El turismo y su promoci¨®n
EL MINISTRO Bar¨®n espera un r¨¦cord tur¨ªstico en 1983. Su estimaci¨®n se basa, sin embargo, m¨¢s en el n¨²mero esperado de turistas entrados que en los ingresos en d¨®lares, que es quiz¨¢ el dato m¨¢s relevante. Hasta ahora, las cifras del registro de caja del Banco de Espa?a ofrec¨ªan, en los seis primeros meses de este a?o, unos ingresos en d¨®lares ligeramente inferiores a los del mismo per¨ªodo de 1982. Este resultado, por otro lado, no es malo pero tampoco es bueno con relaci¨®n al a?o pasado, a tenor de la fuerte depreciaci¨®n de la peseta, e implica, naturalmente, un ingreso superior en pesetas, del orden del 30%, como ha subrayado el ministro. Durante los siete primeros meses de este a?o, el n¨²mero total de visitantes procedentes del extranjero descendi¨® un 1,7%.El turismo ha sido quiz¨¢ la actividad m¨¢s importante en la reciente historia econ¨®mica espa?ola. El despegue de los a?os sesenta gir¨® en gran parte en torno al turismo. El turismo estimul¨® la construcci¨®n, modific¨® la demanda de productos alimenticios, proporcion¨® empleo a un gran n¨²mero de personas y, adem¨¢s, contribuy¨® de forma decisiva a equilibrar la diferencia entre los pagos por importaciones y los escasos ingresos obtenidos por nuestras ventas de mercanc¨ªas.
Entre 1960 y 1963, los ingresos por turismo en d¨®lares se duplicaron y en el per¨ªodo 1963-1972, pasaron de 700 a 2.500 millones de d¨®lares, es decir, se multiplicaron 3,5 veces. En ese a?o representaban el 66% del valor de las exportaciones de mercanc¨ªas. Con la crisis del petr¨®leo se produce una fuerte contracci¨®n en su ritmo de aumento y entre 1972 y 1982 pasan de 3.100 a 7.100 millones de d¨®lares, es decir, se multiplican 2,9 veces, a pesar de que la inflaci¨®n de esos 10 a?os fue muy superior a las del decenio precedente. En 1982, los ingresos tur¨ªsticos representaban el 33% de la exportaci¨®n por mercanc¨ªas. El monocultivo del turismo ha ido diluy¨¦ndose, pero su menor crecimiento demostraba los efectos negativos de la crisis y la urgencia de mejorar nuestra oferta tur¨ªstica. No se trataba tanto de una pol¨ªtica global, sino de articular una serie de acciones coordinadas que impulsaran nuestra ventaja comparativa en este sector.
En primer lugar se trata de utilizar al m¨¢ximo nuestra oferta tur¨ªstica, con m¨¢s de un mill¨®n de plazas hoteleras y casi el doble de plazas en sillas de restaurantes, y acomodarla a las exigencias de la demanda. El denominador m¨¢s com¨²n de los gustos y necesidades de los turistas europeos y norteamericanos es el deseo de disfrutar de unas playas limpias e higi¨¦nicas y disponer de un correcto alojamiento y una buena comida. La iniciativa privada ha venido satisfaciendo de manera aceptable la parte que le corresponde. La intervenci¨®n de las autoridades en ese cap¨ªtulo, deber¨¢ ser s¨®lo la necesaria para garantizar que la categor¨ªa de un hotel, por ejemplo, se ajuste a los servicios suministrados. Este tipo de criterio deber¨ªa importar m¨¢s que el n¨²mero de metros cuadrados por habitaci¨®n o la amplitud de los salones, por ejemplo, como par¨¢metros determinantes en la calificaci¨®n. De hecho, se tratar¨ªa de sancionar oficialmente lo que algunas gu¨ªas tur¨ªsticas especializadas y prestigiosas realizan mediante la simple venta de sus ejemplares.
