Inauguraciones en los peri¨®dicos
En la ¨¦poca de la extinguida autocracia sol¨ªa referirse un chusco chascarrillo con visos de verosimilitud (siempre la realidad rebas¨® las m¨¢s desaforadas fantas¨ªas) seg¨²n el cual un espa?olito presente en uno de aquellos multitudinarios actos hist¨®ricos que llenaban voluntariamente las plazas p¨²blicas a rebosar negaba con la cabeza cuantas triunfalistas afirmaciones del fautor del estado de obras obten¨ªan aprobatorias y delirantes aclamaciones del pueblo enfervorizado. Tan notoria deb¨ªa ser su recalcitrancia negativa, que el orador encarg¨® a su guardia personal la conducci¨®n a su presencia del disidente. Preguntado por la raz¨®n de su pertinaz oposici¨®n, dio esta respuesta:-No es cierto que se hayan construido todos esos pantanos, carreteras, escuelas, viviendas y etc¨¦teras. Yo soy viajante, he visitado todos los lugares referidos en su discurso, y no he visto tales obras.
-?Ah, s¨ª? Pues menos viajar y m¨¢s leer los peri¨®dicos, sentenci¨® el estadista.
Viene a colaci¨®n el cuento a prop¨®sito de una informaci¨®n publicada en la p¨¢gina 25 de EL PAIS del d¨ªa 24 sobre un asentamiento de 800 familias chabolistas en Vic¨¢lvaro-San Blas (uno m¨¢s de tan innumerables poblados inhumanos, intolerables e indeseables como jalonan nuestras maravillosas ciudades), en la que se, concluye que "la actuaci¨®n municipal se ha completado con la instalaci¨®n de letrinas, conducciones para las aguas residuales, desecaci¨®n de charcas y otras medidas sanitarias". Est¨¢ en su derecho el Ayuntamiento de Madrid de anticipar como realizadas actuaciones que a¨²n no se han iniciado (aunque tal cosa sea malinformar a la opini¨®n p¨²blica), pero el periodista que recoge la noticia debe viajar m¨¢s (sobre todo si la redacci¨®n est¨¢ tan cercana a la realidad descrita) y comprobar la fiabilidad de las notas de Prensa que mandan las instituciones. Es un m¨ªnimo derecho de los lectores. Tanto m¨¢s cuanto que, curiosamente, dichas instituciones vienen monologando en solitario sobre el tema que nos ocupa en los medios de comunicaci¨®n social, sin que se d¨¦ cabida en ellos a informaciones discrepantes, alternativas o simplemente complementarias. El monocordismo llega a ser abrumador en un Estado pluralista, porque se nota m¨¢s y resulta m¨¢s extra?o e inexplicable que en otras gloriosas y pasadas ¨¦pocas. /
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