Pol¨ªtica agr¨ªcola y estructuras comerciales
Cualquier acci¨®n de gobierno que tienda a reducir el coste de la cesta de la compra es socialmente necesaria y coherente con un objetivo econ¨®mico general que pretenda disminuir la inflaci¨®n.Las distintas agriculturas que se dan en nuestro pa¨ªs conforman una oferta agropecuaria que -en su vertiente exportadora- atraviesa por serias y conocidas dificultades de penetraci¨®n en las barreras proteccionistas de nuestros clientes europeos y -a pesar del esfuerzo de producto res y exportadores- esta situaci¨®n no va a cambiar a medio plazo. En estas condiciones, la pol¨ªtica agr¨ªcola deber¨ªa reconducirse activamente en dos grandes direcciones; en primer lugar intentando estimular la producci¨®n agraria para conseguir el m¨¢ximo nivel de autoabastecimiento alimentario, limitando la dependencia de las importaciones -cuyo volumen esencial se paga en d¨®lares- y evitando las alzas de precios agr¨ªcolas desproporcionadas. Esto se puede conseguir corrigiendo de forma natural los desequilibrios del balance agroalimentario entre disponibilidades y necesidades.
La segunda gran direcci¨®n debe intentar mantener el poder adquisitivo del agricultor y ganadero, no s¨®lo a trav¨¦s de una simple pol¨ªtica de precios, que genera m¨¢s inflaci¨®n, de efectos desiguales a nivel regional y entre explotaciones grandes y peque?as, sino mediante subvenciones a determinados inputs agrarios y productos-base que interese estimular.
La capacidad de reacci¨®n y el dinamismo del campo ante acciones claras de la Administraci¨®n es notable, salvo en el caso de imponderables clim¨¢ticos, como es el caso de la actual sequ¨ªa, y salvo restricciones institucionales en determinadas regiones que s¨®lo se corrigen con una pol¨ªtica de reforma de las estructuras de producci¨®n.
El impacto de una pol¨ªtica de este tipo sobre la oferta proporcionar¨ªa un paquete estable de alimentos a precios moderados con su efecto positivo sobre el IPC de los pr¨®ximos a?os.
El problema no radica s¨®lo en el nivel de producci¨®n, sino en la actuaci¨®n conjunta entre la Administraci¨®n central , comunida des aut¨®nomas y ayuntamientos, en el ¨¢mbito de la comercializaci¨®n de productos alimenticios, especialmente en los mercados de productos perecederos, cuya irregularidad de precios da lugar a procesos comerciales err¨¢ticos, a formaci¨®n de m¨¢rgenes por kilo desproporcionados y al encarecimiento de precios a lo largo de la distribuci¨®n, que suele pagar el consumidor a expensas del productor.
Estructuras comerciales en origen
Por lo que se refiere, a estructuras comerciales en origen o zona de producci¨®n, cabr¨ªa considerar una serie de puntos sin llegar a ser exhaustivos.
1. Salvo en zonas muy deprimidas y en casos especiales, Espa?a cuenta con un nivel suficiente de equipamientos de recepci¨®n, manipulaci¨®n, transformaci¨®n, conservaci¨®n y expedici¨®n de perecederos. En muchos casos, se da exceso de capacidad instalada por la descoordinaci¨®n que ha habido en la construcci¨®n de dichos equipamientos.
2. La normalizaci¨®n de productos, que es preceptiva en las exportaciones, tiene una escasa implantaci¨®n para el mercado interior, especialmente en los productos que no requieren un proceso de transformaci¨®n, como es el caso de las frutas y hortalizas. Ello no se debe tanto a la falta de instalaciones adecuadas como al encarecimiento que supone y la fuerte competencia entre estructuras formales (costes objetivos) y operadores de econom¨ªa sumergida (costes subjetivos).
Es un proceso dif¨ªcil el pretender la normalizaci¨®n por la v¨ªa coercitiva o represora. Se debe educar al consumidor y al detallista para que los productos que no re¨²nan las condiciones comerciales queden descalificados, aunque es m¨¢s complicado llevarlo a cabo en un pa¨ªs productor como el nuestro que en mercados que se abastecen de importaciones, que ya cumplen la normativa internacional.
3. Puesto que existen unos equipamientos en origen y un exceso de operadores de diversa condici¨®n, la compleja trama de relaciones comerciales deber¨ªa formalizarse en lonjas de contrataci¨®n, en zonas de producci¨®n que contribuyesen a una unidad de mercado, a la transparencia comercial y a un reforzamiento de la capacidad contractual de los productores.
La formaci¨®n de precios deber¨ªa recogerse en boletines de cotizaci¨®n fiables, que se comunicasen diariamente ¨¢ otras lonjas de origen y a los mercados centrales, y viceversa. La disponibilidad de esta informaci¨®n para cualquier usuario evitar¨ªa movimientos especulativos de aquellos que basan su actividad en estar enterados.
4. La Administraci¨®n, a trav¨¦s de estas lonjas, deber¨ªa promover asociaciones tempprales y/o estables entre operadores de origen, capaces de aglutinar esfuerzos, tanto para el Wercado exterior (se pierden oportunidades de exportaciones especiales por el individualismo), para la contrataci¨®n con la industria aflmentariay para reforzar la oferta para el propio mercado interior en fresco.
5. Se debe aumentar la participaci¨®n de los productores en el valor a?adido por el proceso de distribuci¨®n, acortando circuitos y mejorando la informaci¨®n del agricultor, ganadero o pescador en materia de cornercializaci¨®n.
Ahora bien, ello debe soportarse con sistemas l¨®gicos y racionales y no creando iniciativas equivocadas que, en lugar de acortar circuitos, est¨¦n ocasionando p¨¦rdidas injustificadas que normalmente acaba financiando el sector p¨²blico.
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