Clima de expectaci¨®n en Londres ante los cambios pol¨ªticos en Argentina en reIaci¨®n a las Malvinas
Los brit¨¢nicos reconocen que habr¨¢ un Gobierno civil y democr¨¢tico en Argentina, pero a?aden inmediatamente: ?Hasta cu¨¢ndo? Lo mismo se pregunta Am¨¦rica Latina, que ve el pr¨®ximo Gobierno argentino como una posibilidad concreta de que las Malvinas no se conviertan un foco permanente de tensi¨®n y de militarizaci¨®n del ¨¢rea. Uno de los pa¨ªses m¨¢s molestos piara la presencia militar brit¨¢nica en el Atl¨¢ntico sur es Brasil" que defiende intransigentemente que se eviten los conflictos militares en ese ¨¢rea y que se impida a cualquier precio que aparezca el conflicto Este-Oeste junto con una carrera armamentista.El Grobierno brit¨¢nico no cree en un nuevo ataque contra las islas, si bien los militares que est¨¢n en las Malvinas hablan frecuente mente de que el problema es que los aviones argentinos pueden llegar en 40 minutos, como dice, preocupado, el capit¨¢n del Broad words, Robert McQueen. La fuerza inglesa es defensiva, no de ata que, afirma el comandante militar del aeropuerto de Port Stanley. Defensiva o no, aproximadamente el 30% de la Task Force moviliza da para la guerra sigue en las Malvinas, y en todos los puntos donde hay presencia militar se nota que la tendencia es que crezca.
Militares y civiles
Un teniente en Goose Green, mirando los destrozos argentinos dentro de una trinchera, coment¨® que las Malvinas son hoy una locura. "?Se puede pensar en 5.000 militares y 1.800 habitantes viviendo juntos en unas islas todo el tiempo? Es pura locura". Los soldados ingleses no permanecen m¨¢s que cuatro meses en las Malvinas y son alimentados y pagados muy bien. Es una manera, reconoce un oficial, de mantener la tropa con buen esp¨ªritu, porque la vida es muy dif¨ªcil en este sitio. Eso representa que tres veces al a?o los ingleses tienen que relevar sus tropas en las Malvinas. Los comandos pueden llegar a quedarse hasta siete u ocho meses y los oficiales se consideran en misi¨®n profesional de sacrificio.
Un oficial que no quiso identificarse aclar¨® que su estancia en las Malvinas, en el cuartel general, le supone lo mismo que estar en Belice o en Hong Kong. "Soy un profesional y ¨¦ste es mi trabajo", afirma. Los kelpers, habitantes de las islas, ahora se consideran ciudadanos brit¨¢nicos de primera clase Pero hay un poco de resentimiento. Primero, con los argentinos, que llegaron como triunfadores. Ahora, con los militares brit¨¢nicos. Hay una buena relaci¨®n, pero miran con una punta de envidia las facilidades de que disponen los militares. En el almac¨¦n militar, donde, s¨®lo pueden entrar los militares, los precios son m¨¢s bajos y hay buenos productos. En las instalaciones militares hay televisi¨®n y v¨ªdeo y, la Prensa inglesa llega s¨®lo cuatro d¨ªas despu¨¦s de la fecha de publicaci¨®n. Los videocasetes guardan siempre alguna haza f¨ªa inglesa militar, como las operaciones de los aviones en el aire para repostar, que se exhibe a los visitantes con orgullo.
Como profesionales, la mayor¨ªa de los militares ingleses no se queja de los sueldos. ?nicamente un oficial, m¨¢s exactamente un piloto de un avi¨®n H¨¦rcules, el primer teniente Roger Ederibrow, se quej¨® de que estaban teniendo mucho trabajo y de que el sueldo no era tan bueno como se dec¨ªa. Lo que los militares dicen a media voz es que los desplazamientos al extranjero, y todav¨ªa m¨¢s en una regi¨®n como las Malvinas, proporcionan algunas ventajas financieras apreciables. Pero no las cuantifican.
