Una novillada sin pitones

El trap¨ªo de los toros que salieron ayer al coso complutense hace suponer que el reconocimiento previo tal vez se hace con amplia y holgada manga. Aunque la categor¨ªa de la plaza permite que los veterinarios no se, pongan severas barbas para realizar su labor, el hecho de que se encuentre a 30 kil¨®metros de Madrid y el que acuda a ella la muy exigente afici¨®n de la capital, deber¨ªa llevar a los responsables a mayores exigencias.La corrida de Gavira sali¨® escandalosamente chica, con suspicaz apariencia cornicorta y con energ¨ªas de convaleciente pachucho. A la mayor¨ªa del p¨²blico esto le import¨® un pimiento, pues solo protest¨® con fuerza durante la lidia del quinto. Aparte de ello apenas se divirti¨®, por lo que no se entiende bien por qu¨¦ se es fuerzan autoridades y facultativos en aprobar animalitos de ese jaez.

Cuando sobre la arena trotan bestezuelas como las aludidas los toreros se limitan a estar ah¨ª, ofreciendo la muleta por uno y otro lado, para sacar medios pases y ringorrangos de escasa calidad. As¨ª le ocurri¨® a Manzanares, que no pudo acoplarse con el primero, un torito sin fuerzas, que punteaba y apenas pasaba. Trat¨® de refrescar al cuarto con muletazos suaves y templados que el p¨²blico no tuvo en cuenta porque le sal¨ªan con cuentagotas y sin garra alguna.

Jos¨¦ Antonio Campuzano fue el incansable pegapases de toda las tardes. Un torito muy suave y algo corto de embestida le permiti¨® hacer una faena larga, aburrida y sin emoci¨®n, lo que no fue obst¨¢culo para que recibiera el generoso obsequio de las orejitas. El quinto, un sobrero que sustitu¨ªa al manso devuelto, fue medio paral¨ªtico. Se lo quit¨® de encima enseguida.

Pepe Luis Vargas tuvo los toros m¨¢s enteros y con m¨¢s fuerza del encierro, gracias a que los cambi¨® con leves ara?azos de sus picadores. Anduvo con ellos a la deriva, dando pases en todos los terrenos, atropellado y valent¨®n. Cuando serenaba los nervios, le sal¨ªa alg¨²n pase templado, del que estamos seguros que el primer asombrado era ¨¦l mismo. El sevillano es torero pajarero, saltar¨ªn, con todas esas maneras que han dado en llamar algunos despistados escuela sevillana, pero cuando baja la mano y obliga a los toros, torea con cierta perfecci¨®n. Si persiste en esta faceta de torero mand¨®n, puede llegar a conseguir circular por este planeta taurino.