Sin embargo, donde los fallos se han ido almacenando es en el suministro de servicios p¨²blicos. Un r¨¢pido crecimiento en un per¨ªodo de casi 15 a?os y en un pa¨ªs poco articulado institucionalmente provoc¨® un buen n¨²mero de abusos descarados. El paisaje y la est¨¦tica de las playas conocieron atentados que habr¨ªan sido f¨¢ciles de evitar. La poblaci¨®n tur¨ªstica fue concentrada en n¨²cleos urbanos con unas dotaciones muy fr¨¢giles en saneamientos e infraestructura. Las consecuencias m¨¢s dram¨¢ticas fueron puestas de manifiesto en 1972, a trav¨¦s de? Plan de la Direcci¨®n de Obras Hidr¨¢ulicas, para "mejorar la dotaci¨®n de aguas en las zonas costeras" y sobre todo, "para la depuraci¨®n de las aguas residuales vertidas descontroladamente" en numerosas zonas de gran concurrencia tur¨ªstica de nuestro litoral. El plan s¨®lo se realiz¨® en parte. En 1980, un Consejo de Ministros actualiz¨® sus presupuestos para acometer un saneamiento que cada vez resultaba m¨¢s urgente. Las autoridades conoc¨ªan ya entonces que las normas de calidad microbiol¨®gicas de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud, a finales de 1979, s¨®lo las satisfac¨ªan el 56% de nuestras playas, y tambi¨¦n que s¨®lo un 44% de las estaciones veraniegas cumpl¨ªan las normas de calidad est¨¦tica de la organizaci¨®n California 1943. No es muy seguro que desde aquel a?o las condiciones hayan mejorado, porque los presupuestos estatales, auton¨®micos y locales, han estado m¨¢s atentos a satisfacer otros tipos de actividades. Pero el saneamiento de las aguas residuales y la mejora en la dotaci¨®n de abastecimiento de aguas son una parte inseparable de una oferta tur¨ªstica espa?ola, obligada a competir en un mercado mucho menos expansivo que a?os atr¨¢s.
El Estado tambi¨¦n podr¨ªa contribuir a que se alargase la estacionalidad del turismo. Los hoteles de temporada, por ejemplo que prolongaran su apertura, obtendr¨ªan una exenci¨®n total en las cotizaciones de la Seguridad Social para los trabajadores empleados en ¨¦poca de temporada baja. Esto permitir¨ªa el ofrecimiento de precios muy competitivos en la temporada baja para atraer a turistas americanos e incluso espa?oles. El problema con nuestros compatriotas sigue siendo, sin embargo, ese toque de arrebato que se produce en agosto, en el que se cierran pr¨¢cticamente todas las actividades productivas. ?Acaso un trabajador del norte de Espa?a no disfrutar¨ªa m¨¢s interrumpiendo los d¨ªas de trabajo de un lluvioso invierno en una playa del Sur o de Levante? Las empresas no parar¨ªan su producci¨®n de un modo radical. Los costes fijos se absorber¨ªan con m¨¢s facilidad si la producci¨®n y las ventas no se paralizan durante un mes completo. Una pol¨ªtica de vacaciones, est¨ªmulos a un ocio bien programado quiz¨¢ fueran no s¨®lo un incentivo para descongestionar de nacionales los lugares de veraneo en la temporada alta, sino tambi¨¦n un acicate a una organizaci¨®n menos angustiosa del trabajo. ?En agosto se cierra.!
En cuanto a la venta y comercializaci¨®n propiamente dicha de la oferta tur¨ªstica espa?ola, el Estado puede concentrarse en difundir las mejoras gen¨¦ricas en el saneamiento de playas y presentar en televisiones extranjeras documentales de calidad sobre el paisaje y las excelencias del pa¨ªs. Quiz¨¢ tambi¨¦n ser¨ªa bueno acoplar esta propaganda gen¨¦rica con los planes de agencias y operadores tur¨ªsticos, con el fin de llegar al mayor n¨²mero de personas en el tiempo y lugar adecuados.
Cualquier pol¨ªtica tur¨ªstica que se precie e intente de una manera simple y eficaz preservar lo que quede de la est¨¦tica de las playas, deber¨¢ obtener la aprobaci¨®n de una sencilla ley sobre alturas y volumen de las edificaciones. Bastar¨ªa con uno o dos art¨ªculos que estimulasen la construcci¨®n de viviendas de una altura en las zonas litorales y, naturalmente, prohibieran alturas superiores a distancias inferiores a un kil¨®metro de la l¨ªnea de costa o playa. La parte m¨¢s din¨¢mica de las inversiones extranjeras en Espa?a sigue siendo la compra de casas y apartamentos. Una buena promoci¨®n urban¨ªstica y la seguridad de que se respetar¨¢ la altura de las edificaciones y se preservar¨¢ el entorno, contribuir¨ªan a estimular la inversi¨®n inmobiliaria y, en consecuencia, a asegurar el arraigo del turista extranjero.
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