??ramos tan J¨®venes!
Es ya viejo, dijo el eterno Epicuro, el que comienza a olvidar los placeres pasados. La vejez -la biolog¨ªa nom obstante se anunciar¨ªa en el olvido de lo bueno ocurrido. O, dicho en poes¨ªa m¨¢s familiar, la belleza perdura en el recuerdo. El pensamiento, en cualquier caso, es el mismo: ser viejo, en contra de una imagen ranciamente establecida, es mirar m¨¢s al futuro que al pasado.Se es joven, claro est¨¢, en contraposici¨®n. a otros que no lo son, que lo son menos. Y se es joven en una determinada sociedad. Nuestros j¨®venes lo son en una sociedad alta y progresivamente envejecida. Envejecida no s¨®lo por la prolongaci¨®n de la vida media o por el descenso de nacimientos, sino por la marginaci¨®n sistem¨¢tica del joven. ?ste est¨¢ apartado de los ¨®rganos de decisi¨®n, no tan apartado de unos progenitores con los que comparte poco m¨¢s que el techo, y apeado de aquellos ideales que no hace mucho dibuj¨® Marcuse; ideales que hicieron que los j¨®venes se sintieran algo m¨¢s que una tercera edad disimulada. Nada tiene de extra?o que una juventud tal haya perdido tambi¨¦n la memoria de los placeres que en alg¨²n momento tuviera.
Una juventud amenazada de no ser joven se nota. En los Encuentros de Juventud de Cabue?es-83, que program¨® la Direcci¨®n General de la Juventud, llamaba la atenci¨®n la seriedad rayando en la tristeza, la laboriosidad rayando en la burocratizaci¨®n y hasta la resignaci¨®n, que no la confianza, ante los poderes p¨²blicos. Una imaginaci¨®n -arma insustituible del joven- rendida y un hedonismo -?cu¨¢ndo si no?- controlado ced¨ªan el paso a esa especie de clericalizaci¨®n creciente que se manifiesta en la vida nacional. Menos mal que a¨²n quedaba alg¨²n que otro Germinal con iniciativas excitantes.
Ante tal situaci¨®n, cabe preguntarse por el significado de un a pol¨ªtica de juventud. Porque la pol¨ªtica, conservadora por esencia, mira m¨¢s al futuro que al pasado. O por repetir a Epicuro: es ya vieja. Que la pol¨ªtica envejece tiene su ejemplo en un Gobierno joven que, en meses, se ha hecho viej¨ªsimo, por no hablar de supuestos j¨®venes valores que, llegados a senadores, han hecho -honor a la palabra y se confunden con sus padres. Tanto envejece la pol¨ªtica que no es osado aventurar que si los j¨®venes mismos gestionaran la pol¨ªtica juvenil no ser¨ªa ¨¦sta la que rejuvenecer¨ªa, sino aqu¨¦llos los que envejecer¨ªan. El monstruo de la nivelaci¨®n se los tragar¨ªa como se traga, interesadamente, todo.
?Ser¨ªa posible una pol¨ªtica de juventud que ni se justificara integrando, sin m¨¢s, al joven, ni se redujera a divertirle, tambi¨¦n sin m¨¢s? ?Hay alguna esperanza de que no se le empache con excesos de conciencia y de seudorreflexi¨®n? Como una pol¨ªtica de juventud tiene, naturalmente, los l¨ªmites de la pol¨ªtica en la cual se inserta, independientemente de la buena voluntad de algunos, es de sospechar que, en el estrecho espacio pol¨ªtico de cualquier democracia (?las hay avanzadas?) los mayores logros no pasar¨¢n de hacer de los j¨®venes, en termino log¨ªa que copio de J. L. Aranguren, una subcultur a, pero no una contracultura. Y dado que no existen instancias sociales sufl cientemente sensibles como para alegrarse de que el joven sea un no maduro o permanezca fuera de la mentira organizada o estime m¨¢s los actos que sus consecuencias, la ruta que lleva al pe simismo es la m¨¢s f¨¢cil de correr
Del proceso de envejecimiento general, sin embargo, s¨®lo una juventud aut¨®noma podr¨ªa liberarnos. Por eso, si algo habr¨ªa que pedir (petici¨®n inmensa, desde luego) a los que mandan es que dejen muy en paz a los j¨®venes. No se trata de un orgulloso ?manos fuera! Se trata, m¨¢s bien, de una modesta exigencia: la de gozar el presente, el aqu¨ª y el ahora sin ser instrumentos de la naci¨®n, la sociedad o el futuro. Que pongan, en suma, medios y no fines en las manos de los j¨®venes.
No es poco no sofocar a quienes nos pueden hacer vivir de otra manera. Es posible que los contenidos de esta juventud carezcan, muchas veces, de inter¨¦s. O que sean banales o perversos. No importa. Lo que interesa es su forma, su oposici¨®n a las conclusiones cerradas, a las organizaciones cerradas, a la vida cerrada.
Si, per imposibile, se pudiera dar una pol¨ªtica de juventud, ¨¦sta s¨®lo cumplir¨ªa su misi¨®n si nos acercara al milagro de la juventud de la pol¨ªtica.
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