La sorpresa de los d¨ªbujos italianos del Prado
El museo del Prado presenta este verano una gran exposici¨®n de dibujos italianos del siglo XVIII con cuyo an¨¢lisis se puede llegar a entender las entretelas del barroco. La exposici¨®n se presenta con un cat¨¢logo del que es autora Manuela Mena, subdirectora de la primera pinacoteca espa?ola.
Es dif¨ªcil comprender c¨®mo el espa?ol tan visual, tan apto para el dibujo espont¨¢neo y para el aprendido -desde hace m¨¢s de un siglo el dibujo es asignatura- se interesa intelectualmente poco por este mundo maravilloso. Fue gozosa sorpresa para much¨ªsimos el tener delante los espl¨¦ndidos dibujos de Murillo que se expusieron en el Prado con motivo del centenario.La lejan¨ªa que se?alo puede ser debida en parte a que, junto a las meritorias labores de atribuci¨®n y de cat¨¢logo, no se ha insistido bastante en lo que el dibujo supone en el cap¨ªtulo de la psicolog¨ªa del artista, de la obra de arte. Pasa como con la letra, y bueno es recordarlo cuando est¨¢ tan justamente de moda la grafolog¨ªa: en el dibujo, que puede oscilar entre, la m¨¢xima espontaneidad del apunte y la m¨¢xima intelectualiz aci¨®n constructiva, nos emociona esa especie de retrato, de autoconfesi¨®n.
S¨ª, son los dos extremos: esa velocidad y sonoridad que se?ala Huygue es inseparable de la aspiraci¨®n hacia la atm¨®sfera, ese salto del espacio al tiempo donde reside un profundo af¨¢n de musicafidad y, como contraste, ese calculado freno de la medida, de lo geom¨¦trico, donde el arte quiere ser ciencia. En tantos a?os en la Academia de Bellas Artes ha sido gozo intenso espiar a- arquitectos como Zuazo, a pintores como Benedito, matar el aburrimiento de tantas sesiones superprosaicas dibujando con esos l¨¢pices Faber y sobre el cuaderno, pues ambas cosas seg¨²n la tradici¨®n debe tener dispuestas la secretar¨ªa bajo la mesa de las sesiones: eran visiones, apuntes, se?ales, siluetas, esbozos, corazonadas, camino para la ebullici¨®n del inconsciente.
La nueva tendencia de lo figurativo pone muy de relieve esta importancia del dibujo como puente necesario hacia el color: as¨ª, como la m¨¢quinade escribir. quiere poner al margen algo tan personal como la letra, la carta a mano, marginaci¨®n que es empobrecimiento, un ataque m¨¢s a los m¨¢s hondos supuestos de la libertad, el peligro de lo abstracto como color s¨®lo es del mismo signo: victoria de lo an¨®nimo. No es tan obvio recordar la trascendencia del dibujo para la ense?anza art¨ªstica: de mis tiempos de la Academia de Roma tengo el recuerdo de lo que supuso la cordial exigencia para que al preparar las exposiciones no faltara el cuaderno con los dibujos de perspectivas y rincones romanos.
Hay ahora en el Prado una preciosa exposici¨®n de dibujos italianos del siglo XVII, cap¨ªtulo importante de la colecci¨®n. Junto a eso, el espl¨¦ndido cat¨¢logo trabajado y escrito por Manuela Nena, s¨ªmbolo este libro de madurez, pero posible s¨®lo con una gran pasi¨®n juvenil por el dibujo: de mi corto paso por el Prado me queda en buen lugar de la memoria haber sido cari?oso aguij¨®n para tener ese volumen en las manos.
De cada escuela pueden brotar muy bellas conexiones, y de todo el conjunto, la ense?anza de muy hondas entretelas del barroco: el paso del paisaje, de campo en racimos de espiga o de uva a las columnas de iglesias y, palacios esa como invasi¨®n,de lo natural, de lo espont¨¢neo como capricho, ese fuego retortijado lo vivimos en los dibujos. Hay, sobre todo, el gran cap¨ªtulo bolo?¨¦s, y yo no puedo por menos de recordar que junto a la academia de los Carraci florec¨ªan academias de m¨²sica que ser¨ªan modelo para la romana de Santa Cecilia y que m¨¢s tarde rodear¨ªan la figura del P. Martini, m¨¢xima autoridad: eran vasos coinunicantes, porque ?c¨®mo sin los pintores podr¨ªa prepararse la representaci¨®n de El retorno de Ulises, de Monteverdi?
El melodrama, el gran espect¨¢culo barroco fue obra en compa?¨ªa en el sentido goethiano de la palabra: basta se?alar c¨®rno el tema mitol¨®gico o el heroico e incluso la aspiraci¨®n esc¨¦nica del gran oratorio hubieran sido imposibles sin esa confluencia. Me detengo tambi¨¦n en los dibujos de Salvator Rosa: aunque Walker haya desmontado la leyenda, del Rosa compositor, la musicalidad del pintor/poeta est¨¢ ah¨ª. Con sus dibujos recordamos el cari?o) de Liszt por este pintor, el Liszt de la cultura viva con m¨²sica para el Petrarca, para el Dante y no menos para Rafael y Miguel ?ngel! Cogiendo del aire una canci¨®n de Salvator Rosa compuso una deliciosa obra de piano.
Estas y much¨ªsimas sugerencias nos llegan a trav¨¦s de exposici¨®n y de cat¨¢logo. El puesto de publicaciones en un museo, en estos museos invadidos, debe funcionar como un im¨¢n: puede ser negocio el libro car¨ªsimo que luego se expone en la casa del diplom¨¢tico; es bonito que la masa compre posta les como recuerdo, pero lo m¨¢s importante es la publicaci¨®n funcional y no cara, decisiva contribuci¨®n a que la visita se haga costumbre, pan cotidiano en el sentido de Barth, hecho de cultura en fin.
Federico Sope?a fue director del Museo del Prado y de la ?cademia espa?ola en Roma.
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