El cese
EL CESE de Jos¨¦ Luis Balb¨ªn como director de los servicios informativos de Televisi¨®n Espa?ola era, desde hace algunas semanas, un secreto propalado a voces por los pasillos del poder y de Prado del Rey. Que el director del Ente P¨²blico eligiera el d¨ªa de ayer -horas despu¨¦s de que el presidente del Gobierno manifestase su insatisfacci¨®n respecto al monopolio televisivo- para ejecutar esa medida puede constituir un simple azar, pero no beneficia en nada a la imagen de independencia que Calvi?o deber¨ªa guardar respecto al Gobierno. Todo el mundo sabe que el cese de Balb¨ªn es ajeno a las opiniones de Felipe Gonz¨¢lez, aunque el director general se ha esforzado en que no lo parezca. Sin embargo, la cuesti¨®n no es el papel desempe?ado por la casualidad, la astucia o la ingenuidad en la puesta en pr¨¢ctica de una decisi¨®n tomada hace d¨ªas, sino las razones de fondo de ese. despido.A lo largo de casi nueve meses, las cr¨ªticas lanzadas contra el equipo encargado de realizar el cambio en Prado del Rey han partido de casi todos los puntos -incluido el propio partido del Gobierno- del espectro ideol¨®gico y pol¨ªtico. Las acusaciones, mal¨¦volas o paran¨®icas, de algunos altos cargos socialistas que atribu¨ªan cualquier cr¨ªtica a los ocultos designios del capital (bueno, por lo dem¨¢s, para reprivatizar Rumasa, pero perverso, al parecer, para financiar empresas de comunicaci¨®n) orientados a forzar la autorizaci¨®n de la televisi¨®n privada tienen ahora la dif¨ªcil papeleta de tener que explicar c¨®mo Felipe Gonz¨¢lez se ha unido a los conjurados. Las expectativas suscitadas tras las elecciones generales en torno a las posibilidades de devolver la vida a ese elefante muerto en pie que es Televisi¨®n Espa?ola infravaloraban las enormes resistencias que ofrecer¨ªa el armatoste de intereses creados, h¨¢bitos burocr¨¢ticos y oficialista a cualquier tentativa de ponerlo al servicio del pluralismo informativo, la calidad art¨ªstica y el, entretenimiento digno. Es doloroso admitirlo para todo el que est¨¦ de acuerdo o apoye el cambio socialista, pero durante el per¨ªodo de mandato del actual equipo no s¨®lo las promesas de una televisi¨®n p¨²blica, profesional y pluralista no se han cumplido -para lo que ha habido poco tiempo y sobra impaciencia-, sino que se han deteriorado todav¨ªa m¨¢s el funcionamiento real y la imagen p¨²blica del monopolio televisivo. Las responsabilidades de Balb¨ªn en ese fracaso eran notorias, aunque no exclusivas. Y sus actitudes -desde la enfermedad imaginaria a la utilizaci¨®n de La clave como propiedad privada e intransferible- han sido avaladas generosamente por el poder. El poder en TVE y el poder pol¨ªtico.
?Por qu¨¦, entonces, el cese de Jos¨¦ Luis Balb¨ªn, si sus errores, desplantes y carencias merecieron el apoyo solidario de quienes hoy le dejan caer? El bochornoso telediario del lunes 12 de septiembre, que conculc¨® desde un medio oficial principios constitucionales b¨¢sicos y motiv¨® una nota de protesta del Consejo General del Poder Judicial y el pase del correspondiente tanto de culpa al ministerio fiscal, fue emitido cuando Balb¨ªn se encontraba de vacaciones y ocupaba sus funciones Enrique V¨¢zquez, designado, sin embargo, como nuevo jefe de informativos. ?Cu¨¢les son, entonces, las razones de la medida? Balb¨ªn, a quien no se le han ahorrado cr¨ªticas desde este peri¨®dico, era el ¨²nico miembro del equipo directivo que no hab¨ªa tenido que aguardar un alto nombramiento para ser conocido en el mundo de la comunicaci¨®n por sus m¨¦ritos profesionales. Y la bondad de La clave como programa no palidece para nada al lado del desastre que Balb¨ªn ha sido como directivo de TVE. A menos que una explicaci¨®n oficial aduzca otras causas, s¨®lo cabe concluir que el cesante est¨¢ destinado a cumplir la doble funci¨®n de papelera en la que sus colegas puedan depositar sus culpas colectivas, y de lastre sobrante que el director del Ente P¨²blico arroja por la borda para salvar su puesto. No ser¨¢ la primera vez que una actitud tan poco gallarda, sirva s¨®lo para prolongar la agon¨ªa de quienes la toman.
