Ausencia en el tel¨®n blanco
PABLO SERRANOEste texto corresponde a una carta que el escultor Pablo Serrano ha dirigido al alcalde de Calanda, la tierra turolense donde naci¨® Bu?uel.
Mis buenos amigos de Calanda: Me entero del fallecimiento de Luis Bu?uel. Permitidme unir mi pena a la vuestra.La proximidad de mi origen al suyo, la corta distancia de Calanda de Crivillen, dos pueblos del Bajo Arag¨®n, en muchos aspectos de la cultura popular unidos; su car¨¢cter, su sensibilidad y constancia, su ¨¦tica de comportamientos y amor al terru?o que ni la distancia aleja, todo sigue pegado al desarrollo biol¨®gico y espiritual de la persona, en esos hijos de esa regi¨®n que no olvidan, uniendo penas y alegr¨ªas. El sentimiento en Arag¨®n prima como parte de un car¨¢cter que a todos nos domina y nos une muchas veces sobre la raz¨®n misma, convirtiendo aqu¨¦l en la raz¨®n ¨²ltima de su verdad.
Sentirse hijo de un pueblo de Arag¨®n, por peque?o que ¨¦l sea, emigrante luego por necesidad del desarrollo de la persona, en la lejan¨ªa, nunca perder¨¢ su alma la cercan¨ªa. Podr¨¢ el cuerpo desaparecer, pero no su obra, la cual comienza y empuja desde la complicada gen¨¦tica hereditaria.
Con el rechazo o el grito, la cr¨ªtica, la indiferencia o el ¨¦xito al reconocimiento de la obra realizada en madurez, con el dolor o la alegr¨ªa parida, desde lo imposible a lo posible, siempre se ir¨¢ al encuentro del origen, a la profunda fuente de su manantial. De Luis Bu?uel a Calanda. Desde la copa del ¨¢rbol a la tierra que esconde su ra¨ªz, por el tronco corre la savia vitalizada, el ox¨ªgeno de la libertad no solamente art¨ªstica sino pol¨ªtica. Le interesaron a ¨¦l las diferentes culturas que alimentaron su desarrollo, asimiladas en ansiedad de conocimientos, en deseos de justicia entre sue?os y realidades.
?stas son las razones, los testimonios v¨¢lidos de su circunstancia, lo que ya convierte al ¨¢rbol y a sus frondosas ramas en cobijo de intemperies, de protectora sombra ante tanta inclemencia, ante tanta sinraz¨®n de existir, ante tanta estupidez de malvivir, ante tanto reba?o sin horizonte y sin pasto, ante tanta agresividad y violencia. Los estudiosos que pretenden hacer su autopsia literaria, clasificar sus obras y encasillarlas, le van a encontrar observante, tom¨¢ndose su martini, sonri¨¦ndose socarronamente del trabajo que les da su misterio y su fantas¨ªa.
Un¨¢monos en esta despedida a esta vida ejemplar que se nos fue (ma?ana saldr¨¢ con el rostro blanco de sus cenizas a comprar el diario, no para conocer la noticia de su muerte y los rid¨ªculos homenajes tard¨ªos, sino a enterarse del milagro de haberla vivido). Vida constante y ejemplar en b¨²squeda de la verdad, de la esencia, entre lo real y lo contradictorio, entre lo sentido y presentido que el ojo ve y el o¨ªdo escucha, lo que el ojo mira y no ve, lo que el o¨ªdo oye pero no escucha. ?ste ser¨ªa el resumen que motiv¨® dirigirles estas mal hilvanadas l¨ªneas a Calanda y sus hombres, con el sentimiento de haber perdido a quien fue un severo cr¨ªtico aragon¨¦s universal de su tiempo, quien se dedic¨® con gran esfuerzo a la lucha por entender su vida y su circunstancia, con humor y tolerancia, porque en el fondo el mensaje de su obra es de amor al hombre.
Ardi¨® la llama quemando su gastada c¨¢scara, dejando la presencia de su ausencia transparante, clara y limpia, en el tel¨®n blanco de un cine cualquiera.
aragon¨¦s, es escultor y acad¨¦mico de Bellas Artes.
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