Nuestra filosof¨ªa
En este verano caluroso y molesto que vamos pasando, no resulta un alivio enterarse de las noticias pol¨ªticas que, en conjunto, son desalentadoras y tristes. Dentro de Espa?a siguen los alborotos, los atentados horribles, las revueltas por causas diversas y las faltas de acuerdo totales. Estas tambi¨¦n. se observa que se dan en las relaciones con el exterior. La ¨²nica forma existente de unir a los hombres parece que es congregarles en un estadio para que vean c¨®mo otros pegan patadas a una pobre bola de cuero. Yo no creo demasiado en el subconsciente. Pero al ver televisado un partido de f¨²tbol, se me ocurre que, en el fondo, el espectador se imagina la posibilidad de andar a puntapi¨¦s con el globo terr¨¢queo, que es lo que m¨¢s agradar¨ªa a su conciencia resentida y reclamadora en esencia.Pasando de la simple observaci¨®n desapacible a la meditaci¨®n, desapacible tambi¨¦n, se pregunta uno en la soledad: -"?Qu¨¦ creen que es la democracia las masas y los pol¨ªticos actuales concretamente en Espa?a?"-. Lo que resulta claro y evidente como consectiencia de esta meditaci¨®n, es que la democracia es un sistema (no el ¨²nico pero s¨ª muy peculiar) cuyo objeto fundamental es no ponerse de acuerdo nunca, ni siquiera en las cosas m¨¢s sencillas. Esta falta de acuerdo se "justifica" con algunos argumentos, que se pretende que son de ¨ªndole superior.
Desde hace tiempo me sorprende cuando oigo entrevistas, hechas a pol¨ªticos de distintas tendencias y de importancia variada (desde hombres concejiles hasta teorizantes de partido) c¨®mo emplean una palabra cargada de gravedad y majestad desde los tiempos de Plat¨®n: la de Filosof¨ªa. Habla un honrado concejal, encargado de ciertos servicios o un peque?o doctrinario de subgrupo pol¨ªtico, que no tiene mucha reputaci¨®n como hombre de pensamiento y con un tono tambi¨¦n popular que denota su origen, dice cosas como esta: -"Nuestra Filosof¨ªa en relaci¨®n con el alcantarillado de este barrio..."-. "Nuestra Filosof¨ªa respecto a la propuesta del se?or Guti¨¦rrez...". Y luego suelta una sarta de vaciedades y de lugares comunes con gravedad de expresi¨®n y no menor monoton¨ªa de expresiones: "Bueno...", "en base a...", etc¨¦tera. "Nuestra Filosof¨ªa hace tambi¨¦n que nos convirtamos, seg¨²n nuestro propio juicio, en seres incomprendidos. La profundidad de "nuestra Filosof¨ªa" es tan grande como la de Her¨¢clito y tan oscura como las de ¨¦ste y Hegel a la par. Va el pobre viajero en un auto de l¨ªnea, lleno de ni?os, de chicas alegres, de comadres habladoras. Pero tambi¨¦n le acompa?an unos j¨®venes de aire fosco y no muy inteligente que, en determinado momento de su conversaci¨®n dicen: -"Es que no se nos comprende..."-. El lugar m¨¢s frecuente donde no se les comprende, seg¨²n dicta la experiencia, es Madrid. All¨ª no se comprende nada. Pero tambi¨¦n puede ser que donde no le comprenden a uno sea en Vitoria o en Sevilla. Hoy no estamos en 1883. Entonces era a los krausistas graves y barbudos a los que no se comprend¨ªa porque afirmaban cosas como esta: "Yo soy el fundamento del mudar, como propiedad m¨ªa, y de la total sucesi¨®n de mis mudanzas, fundamento esencial, fundamento eterno...".
En 1983 "nuestra Filosof¨ªa" incomprendida siempre en los mismos sitios, covachuelas, oficinas o pasillos de ministerio, hace que reaccionemos violentamente. Rompemos urnas, alborotamos la plazuela, emporcamos una calle llen¨¢ndola de letreros que repiten hasta la saciedad un nombre, una "consigna", y si se tercia robamos o matamos al pr¨®jimo. Clara consecuencia de eso: de que no nos comprenden. Pero cuando representantes de grupos enfrentados se disponen a discutir resulta tambi¨¦n que no llegan a ning¨²n acuerdo: porque siempre se concluye con los mismo. Alguien dice: -"No se nos comprende"-. Color¨ªn, colorado.
Sin embargo, el espectador, apartado de la lucha y de la contienda, que quiere enterarse de algo de lo que pasa, pone su televisor en marcha y oye entrevistas, debates, exposiciones y aclaraciones de pol¨ªticos, pol¨ªticos, pol¨ªticos.
Por muy modesto que sea encuentra que todo lo que oye es inteligible, "desesperadamente inteligible". A veces el comentario que se hace en la soledad es el vulgar y antiqu¨ªsimo que producen ciertas declaraciones hechas con recetas seculares: -"Este hombre ha hablado y ha hablado y no ha dicho nada". Ya don Pr¨¢xedes Mateo Sagasta era especialista en esta clase de declaraciones vaporosas. Pero en otras ocasiones el comentario puede ser m¨¢s desalentador: -"?Qu¨¦ burro es este joven!"-.
No: "nuestra Filosof¨ªa" no nos hace oscuros como la suya le hac¨ªa serlo a Her¨¢clito. No somos hegelianos... ni siquiera krausistas. Somos unos fil¨®sofos peculiares, una clase de seres pensantes al parecer incomprendidos seg¨²n nosotros mismos y que, a la vez, damos la sensaci¨®n de que tenemos los sesos de mosquito.
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