La pol¨ªtica de informaci¨®n y documentaci¨®n en Espa?a
Todo esbozo que se pretenda hacer de la pol¨ªtica de las fuentes de informaci¨®n cient¨ªfica requiere, evidentemente, la descripci¨®n del marco en que ¨¦sta se desenvuelve y del que, en definitiva, es elemento de car¨¢cter instrumental. Me refiero -est¨¢ en la mente de todos- a la pol¨ªtica cient¨ªfica en general. Pues bien, toda pol¨ªtica cient¨ªfica desplegada por eI Estado debe basarse en una concreta delimitaci¨®n del proceso que entendernos por ciencia, en las necesidades espec¨ªficas de la sociedad a la que pretende servir y, en suma, en la adecuada protecci¨®n y fomento de los elementos constitutivos del proceso de producci¨®n y transmisi¨®n de los conocimientos. As¨ª, numerosos tratadistas han identificado los aspectos m¨¢s problem¨¢ticos de toda pol¨ªtica de ciencia (que es, esencialmente, pol¨ªtica de investigaci¨®n y de ense?anza universitaria) con cuestiones como la definici¨®n de la figura del cient¨ªfico, la relaci¨®n pol¨ªtica general/pol¨ªtica cient¨ªfica, la planificaci¨®n de la ciencia, el establecimiento -como una de sus consecuencias- de l¨ªneas de investigaci¨®n, y la determinaci¨®n exacta de c¨®mo debe ser y c¨®mo debe hacerse la investigaci¨®n en Espa?a.Para que ello sea posible, hay que aceptar que de esta pol¨ªtica cient¨ªfica forma parte preliminar y esencial la pol¨ªtica de informaci¨®n cient¨ªfica o conjunto de medidas encaminadas a asegurar y garantizar la base de una correcta transmisi¨®n y uso de las fuentes de informaci¨®n. Y la adopci¨®n de estas medidas no es algo caprichoso. Un an¨¢lisis aproximado de las causas que motivan la aparici¨®n de la documentaci¨®n en la historia de la ciencia viene fundamentado en las caracter¨ªsticas m¨¢s notorias de la propia ciencia. As¨ª, el crecimiento permanente y exponencial de las publicaciones cient¨ªficas, no s¨®lo de libros y art¨ªculos editados, sino de toda suerte de documentos, imposibilita el acopio y la selecci¨®n directa por el investigador. Junto a ello existen otros obst¨¢culos, como la incorporaci¨®n de nuevos pa¨ªses que colaboran en el progreso de la ciencia en todos los niveles -por consiguiente, la incorporaci¨®n de nuevos idiomas que se convierten de hecho en nuevas barreras- y el derivado de las relaciones interdisciplinares, cada vez mayores, y que acosan al cient¨ªfico, convirti¨¦ndole en verdadera paradoja -aunque sin duda fecunda- de especializaci¨®n y, simult¨¢neamente, de apertura a conocimientos colindantes.
La pol¨ªtica de informaci¨®n cient¨ªfica
No es de extra?ar, por tanto, que se haya ido desarrollando paralelamente, junto a los modos trad¨ªcionales de hacer investigaci¨®n, otra variedad de trabajo cient¨ªfico que es la constituida por la actividad de informaci¨®n de los resultados cient¨ªficos, cristalizada en la instauraci¨®n de sistemas de informaci¨®n y competencia de una disciplina que se denomina documentaci¨®n, que cumple su misi¨®n cuando procura la recopilaci¨®n, la selecci¨®n, la lectura y el aprovechamiento de las fuentes como parte insoslayable de la metodolog¨ªa del trabajo investigador.
La mejor resoluci¨®n de los problemas aludidos coincide con los objetivos m¨ªnimos que cabe atribuir a toda pol¨ªtica de informaci¨®n cient¨ªfica aplicada a las necesidades concretas de nuestro pa¨ªs. Son los siguientes:
Primero, fomento de la comunicaci¨®n entre los cient¨ªficos con el fin de aprovechar los frutos producto de las fecundas relaciones interdisciplinares; segundo, establecimiento de un sistema nacional de informaci¨®n de las fuentes accesible para cualquier investigador o estudioso y coordinaci¨®n del mismo con otros de car¨¢cter nacional o internacional; tercero, establecimiento de mecanismos para asegurar plenamente la difusi¨®n de los resultados de las investigac¨ªones realizadas; cuarto, formaci¨®n de documentalistas y formaci¨®n de usuarios.
