Cr¨®nica de sucesos
AYER TELEVISI?N Espa?ola realiz¨® tal vez un negro adelanto de lo que pudieran depararnos los nuevos criterios de programaci¨®n oto?al, anunciados por el equipo directivo del ente como manera de protegerse frente al Gobierno ante lo que es ya clamor p¨²blico por su incapacidad. De forma imprevisible, los espectadores del primer telediario se encontraron con la desagradable sorpresa de que buena parte del programa estaba dedicado a unas entrevistas en directo, realizadas en las dependencias policiales de la Puerta del Sol, con los presuntos responsables de tres homicidios. Las v¨ªctimas de los delitos uno, cometido a comienzos de julio, y los otros dos, el 5 y el 8 de septiembre- fueron un polic¨ªa nacional (en el robo de una gestor¨ªa), un comerciante de Vallecas (en el atraco de una tienda de ultramarinos) y un muchacho (en una ri?a en las fiestas de la Arganzuela). La gravedad de esos cr¨ªmenes no autoriza a que un medio como Televisi¨®n Espa?ola se degrade a s¨ª mismo y degrade a los espectadores con un tratamiento aberrante que hiri¨® la sensibilidad moral y el sentimiento de toda dignidad propia y ajena, am¨¦n de que contradice el principio constitucional de presunci¨®n de inocencia.En la tradici¨®n del m¨¢s abyecto amarillismo, tan criticado como es este por altas personalidades del Gobierno, el telediario no s¨®lo pormenoriz¨® detalles espeluznantes de los cr¨ªmenes, sino que someti¨® a una especie de tercer grado televisivo a los acusados, cuya turbaci¨®n y desamparo ante el interrogatorio -m¨¢s policial que period¨ªstico- al que eran sometidos eran casi pat¨¦ticos. Es posible que las confesiones de esos invitados a la fuerza al primer telediario de ayer se correspondan con los hechos. Ahora bien, son los magistrados, y no los directivos de Televisi¨®n, los encargados de hacer justicia en nuestro pa¨ªs. Si ya protestamos en su d¨ªa por el singular espect¨¢culo que polic¨ªa, judicatura y algunos diarios y revistas montaron con el caso Urquijo, m¨¢s hemos de hacerlo por este abuso del monopolio estatal televisivo que sac¨® ayer a la vindicta p¨²blica a estos tres hombres, a?adiendo a su castigo y lamentable condici¨®n una pena accesoria no prevista en las leyes.
Mientras, los comisarios posteriormente entrevistados daban la espalda a las c¨¢maras, aplicando medidas de seguridad y prudencia, los detenidos, expuestos a la verg¨¹enza de la peque?a pantalla, fueron interrogados, como si el reportero fuese el fiscal, y los espectadores, los magistrados o el jurado. Al entrevistador ni siquiera le import¨® que uno de los detenidos fuera un portugu¨¦s que no hablaba castellano y que comprend¨ªa con dificultad las comprometidas preguntas que se le dirig¨ªan. Tampoco tuvo el menor reparo en forzar a uno de los delincuentes a echar las culpas a su compa?ero y en subrayar con comentarios sarc¨¢sticos las declaraciones m¨ªnimamente exculpatorias de quienes se confesaban responsables de los delitos pero negaban premeditaci¨®n en los disparos. Que los detenidos sean los presuntos autores de unas muertes horribles y crueles o que pertenezcan al mundo de la delincuencia habitual no puede aportar ni un gramo de disculpa a la atroz exhibici¨®n de impiedad, zafiedad y falta de respeto a aquellos ciudadanos que el reportero llev¨® a cabo en un medio de comunicaci¨®n del Estado que disfruta del monopolio de informaci¨®n televisiva, bajo el pretexto ya rid¨ªculo de que as¨ª se protege a la sociedad de los excesos de las oligarqu¨ªas. Si llevan raz¨®n quienes afirman que el humanitarismo y la cultura de un sistema pol¨ªtico debe medirse por el tratamiento que la sociedad aplique a quienes infringen las leyes, incluidas las que amparan la vida, preciso ser¨ªa concluir que Televisi¨®n Espa?ola, espejo de la pol¨ªtica informativa del Gobierno, actu¨® ayer como un abominable instrumento inquisitorial al invitar a los ciudadanos al degradante espect¨¢culo de presenciar las confesiones p¨²blicas de unos aterrorizados y lloriqueantes acusados.
El reportaje, realizado en las dependencias policiales, tuvo como obligados testigos presenciales a los funcionarios de los, cuerpos de seguridad, pero no consta que los abogados de los acusados fueran consultados sobre la procedencia de esa aparici¨®n p¨²blica de sus defendidos. En cualquier caso, si el telediario de ayer fue un ensayo de: la manera en que ser¨¢n presentados ante la opini¨®n p¨²blica, de aqu¨ª en adelante, las personas acusadas de delitos de sangre, la ley de asistencia letrada al detenido se transformar¨¢ en un in¨²til engorro, al tiempo que el art¨ªculo 24 de la Constituci¨®n (que garantiza el derecho de todos los ciudadanos "a no declarar contra s¨ª mismos, a no confesarse culpables y a la presunci¨®n de inocencia") y el amparo, tambi¨¦n constitucional, de la propia imagen ser¨¢n simple papel mojado en manos de las huestes televisivas del Gobierno.
Ni que decir tiene, por lo dem¨¢s, que las entrevistas no fueron un reportaje conseguido por unos periodistas libres que hubieran. corrido el riesgo de realizarlo. La tendencia de la polic¨ªa a convertir en confidentes a todos los ciudadanos bajo la m¨¢scara de la colaboraci¨®n encontr¨® ayer singular remedo en el hecho de que con ese infamante espacio televisivo los funcionarios del monopolio estatal de RTVE dieron cumplimiento burocr¨¢tico al encargo oficial solicitado por otros funcionarios; esto es, los directivos del ente p¨²blico se limitaron a satisfacer una petici¨®n formulada previamente por la Direcci¨®n General de Polic¨ªa. Parece que se trataba as¨ª de dar una oblicua respuesta a quienes critican al Gobierno socialista en general, y al ministro de Justicia en particular, por las acertadas, reformas del C¨®digo Penal y de la ley de Enjuiciamiento Criminal que han suprimido las permanencias indefinidas en prisi¨®n preventiva de los procesados y han reservado la prisi¨®n provisional para los delitos graves. Es dif¨ªcil calibrar en este asunto cu¨¢l de las dos partes ha quedado peor parada. Si la Direcci¨®n General de Polic¨ªa cree que puede lograr la mejora de su imagen mediante reportajes de ese jaez, el ministro del Interior tendr¨¢ que preguntarse por la competencia de sus asesores. En cuanto a Televisi¨®n Espa?ola, ?qu¨¦ m¨¢s puede decirse ya? Terminar¨¢ por cubrir de desprestigio a todo el Gobierno, con su presidente al frente.
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