"?Uuuuhhh...!"
Esta enorme y provocativa figura que representaba Charlie Rivels se llamaba en los grandes tiempos del circo augusto de soir¨¦e. El nombre no era una broma de contraste entre la calidad majestuosa -augusta- y la miseria de su condici¨®n: ven¨ªa de un llamado Auguste que introdujo hacia mediados del siglo pasado la indumentaria y las desastrosamente c¨®micas costumbres y comportamientos del hombre al que le sale todo mal. Todo ven¨ªa, como siempre, de mucho m¨¢s atr¨¢s: de la commedia dell'arte, del divertido Puccio Daniello, de cuyo nombre, seg¨²n algunos, se deriva la palabra Polichinela, o de los bufones medievales, de los c¨®micos de la ¨¦poca isabelina inglesa -los merry-andrews.El augusto de soir¨¦e es un solitario. Hay que distinguirle del que trabaja con una pareja, con el payaso (el augusto no es espec¨ªficamente un payaso, aunque gen¨¦ricamente se le confunda con ellos) o de quienes, con trajes parecidos, trabajan en conjunto (la zaragata), generalmente para distraer al p¨²blico mientras se cambian los aparatos de las otras atracciones del circo. Este augusto, esto que era poderosamente Charlie Rivel, tiene la grandeza en su soledad en la pista, con unos cuantos objetos -la silla de Charlie Rivel- que, usual y tradicionalmente, se le rebelan.
La vida del rev¨¦s
La paradoja de su arte teatral est¨¢ en dominar de tal forma los objetos, desde dentro de su disfraz, para que den la sensaci¨®n de que son ellos los que le dominan a ¨¦l. Charlie Rivel sab¨ªa hacer que todo pasara exactamente cuando parec¨ªa que no ten¨ªa que pasar. Hab¨ªa inventado, siguiendo la l¨ªnea del gran g¨¦nero, el don de la inoportunidad. El mundo se le sublevaba, todo le sal¨ªa inevitablemente mal. En esta doblez genial de Charlie Rivel, el arte consist¨ªa precisamente en que levemente sinti¨¦ramos que era su trabajo conseguir que todo le saliera mal, que trabajaba para conseguir su propia decepci¨®n. Y lo subrayaba con el amargo llanto -"Uuuhhhh"-, firma de su gracia propia, ante el que nadie resist¨ªa la carcajada. Era como la contrafigura del Zaratustra, al que Nietzsche dec¨ªa: "Nadie puede ver tu sonrisa sin deshacerse en l¨¢grimas". Nadie pod¨ªa ver el llanto de Charlie Rivel sin deshacerse en carcajadas. Alguien ha dicho que "la vida al rev¨¦s, circo es", y no s¨¦ si Charlie Rivel lo habr¨ªa o¨ªdo decir alguna vez, pero todo su arte consist¨ªa en volver la vida del rev¨¦s.
El secreto del augusto es el contrario del secreto del comediante. El comediante tiene que ser otro cada vez: el del augusto consiste en ser siempre ¨¦l mismo. Todos los grandes de la pista han seguido el atuendo que invent¨® Auguste (o el personaje que se hizo llamar Auguste): la enorme nariz, los zapatones, la maleta demasiado grande de donde pueden salir los absurdos objetos que se disparatan, la ropa enorme. Se podr¨ªa ver en este revestimiento de lo enorme algo as¨ª como la peque?ez del individuo en un mundo que le supera; pero, sobre todo, es un trasunto del ni?o, y pocos de los grandes augustos -incluyendo a Grock o al ruso Popov, que debe ser el ¨²ltimo superviviente de la gran ¨¦poca- consiguieron la forma de hablar, la graciosa torpeza de movimientos, la contemplaci¨®n at¨®nita del p¨²blico al salir a la pista, con lo que Charlie Rivel se convert¨ªa en ni?o, revelaba una de las esencias del ni?o. Su llanto, su regocijante "Uuuuhhh", era precisamente el de un ni?o que ha perdido una flusi¨®n, que al adulto apenas le importa porque conoce su insignificancia. Un lloro blanco, una lamentaci¨®n simplemente epis¨®dica.
Andreu Rivels, Charlie, hab¨ªa vivido a?os dentro de ese uniforme del siglo pasado al que ¨¦l hab¨ªa dado sus toques personales: el rel¨¢mpago anaranjado de sus pelambres de estopa, la enorme camiseta roja que casi le llegaba hasta los pies calzados de las gigantescas botas del reglamento circense. Este ni?o disfrazado con la ropa de un padre absurdo e imposible, este ni?o incapaz de sujetar los objetos, este aprendiz de brujo que no era capaz de dominar las fuerzas que ¨¦l mismo hab¨ªa dejado en libertad, era un gran artista que sab¨ªa sacar de dentro de nosotros mismos, sus espectadores, todas nuestras frustraciones menores, toda la inhabilidad de nuestras manazas, toda la infantilidad recluida dentro de nosotros mismos, y hacernos verlas como insignificantes, simplemente c¨®micas. Era uno de los nuestros.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.