Admirable recreación de 'Hippolyte et Aricie' , de Rameau, Aix
El festival de Aix-en-Provence (Francia), que terminó el pasado 13 de agosto, ha presentado una nueva producción de la ópera de Jean-Philippe Rameau Hippolyte et Aricie, con puesta en escena, decorados y vestuario debidos al regisseur italiano Pier-Luigi Pizzi. La dirección musical estuvo a cargo del inglés John Elliot Gardiner, que interpretó la pieza con su conjunto de instrumentos originales, los English Baroque Soloists, y el Coro de Monteverdi de Londres. La coreograrla fue realizada por Catherine Turocy, perteneciendo el cuerpo de baile a la famosa New York Baroque Dance Company. En los principales papeles intervinieron Jessye Norman (Freda), José van Dam (Teseo), Rachel Yakar (Aricia), John Aler, (Hipólito) y Jules Bastin (en el triple papel de Júpiter, Neptuno y Plutón). Los críticos han considerado este montaje como uno de los principales hechos musicales del verano.Rameau constituye la tercera etapa de la ópera francesa. La primera, centrada en la figura de Lully, el introductor del género en la corte gala, iría desde 1671 hasta 1697. La segunda fase, con Charpentier y Camera como figuras predominantes, llegaría hasta 1733. Rameau y su escuela dominarían el panorama de la lírica francesa hasta 1774, fecha en la que es tradicional situar el arranque de la actividad de Gluck.
Es usual considerar a Rameau exclusivamente como el cultivador de un cierto estilo galantey de un go?t frívolo y hueco. Nada más gratuito: Rameau fue un artista revolucionario, que concibió innovaciones sorprendentes y que supo jugar magistralmente con los pies forzados del teatro de su tiempo. En el ámbito de lo nuevo, a Rameau se debe la ampliación sinfónica del contingente orquestal: cuando Luis XIV funda, en 1669, la Academie Royale de Musique, los dispositivos instrumentales empleados en la ópera no pasaban de seis solistas de cuerda, bajo continuo y la ocasional prestación de trompetas y timbales.
De otra parte, Rameau ha sabido insuflar nueva vida y sentido al peculiar estilo de canto declamatorio y a los inefables divertimentos en forma de inacabables ballets, tan del gusto de la corte. El declamado francés hace expresa renuncia del aria de capo (con repetición) italiana. Rameau lleva este estilo a sus más extremas consecuencias: el recitado se vuelve una declamación trágica, que busca modelos coloquiales en Corneille y Racine -tan admirados por el músico-; aún más, en esta suerte de recitativo lírico se hace casi imposible, como se?ala Beaussant, distinguir dónde termina el recitativo y dónde empieza el aria. No menos ingenioso es el arte de Rameau para incardinar los divertissements o ballets en el curso de la acción: en Hippolyte, las danzas que festejan el retorno de Teseo son el contrapunto al descubrimiento que éste acaba de hacer de la infidelidad de Freda, mientras que el rito pastoril del bosque se corta con la irrupción del monstruo que rapta a Hipólito. En cuanto al ballet infernal del acto segundo, puede ser la página más avanzada escrita en Francia antes de la llegada de Gluck.
Todas estas características fueron puestas de manifiesto en la cuidada versión de Pizzi y Gardiner. El mayor elogio a su trabajo es indicar que el gran protagonista de su actuación fue Rameau. Un gigantesco velo negro, accionado por varios figurantes, le sirve a Pizzi para construir todo tipo de situaciones: el telón que se descorre ante el templo de Diana, la bruma infernal que envuelve a Teseo la aparición del monstruo en el acto cuarto... Gardiner y los cantantes, en especial esa gran trágica que es Jessye Norman y el siempre dúctil Van Dam (ayer Mefistófeles en Berlín, hoy Teseo en Aix), recrean la parte musical, haciendo partícipe al público de todos los recovecos del estro de Rameau.
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