En Espa?a, sin duda, la falta de concreci¨®n doctrinal del concepto de documentaci¨®n unido a la escasa coordinaci¨®n, en mi opini¨®n, de los organismos oficiales han motivado la ausencia todav¨ªa en nuestros d¨ªas de un sistema nacional de informaci¨®n y documentaci¨®n cient¨ªfica que contribuya al mejor desarrollo y eficacia de nuestra investigaci¨®n.
Teniendo en cuenta precedentes de esfuerzos anteriores, bien desde la ¨®rbita de la OCDE (1973), desde el Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas, o desde los intentos que despleg¨®, en 1978, el Senado a trav¨¦s de su Subcomisi¨®n de Informaci¨®n Cient¨ªfica, lo cierto es que ha llegado el momento de abordar con toda urgencia el dise?o de nuestra pol¨ªtica de informaci¨®n cient¨ªfica que podr¨ªa, en mi pensamiento, plantearse sobre las siguientes bases: primera discusi¨®n previa, con el concurso de las personas m¨¢s cualificadas y representativas de los sectores m¨¢s interesados, para el establecimiento de objetivos de dicha pol¨ªtica. Los sectores m¨¢s interesados son, sin duda, los correspondientes a los grupos de productores de la informaci¨®n cient¨ªfica, de usuarios o investigadores y de documentalistas. Desde el punto de vista institucional, dichos sectores se identifican con los siguientes niveles: universidades, centros de investigaci¨®n p¨²blicos, departamentos ministeriales, centros de investigaci¨®n privados y empresas privadas; segunda, conocimiento del estado de la cuesti¨®n en Espa?a en materia de infraestructura de archivos, bibliotecas y centros de documentaci¨®n en Espa?a considerados pilares esenciales de la mencionada pol¨ªtica; tercera, estudio de un modelo de sistema nacional de informaci¨®n cient¨ªfica adecuado a las necesidades espec¨ªficas de la investigaci¨®n espa?ola. Los criterios generales de elaboraci¨®n del modelo deben ser, en mi opini¨®n, los siguientes: a) El modelo debe procurar, esencialmente, la coordinaci¨®n de experiencias procedentes de iniciativas privadas o p¨²blicas en curso de realizaci¨®n y s¨®lo. inaugurar actividades que respondan a lagunas ostensibles. b) El modelo debe contemplar los objetivos encomendados a una serie de organismos e instituciones estatales que tienden a actualizar aspectos parciales del objetivo que atribuimos a aqu¨¦l y que, en ocasiones, duplican sus objetivos. c) El modelo de sistema nacional de informaci¨®n cient¨ªfica debe tener como uno de sus objetivos b¨¢sicos, y por eso destacables en este momento, la elaboraci¨®n, en su caso, y la promoci¨®n y coordinaci¨®n de aquellos repertorios bibliogr¨¢ficos considerados de necesidad absoluta para la investigac¨ª¨®n espa?ola; cuarta, definitiva implantaci¨®n en Espa?a de los estudios de documentaci¨®n a nivel de posgraduado como modo de asegurar la eficaz formaci¨®n de los inforinadores cient¨ªficos y de los usuarios de las tareas de informaci¨®n cient¨ªfica.
Tales son, en definitiva, los rasgos m¨¢s sobresalientes, a mi entender, de la llamada pol¨ªtica de informaci¨®n cient¨ªfica. Si ello se cumple, la investigaci¨®n cient¨ªfica mejorar¨¢, lo que habr¨¢ de contribuir al engrandecimiento de Espaf¨ªa por la v¨ªa de la sabidur¨ªa, a cuyo crecimiento y extensi¨®n los estudiosos de la documentaci¨®n estamos llamados por la ¨ªndole de nuestra labor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.