Jesuitas
LA CONGREGACI?N General de la Compa?¨ªa de Jes¨²s ha elegido sin grandes dificultades, en menos de una hora, al padre KoIdenbach como nuevo prep¨®sito general. El elegido es un tercer hombre, no es ninguno de los candidatos a los que se atribu¨ªan mayores probabilidades. Aunque los datos de la elecci¨®n deben permanecer secretos, la escasa duraci¨®n de la ceremonia indica que el resultado ha sido obtenido en la primera vuelta. El hecho merece ser subrayado, sobre todo si se tiene en cuenta que se produce despu¨¦s de una etapa de excepci¨®n impuesta por Juan Pablo II desde 1981. En ese a?o, cuando el padre Arrupe decidi¨® apartarse de la direcci¨®n, debido a que sufr¨ªa una grave enfermedad y a que estaba agotado por los constantes roces con la curia y el Papa, ¨¦ste suspendi¨® la elecci¨®n normal del sustituto de Arrupe y nombr¨® al padre Dozza como representante suyo para dirigir y para poner orden en la Compa?¨ªa. La intenci¨®n de estas medidas era terminar con un clima de apertura a la cultura contempor¨¢nea, de di¨¢logo, de compromiso en cuestiones sociales y pol¨ªticas, que el Papa consideraba nocivo y que el padre Arrupe hab¨ªa consentido o estimulado.La elecci¨®n del padre KoIdenbach cierra, pues, un per¨ªodo de anormalidad estatutaria; la Compa?¨ªa de Jes¨²s vuelve a funcionar- de acuerdo con las normas definidas ya en el momento de su fundaci¨®n por san Ignacio de Loyola. Es demasiado pronto para apreciar el significado que va a tener la reciente elecci¨®n, sobre todo de cara al futuro; pero un aspecto s¨ª parece bastante claro: no ha habido normalizaci¨®n de los jesuitas, en el sentido de borrar la obra de Arrupe, de imponer un proceso involutivo; el padre Dozza fue lo suficientemente sensato, o realista, para darse cuenta de que con una actitud dura se hubiese enfrentado no ya con los sectores progresistas, sino con la gran mayor¨ªa de la Compa?¨ªa. De hecho, la actual congregaci¨®n est¨¢ reflejando que reina entre los jesuitas, en t¨¦rminos muy generales, un estado de esp¨ªritu muy semejante al que se hab¨ªa querido cortar con las medidas excepcionales de 1981.
De todos modos, las labores de la congregaci¨®n no han terminado: una vez elegido el nuevo general, y ahora ya bajo su direcci¨®n, va a continuar trabajando aproximadamente durante un mes. Y aunque los temas previstos afectan m¨¢s bien al funcionamiento interno, es obvio que abordar¨¢ tambi¨¦n los problemas generales del papel de la Compa?¨ªa en el mundo de hoy, y sus perspectivas. En ese orden, hace falta recordar que la anterior congregaci¨®n, reunida entre finales de 1974 y marzo de 1975, aprob¨® un conjunto de documentos doctrinales de suma importancia que provocaron ya entonces una reacci¨®n desaprobatoria de Pablo VI; y que han sido determinantes de la voluntad de Juan Pablo II, desde que accedi¨® al pontificado, de imponer una rectificaci¨®n del camino que hab¨ªan emprendido los jesuitas. Las cr¨ªticas o reproches fundamentales se centraban en los dos puntos siguientes: primero, un acento excesivo en el plano temporal, en las cuestiones de la promoci¨®n humana, del progreso social, en detrimento del lugar prioritario que deber¨ªa tener la evangelizaci¨®n. Y en segundo lugar, una excesiva libertad de los jesuitas en la investigaci¨®n te¨®rica, especialmente en la teolog¨ªa, en el di¨¢logo con la cultura contempor¨¢nea. El esp¨ªritu abierto que se reflejaba en revistas francesas, norteamericanas y de otros pa¨ªses -publicadas por los jesuitas, su participaci¨®n en seminarios y mesas redondas con creyentes de otras religiones, incluso con no creyentes, con el marxismo, etc¨¦tera, provocaba la reprobaci¨®n de la curia y del Papa personalmente. Aunque el primer aspecto, mencionado m¨¢s arriba, era considerado como el m¨¢s grave. Sobre todo, porque se traduc¨ªa, principalmente en Am¨¦rica Latina, en el compromiso de una serie de jesuitas en las luchas de. los pueblos contra la miseria y la opresi¨®n.
Est¨¢ a¨²n por ver si, y hasta qu¨¦ punto, se conservar¨¢n en la nueva etapa que se abre ahora estas novedades que el padre Arrupe, facilitanto los vientos de Vaticano II, ha introducido en la Compa?¨ªa de Jes¨²s. Considerar a Arrupe como un progresista ser¨ªa una caricatura; pero lo que s¨ª ha sabido hacer, y por eso su nombre quedar¨¢ sin duda en la historia del catolicismo actual, es fomentar y respetar un pluralismo que ven¨ªa de las realidades mismas del mundo. Si estas novedades, este clima abierto y dialogante se conserva entre los jesuitas, y parece que la congregaci¨®n actual se inclina en ese sentido, la Compa?¨ªa de Jes¨²s seguir¨¢ siendo un factor de resistencia a la tendencia conservadora, de retorno a la tradici¨®n, si bien con m¨¦todos muy modernos, que representa el papa Wqjtyla. As¨ª, lo que en otras ¨¦pocas fue milicia del Papa, parece ahora condenado al pluralismo. El padre Arrupe alent¨® sin duda esa evoluci¨®n. Y no parece que ese camino vaya a ser tapiado.
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