Los prisioneros pol¨ªticos en Venezuela
ALFONSO ROJAS RAM?REZTodav¨ªa se menciona en Europa aquella brillante defensa de las tribus ind¨ªgenas colombianas, presentada a las sesiones del Tribunal Rusell, reunido en Rotterdam (Holanda) a finales de 1980. Su autor, el soci¨®logo y escritor colombiano, Alfonso Rojas Ram¨ªrez, que reside en Suiza, vuelve a llamar la atenci¨®n de Am¨¦rica y Europa, esta vez para ser el portavoz de los prisioneros pol¨ªticos en Venezuela, quienes padecen, cuando menos, una franca denegaci¨®n de justicia.
Es seguro que esto a muchos les va a parecer incre¨ªble: que tambi¨¦n en Venezuela hay perseguidos y prisioneros pol¨ªticos a los que se mantiene en cautiverio sin que les sea incoado juicio regular alguno, y a los que -aunque cueste trabajo creerlo- se tortura y veja, someti¨¦ndolos a tratamientos abiertamente violatorios de los m¨¢s elementales derechos humanos. La extra?eza que esta aseveraci¨®n pueda causar es apenas l¨®gica si se considera que Venezuela siempre ha sido tenida como una naci¨®n efectivamente democr¨¢tica, que hace honor a su condici¨®n de patria del libertador Sim¨®n Bol¨ªvar y que precisamente ahora est¨¢ gobernada por un presidente que milita en la Democracia Cristiana.Sin embargo, los hechos conocidos han comenzado a tiznar feamente esa imagen de una Venezuela ejemplar.
En la prisi¨®n militar del cuartel San Carlos, en Caracas, los prisioneros pol¨ªticos tuvieron que declararse en huelga de hambre para protestar por las vejaciones, malos tratos y torturas que se les han infligido, as¨ª como para pedir que se les someta a juicio con todos los tr¨¢mites de la ley procesal venezolana.
La toma de embajadas
Esos maltratamientos inferidos a los presos pol¨ªticos los ha denunciado en Europa el Comit¨¦ contra la Represi¨®n en Venezuela, con sede en Par¨ªs, en documento que ha hecho p¨²blico la Asociaci¨®n Internacional contra la Tortura.
Paralela a esta protesta de los presos pol¨ªticos, sus familiares y amigos han apelado a la toma pac¨ªfica de embajadas y consulados extranjeros para llamar la atenci¨®n del mundo sobre lo que est¨¢ ocurriendo en Venezuela. Seg¨²n el peri¨®dico Le Monde, de Par¨ªs, en su edici¨®n del 30 de marzo de 1983, el 25 del mismo mes fueron ocupados el Consulado de Espa?a en Valencia (Venezuela) y la Embajada de Suecia en Caracas, y el 28 fue tomada la Embajada de M¨¦xico.
Cuando una protesta p¨²blica alcanza tales niveles y obliga a intervenir no s¨®lo a funcionarios de naciones extranjeras, sino tambi¨¦n a entidades supranacionales y a los grandes rotativos del mundo, obviamente es porque el asunto ha pasado a mayores. Entonces, la pregunta se impone: ?Qu¨¦ es lo que est¨¢ sucediendo en Venezuela?
Ni m¨¢s ni menos de lo que los militares hacen en todas partes cuando comienzan a montar su dictadura: encarcelamiento arbitrario de l¨ªderes campesinos y obreros, de soci¨®logos, periodistas, profesores, estudiantes, etc¨¦tera, a quienes, en masa, se les hace una sola acusaci¨®n sin pruebas: enemigos de la seguridad del Estado. Todos caen bajo la jurisdicci¨®n de los tribunales militares, que pueden abrir procesos acomodaticios o no incoar ninguno, pero manteniendo indefinidamente a los prisioneros en estado de deteci¨®n preventiva.
Hay 86 prisioneros pol¨ªticos actualmente en Venezuela, y se habla ya de desaparecidos y torturados. Un solo ejemplo, el de Luis Alberto Sol¨®rzano, es suficiente para ilustrar c¨®mo opera la justicia a la venezolana.
Ni pruebas, ni juicio
Sol¨®rzano, 31 a?os, visitador m¨¦dico, est¨¢ preso desde el 28 de febrero de 1977. Fue apresado por la polic¨ªa pol¨ªtica venezolana y torturado. Se encuentra en la c¨¢rcel militar del cuartel San Carlos, en Caracas. En sus seis a?os de encarcelamiento no ha habido tiempo para juzgarlo en juicio. No hay proceso alguno que haya sido adelantado por la justicia militar en su contra. Y como no hay proceso, pues tampoco hay pruebas que demuestren que es culpable de alg¨²n delito. Pero Luis Alberto Sol¨®rzano sigue encarcelado.
Una cosa aparece evidente: que los militares no han encontrado prueba alguna contra Sol¨®rzano, y por eso, en seis a?os, no se han atrevido a juzgarlo. O que s¨ª tienen esas pruebas, pero no quieren juzgarlo. ?A cu¨¢l de estas dos actitudes se le puede dar el nombre de Justicia, as¨ª, con may¨²scula?
Legalmente, este ciudadano venezolano no es un prisionero, es un secuestrado pol¨ªtico de los militares.
En Venezuela -justo es decirlo- no han faltado los esp¨ªritus enamorados de la libertad y la justicia, que entienden que casos como el de Sol¨®rzano y sus 85 compa?eros de cautiverio en el cuartel San Carlos constituyen un triste bald¨®n para Venezuela y para su Democracia Cristiana. Por eso se han empe?ado en conseguir de los poderes p¨²blicos la b¨²squeda de una soluci¨®n de justicia para el problema de los prisioneros pol¨ªticos. Es, ante todo, una actitud humana que afortunadamente comienza a ser coreada por la Prensa de Am¨¦rica y Europa, y resueltamente respaldada por organizaciones como la Asociaci¨®n Internacional contra la Tortura, seccional de Suiza.
Ahora, lo que falta por ver es si la democracia, la justicia, la libertad y el cristianismo tienen alguna vigencia todav¨ªa o si pueden ser ol¨ªmpicamente menospreciados por los militares de la patria de Bol¨ªvar.
es escritor colombiano residente en Suiza.
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