'Delenda est Nicaragua'
Nicaragua constituye el arquetipo del destino que le ha tocado en suerte a estas rep¨²blicas hispanoamericanas de nuestros d¨ªas. El peque?o pa¨ªs centroamericano es el modelo a escala de lo que nos espera. Recorramos el esquema de este f¨¢tum ineluctable:En el primer cuarto de siglo Nicaragua es una base m¨¢s o menos permanente y reconocida de los marines. Como pa¨ªs independiente, su perfil es un tanto borroso y contradictorio.
Un conato de independencia, con Sandino a la cabeza, es ahogado en sangre por Anastasio Somoza, quien da muerte en una cobarde emboscada al propio Sandino. Todo ello con la anuencia, ni siquiera disimulada, de los mismos marines.
La familia Somoza se instala en el Gobierno y dispone del pa¨ªs como hubiera podido hacerlo con una hacienda de su propiedad.
?LVARO MUTIS
A.BASTENIER
La codicia y obtusa paranoia del hijo de Somoza, conocido como Tachito, lleva, por fin, a la rebeli¨®n de un grupo juvenil, de conciencia limpia y claras intenciones. La chispa del alzamiento es el asesinato de Joaqu¨ªn Chamorro, periodista y tradicional opositor de la familia reinante.
Estados Unidos prosigue, con terca ceguera, en su apoyo a Somoza, cueste lo que cueste y sin entender un ¨¢pice del problema interno de Nicaragua, en donde interviene con patas de elefante.
La muchachada rebelde, al ver que del lado norteamericano le han cerrado las puertas, neg¨¢ndole toda posible esperanza, se ve impelida, fatalmente, a recurrir a la ayuda que, con prisa bien comprensible y generosidad de lobo con Caperucita, les ofrece Fidel Castro y, por ende, la Uni¨®n Sovi¨¦tica, encantada de arrimar su sardina a la brasa sin correr ning¨²n riesgo y con inmediato provecho.
Estados Unidos se lanza en una campa?a contra Nicaragua, acus¨¢ndola de servir los intereses del comunismo internacional. Se organiza una amplia e intensa campa?a en contra de la Junta sandinista, que, al mismo tiempo, tiene que enfrentar agudos problemas econ¨®micos y sociales, en un pa¨ªs devastado por la guerra y el reciente terremoto.
Aparece en escena el se?or Schultz, quien maneja la diplomacia estadounidense como si fuera la del Estado de Oreg¨®n (para glosar una lapidaria frase de Andr¨¦ Malraux), y anuncia que llover¨¢ fuego del cielo contra Nicaragua. El expedito diplom¨¢tico proclama su Delenda est Nicaragua (Destruida sea Nicaragua) sin la grandeza heroica, desde luego, de Cat¨®n el Censor. A sus amenazas sigue la inoportuna -o demasiado oportuna, seg¨²n quiera verse- visita de la flota americana y sus acuciosos marines de marras a esas costas nicarag¨¹enses.
Examinada con cierto detenimiento esta trayectoria, veremos c¨®mo, con peque?as variaciones, va siendo la misma a que est¨¢n sometidos los dem¨¢s pa¨ªses hermanos. De ello podemos deducir varias certezas, a saber:
Estados Unidos es un conglomerado sin conciencia hist¨®rica, movido s¨®lo por inmediatas y ego¨ªstas metas. Desconoce el futuro y desprecia y niega su precario pasado.
Nuestras rep¨²blicas de origen hisp¨¢nico, constituidas con prisas y al precio de sangre fraterna, sobreviven apenas como remedos de Estados soberanos, sin poder, ni querer, escapar al avieso dilema que se les plantea entre el para¨ªso de un hedonismo est¨¦ril alimentado por un d¨®lar enclenque o las delicias del marxismo-leninismo que ni siquiera esconde las alambradas de un Goulag tropical, macabro remedo de los que pululan en Siberia.
Presos en la tramposa alternativa, ni una sola voz se alza en nuestro continente para denunciar tan monstruoso manique¨ªsmo, que nos conduce, fatalmente, a la miseria espiritual y f¨ªsica y a un muy probable exterminio.
Nos vamos a degollar entre nosotros en aras de una deidad bifronte, producto de la Ilustraci¨®n y de J. J. Rousseau, por un lado, y, por el otro, de un ma?oso arreglo de la filosof¨ªa hegeliana que se llama el materialismo hist¨®rico. Como miseria no concibo otra semejante.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.