que en una sociedad moderna produce la destrucci¨®n de una o varias vidas humanas. Hay que rechazar de plano cualquier intento de justificaci¨®n del crimen terrorista, m¨¢xime en un r¨¦gimen democr¨¢tico. Hay que acabar de una vez por todas con las campa?as de desprestigio de los cuerpos y fuerzas de la Seguridad del Estado; campa?as intencionadas que s¨®lo favorecen los criminales prop¨®sitos de los peligrosos antisociales. Hay que llevar al ¨¢nimo de todos los ciudadanos que los cuerpos policiales est¨¢n a su servicio, en primera l¨ªnea en la defensa de los derechos y libertades individuales y colectivos, y en garantizar la irrenunciable seguridad ciudadana, pues de lo contrario la libertad es imposible. En las Ordenanzas de la Guardia Civil, en su art¨ªculo octavo, podr¨ªa resumirse el papel que frente al ciudadano es preciso representen cada d¨ªa los miembros de los cuerpos y fuerzas de la Seguridad del Estado o de las polic¨ªas auton¨®micas: "Ser¨¢ siempre un pron¨®stico feliz para el afligido, infundiendo la confianza de que a su presentaci¨®n, en el que se crea cercado de asesinos, se vea libre de ellos; el que tenga su casa presa de las llamas, considere el incendio apagado; el que vea a su hijo arrastrado por la corriente de las aguas, lo crea salvado, y, por ¨²ltimo, siempre debe velar por la propiedad y seguridad de todos".
Si el ZEN, como es de esperar, consigue a medio plazo restar apoyos a los terroristas; hacer m¨¢s rentable la acci¨®n policial en su trabajo diario para prevenir y luchar contra el delito; lograr una mayor colaboraci¨®n y cooperaci¨®n entre la polic¨ªa aut¨®noma vasca o faral de Navarra y los cuerpos y fuerzas de la Seguridad del Estado en la erradicaci¨®n del crimen; perfeccionar la formaci¨®n de quienes m¨¢s directamente se van a enfrentar con la amenaza terrorista; mejorar la protecci¨®n de personas e instalaciones. Si el ZEN, repetimos, consigue lo anterior, se elevar¨¢n las cotas de seguridad ciudadana en todo el Pa¨ªs Vasco y Navarra. Y tan s¨®lo esto -que es mucho y una insoslayable exigencia popular- es lo que pretende el ZEN, dentro de un plan nacional de seguridad ciudadana. ?A qui¨¦n, pues, molesta el ZEN? Todos lo sabemos.
es director de la Seguridad del Estado.
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