El olor de la tierra

EL PROGRAMA de Televisi¨®n Espa?ola Esta es mi tierra, emitido el 10 de agosto y protagonizado por Joan Fuster, ha reavivado en los ¨¢mbitos valencianos la pol¨¦mica entre catalanistas y anticatalanistas, base de duros y repetidos enfrentamientos en los ¨²ltimos a?os. Los miembros del Grupo Popular han preparado ya un surtido de petici¨®n de explicaciones en todos los ¨®rganos de representaci¨®n, desde el ayuntamiento al Congreso de los Diputados, indignados por el contenido del programa. En su opini¨®n, tanto los juicios emitidos por Joan Fuster como por las otras personas que intervinieron en el mencionado espacio no reflejan la realidad de la cultura valenciana y no son, en todo caso, representativos del sentir mayoritario en esa comunidad, que, a su juicio, posee unas se?as de identidad diferenciadas de lo catal¨¢n.A pesar de que el programa ?sta es mi tierra, que dirige Manuel Serrano, no sea propiamente un programa de definici¨®n pol¨ªtica y que, como su mismo t¨ªtulo hace deducir, presente ante todo el sentir del personaje inequ¨ªvocamente conocido y libre de adherencias institucionales, los detractores parecen ante todo revueltos por la oportunidad de su exhibici¨®n. Efectivamente, la grabaci¨®n de este espacio fue hecha en mayo de 1982, dos meses antes de que se aprobara el Estatuto de Autonom¨ªa. En su parecer, mencionar ahora -m¨¢s de un a?o despu¨¦s, aunque, en verdad, alusivamente-, la catalanidad de Valencia es jugar una baza que contradice los pactos a los que se lleg¨®. entre izquierda y derecha, catalanistas y anticatalanistas, en la redacci¨®n del Estatut. Por su parte, los procatalanistas arguyen que, fuera cual fuese la fecha de producci¨®n, vetar la emisi¨®n de ese programa ser¨ªa equivalente a poner en cuesti¨®n el derecho a la libertad de expresi¨®n.

De la importancia pol¨ªtica de la primera objeci¨®n da cuenta la misma actitud del presidente de la Comunidad Valenciana, ayer catalanista y hoy rehuyendo la defensa de ?sta es mi tierra mediante el subterfugio de entregarse a hacer indagaciones sobre los criterios programadores de Prado del Rey. Respecto a la raz¨®n de los oponentes, no cabe duda de que, sea cualquiera el contenido del pacto entre grupos pol¨ªticos, a nadie en su nombre puede neg¨¢rsele la libertad de opinar en contra.

Puede, ciertamente, suponerse, que si Televisi¨®n Espa?ola actuara con menor pesadez y negligencia, el programa habr¨ªa sido emitido con la significaci¨®n pol¨ªtica que le dieran las fechas para las que fue concebido. Y cabe tambi¨¦n imaginar que si los rectores de Prado del Rey obraran con m¨¢s sensibilidad y respeto hacia los distintos ¨¢mbitos del Estado espa?ol, habr¨ªan consultado al centro regional de Aitana antes de precipitarse a ofrecer las palabras e im¨¢genes de Joan Fuster como un relleno de verano. Cualquiera de estas dos medidas diligentes habr¨ªa ahorrado este nuevo brote pol¨¦mico que para no pocos valencianos se ha vuelto est¨¦ril, cuando no lamentablemente aburrido. S¨®lo el af¨¢n de buscar alguna cosecha pol¨ªtica para el comienzo del nuevo curso y acaso de prolongar su artificial vivacidad hasta el 9 de octubre, fecha de los actos en los que se conmemora la entrada de Jaume I en Valencia, puede explicar cabalmente los ardores del Grupo Popular. Por lo dem¨¢s, los valencianos tienen ante s¨ª muchos otros problemas sociales, econ¨®micos y culturales de envergadura incomparable a los t¨¦rminos de esta engorrosa diatriba. Problemas a los que probablemente dedicar¨¢n sus energ¨ªas con m¨¢s convencimiento y justificaci¨®n que a esta reiterada batalla sin destino.