Las historias sobre la guerra que circulan entre los militares no llegan al p¨²blico. Ellos charlan en la intimidad de los cuarteles y cuando hablan con civiles, principalmente extranjeros, siguen invariablemente el gui¨®n oficial sobre los hechos de la guerra. Por ejemplo: hace aproximadamente 20 d¨ªas se encontr¨® el cuerpo de un piloto argentino. Esa, informaci¨®n no debe pasar de los cuarteles. Los oficiales comentan que hay un reglamento que tiene que ser respetado.
Desprecio a Galtieri
El general Galtieri es el enemigo p¨²blico n¨²mero uno. Se habla de ¨¦l con iron¨ªa y con un desprecio m¨¢s que brit¨¢nico. El gran ¨¦xito editorial ahora en las Malvinas es un libro que todos los militares leen con mucha atenci¨®n: Los chicos de la guerra. Los brit¨¢nicos no son piadosos en sus comentarios respecto a la actuaci¨®n militar de los comandantes argentinos. La ¨²nica arma que provoca comentarios respetuosos es la Fuerza A¨¦rea.
El libro provoca un recuerdo de pena de los argentinos mezclado con rabia. Mar¨ªa Strange, nacida en Argentina y casada con un ingl¨¦s, pintor y naturalista, tuvo durante la guerra la misi¨®n de int¨¦rprete. Con todas las caracter¨ªsticas f¨ªsicas de una argentina, y llena de ese qu¨¦ s¨¦ yo que tienen los argentinos, Mar¨ªa tiene el recuerdo de los chicos en las trincheras, quej¨¢ndose de la falta de comida y de que se iban a perder el Mundial. "Querernos volver, esto no nos interesa", dec¨ªan; seg¨²n Mar¨ªa.
La palabra futuro no tiene ning¨²n sentido en estos momentos en las Malvinas. Porque futuro trae las inevitables preguntas sobre si va a haber negociaciones con los argentinos. La expresi¨®n negociaciones sobre soberan¨ªa argentina arranca miradas de odio. Un joven t¨¦cnico de la radio local, que pertenece a la. Falklands Islands Company, tiene en su casa un recuerdo macabro que ense?a con orgullo: fotos de soldados argentinos mutilados en la guerra, sin piernas y sin ojos. Patrick Goss no esconde un odio mortal contra los latinos, como llama peyorativamente a todos los latinoamericanos.
Los ingleses est¨¢n construyendo frente a la sede del Gobierno de Port Stanley un monumento sobre la guerra. Ya tienen uno terminado en Goose Green. ?Cu¨¢ntos argentinos murieron? Los ingleses responden honestamente que no lo saben; apenas admiten que fueron muchos. Extraoficialmente se habla de 800 a 2.000, incluidas todas las fuerzas.
Los barracones, donde los soldados y oficiales argentinos quedaron prisioneros, en verdad establos de ovejas, est¨¢n pintados de negro por fuera, con un aviso para se?alar a los aviones que hab¨ªa argentinos dentro. A los oficiales argentinos les toc¨® quedarse en los cobertizos donde hab¨ªa m¨¢s suciedad de las ovejas. Los soldados, sin embargo, recib¨ªan algunas atenciones. Los argentinos perdieron el Mundial, la guerra y la v¨ªa diplom¨¢tica para recobrar la soberan¨ªa de las Malvinas. Los ingleses reconquistaron las Malvinas, un pa¨ªs de la OTAN ostenta el control militar del Atl¨¢ntico sur y la verdadera historia de esta guerra, como dicen algunos oficiales brit¨¢nicos, s¨®lo se conocer¨¢ exactamente de aqu¨ª a 20 a?os, o m¨¢s, cuando salgan al p¨²blico algunos documentos hist¨®ricos.
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