Monique Lange, la mujer y la literatura
Guionista de cine y novelista, acaba de publicar en Espa?a 'Las casetas de ba?o'
Cuando regres¨® a Par¨ªs, desde la Indochina en donde creci¨®, Monique Lange tropez¨® con un astr¨®logo que le dijo que alg¨²n d¨ªa se dedicar¨ªa a escribir, y tambi¨¦n que iba a divorciarse. Como Monique hab¨ªa sufrido mucho a causa del divorcio de sus padres, censur¨® totalmente ese informe del futuro. Pero acab¨® divorci¨¢ndose, y escribiendo. De hecho, empez¨® a escribir cuando ya el segundo hombre de su vida -Juan Goytisolo- estaba instalado en su camino. Monique Lange, que acaba de editar en nuestro pa¨ªs su ¨²ltimo libro, Las casetas de ba?o, public¨® por primera vez en el 59, y, desde entonces, no ha cesado de contar su propia vida.
Poca gente transmite tal abrumadora sensaci¨®n de humanidad, sea desde sus escritos o desde su presencia. Monique Lange, 57 a?os, mujer ligeramente corpulenta pero tallada en bronce, con algo de ese Sur que ella tanto ama impregnando su piel. A Monique le gusta la gente, y cuando est¨¢s con ella tienes la impresi¨®n de estar con muchos m¨¢s. Cuando la lees, tambi¨¦n. En sus p¨¢ginas, aparentemente sencillas, est¨¢ todo lo terriblemente complicado de ser mujer, de pertenecer a una cultura de sentimientos y convivir con una cultura de conocimientos, de entrar en la sabidur¨ªa a trav¨¦s de la piel.Su primer libro fue Les Poissonschats, al que sigui¨® Les Platanes. Luego se meti¨® en el cine, en donde trabaj¨®, como guionista, en la pel¨ªcula Vanina Vanini que Rossellini dirigi¨® sobre el relato de Stendhal, con Sandra Milo como protagonista. "Aquellos eran tiempos muy duros para que una mujer trabajara en el cine como guionista. Fue Sandra quien influy¨® en Rossellini para que me contrataran, pero Roberto apenas me hizo caso. Poca cosa hice, en aquella pel¨ªcula". Y cabe imaginarla consumi¨¦ndose, activa como es ella, participativa, por no pertenecer a la historia.
Colabor¨® tambi¨¦n con Clouzot, con Vadim, con Albicoco, con Michel Drach... Con bastante gente joven, finalmente. Y con Joseph Losey, para quien ha escrito el gui¨®n de La trucha, su ¨²ltima pel¨ªcula. "El cine me fascina porque es una forma de lenguaje moderno muy importante. Es una forma de expresi¨®n que corresponde completamente a nuestra ¨¦poca. Hay filmes que dan respuesta a las preguntas que nos hacemos".
Si en la literatura se confiesa poco capaz de inventar historias, en el cine no le ocurre lo mismo, "ya que se trata de un trabajo realizado con m¨¢s gente, en equipo, que permite que todo se ponga en marcha con gran facilidad, como si apretaras un bot¨®n". El cine y la televisi¨®n ser¨ªan como escribir en familia. La literatura, un acto privado del que, sin embargo, rinde cuentas al lector. "Porque siento un gran respeto por la escritura, y tambi¨¦n hacia el p¨²blico, y hacer balance de mi vida al escribir, y saber que mejoro de un libro a otro, es un acto de politesse hacia quien me lee".
De aquella Monique que, encerrada en un hotel de Roma, esperaba a que los otros guionistas de Rossellini la llamaran para algo, a esta mujer c¨¢lida que disfruta con las intrusiones ajenas apenas hay diferencia. "Yo entonces era feliz como un p¨¢jaro, porque estaba en Roma, ?Romal, yo, que trabajaba en Gallimard, pero no me pod¨ªa mover de la habitaci¨®n, no me mov¨ªa, por miedo a que me llamaran cuando no estaba". La diferencia, en todo caso, no afecta al entusiasmo, es profesional: "En aquel momento, yo cre¨ªa que hacer un gui¨®n era escribir di¨¢logos y basta". Con el tiempo, aprendi¨® a definir im¨¢genes, y Losey ha sido fundamental para ella, porque le ha ense?ado a trabajar escuetamente, austeramente, sin descripciones: a la americana.
Mojar la pluma en sangre
Hay una relaci¨®n muy concreta entre Monique, su vida y su literatura. "Yo soy incapaz de escribir novelas largas. Sufro mucho hasta que llego a escribir mis libros, es como mojar la pluma en mi sangre". Y, sin embargo, en la vida, disfruta. A pesar del dolor, o a¨²n incluyendo el dolor, como puede concluirse despu¨¦s de leer Las casetas de ba?o, esa aparentemente sencilla aproximaci¨®n a una mujer que se acerca a s¨ª misma en el momento de perderlo todo y esboza la anticipaci¨®n de lo que va a ser recuperado. Esa mujer que pasea solitariamente por un pueblo costero de Breta?a, que evoca el Sur -el Sur que le ha arrebatado al marido, a la hija-, es la propia Monique Lange contando su propia, lacerada intimidad.Por las p¨¢ginas de Las casetas de ba?o desfilan la joven mujer protagonista, y las personas de las que carece durante esa corta vacaci¨®n bretona: el malido ausente, perseguidor de otros brazos, la hija que la rechaza y a la mujer cree que s¨®lo supo dar el mar, la nieta, demasiado peque?a a¨²n. No resulta dif¨ªcil hallar los trazos de su propia vida, las huellas de su propio discurrir.
Y, sin embargo, va m¨¢s all¨¢ de lo biogr¨¢fico, quiz¨¢s porque al ser ella misma tan transparente trasciende su propia biograf¨ªa. Escribe confidencialmente, sin pudor. El pudor lo utiliza para tratar a los dem¨¢s, para escribir de los dem¨¢s: ni siquiera cuando hizo Piaf, un best-seller, se atrevi¨® a desvelar la decadencia de la cantante. "No ser¨ªa capaz", dice. Respetuosa, modesta, cortada en medidas que ya no se utilizan, Monique Lange crece, se agranda, a trav¨¦s de su literatura: pero s¨®lo cuando eres muy torpe no te percatas de su estatura, de su grandeza cotidiana.
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