No es ocioso -aunque debiera serlo- explicar las razones por las que los cambios producidos en la incambiada Televisi¨®n Espa?ola merecen un comentario editorial. Hasta el propio presidente del Gobierno, que suele distinguirse por su capacidad para respetar a la sociedad civil y no confundirla con el Estado, incurri¨® anteayer en el desliz de comparar el descarado sesgo progubernamental de los informativos de Televisi¨®n Espa?ola con la distribuci¨®n porcentual de noticias en las primeras p¨¢ginas de la Prensa privada espa?ola. Balb¨ªn, a preguntas de Radio EL PAIS, equipar¨¢ la medida con los cambios que se puedan producir, y que se producen con frecuencia, en la redacci¨®n de este peri¨®dico. Tal vez aqu¨ª est¨¦ la ra¨ªz de los viciados planteamientos de la pol¨ªtica informativa del Gobierno. Televisi¨®n Espa?ola es una instituci¨®n estatal que pertenece a todos los espa?oles. La sustituci¨®n de las partidas presupuestarias para su financiaci¨®n por la concesi¨®n monopol¨ªstica del mercado publicitario es indiferente a efectos pr¨¢cticos, ya que esos fondos son igualmente detra¨ªdos de su ingreso en el Tesoro. El Ente P¨²blico est¨¢ regido por una ley dictada por las Cortes Generales, cuyo esp¨ªritu y -a veces- su letra son conculcados en la pr¨¢ctica cotidiana, y se halla sometido a una comisi¨®n parlamentaria de control. Televisi¨®n es el ¨²nico veh¨ªculo informativo para sectores significativos de la sociedad espa?ola que no leen peri¨®dicos y no escuchan la radio, y un instrumento privilegiado para la difusi¨®n de noticias en segmentos muy amplios de la poblaci¨®n. La sensibilidad ante la manipulaci¨®n televisiva que los socialistas mostraron cuando permanec¨ªan en la oposici¨®n hace, por lo dem¨¢s, superflua cualquier tentativa de convencer al Gobierno de algo que sus miembros conocen sobradamente por su pasada experiencia.
Los ciudadanos espa?oles tienen plena libertad para adquirir en los quioscos peri¨®dicos y revistas de muy distinta orientaci¨®n, desde El Alc¨¢zar a Egin, pasando por semanarios como El Socialista o Actual. Tambi¨¦n disponen de una abundante oferta de emisoras de onda media y frecuencia modulada, incluida la potente cadena de Radio Nacional. La libertad, en ¨²ltima instancia, se halla en relaci¨®n directa con el n¨²mero de opciones disponibles y con la capacidad de poder elegir entre ellas. Al tomar su decisi¨®n como lectores o radioescuchas, los ciudadanos no s¨®lo ejercen un derecho, sino que adem¨¢s apuestan simb¨®licamente en favor de la opci¨®n voluntariamente escogida. No vamos a caer en la falacia de que la libertad de empresa es el ¨²nico, ni siquiera el m¨¢s fundamental, de los componentes de la libertad a secas. Y seguiremos insistiendo en la necesidad de un control social adecuado del poder de todos los medios de comunicaci¨®n. Un control social, sin embargo, no es necesaria y absolutamente un control gubernamental, y el monopolio de Televisi¨®n Espa?ola, cuyos dos canales se parecen entre s¨ª como dos gotas de agua turbia, no deja al ciudadano mas opci¨®n que comerse las lentejas o dejarlas en el plato.
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