Aspecto de bombardeo reciente
The Police se nos ven¨ªan como los grandes creadores del pop de los 80, nuevos l¨ªderes sin movimiento; la perfecci¨®n y el aparato, utilizados para los bellos fines de la sensibilidad y la inteligencia. Todo cuanto ocurr¨ªa sobre el escenario era bonito, paladeable y placentero. No as¨ª en otros lugares.Ya la entrada presagiaba nubarrones de violencia. Las puertas abiertas a las nueve, una hora antes del comienzo del concierto, apenas pod¨ªan dar paso a los clientes que se agolpaban frente a ellas, temiendo que los polic¨ªas montados no supieran controlar sus monturas y un tonto pisot¨®n herrado acabara con los metatarsianos de cualquier sufrido pagano. Era emocionante. Mientras los susodichos clientes trataban de entrar, otros muchos sin entrada contemplaban c¨®mo los primeros eran succionados por la riada humana, hasta dar de bruces con un polic¨ªa sin montura con quien se pod¨ªa confraternizar hasta que un nuevo empuj¨®n separara los destinos. Poco a poco, el campo se fue, llenando de un p¨²blico heterog¨¦neo y algo api?ado a partir de la posici¨®n te¨®rica de los medios volantes. Era un batiburrillo de gentes que realizaban constantes movimientos migratorios sobre los juanetes de los vecinos, buscando tal vez una comodidad imposible.
No se ve¨ªa gran cosa, y parte del respetable, ocurrente como es el espa?ol, encontr¨® que era agradable subir a la chica en hombros para que pudiera apreciar mejor la fiera belleza de Sting. Es una idea notable que, de ser extendida, podr¨ªa ?doblar! las capacidades de unos locales que no dan para m¨¢s.
Mientras se desarrollaba el concierto, algunas nubes rastreras rodeaban el estadio. "?Ser¨¢ una nube? ?ser¨¢ un incendio? ?ser¨¢ un efecto a?adido?", se preguntaba la gente. Pero no, eran botes de humos que la polic¨ªa (la otra) lanzaba en gran n¨²mero contra los que desde fuera parec¨ªan encontrar su distracci¨®n en el tiro al blanco con botellas contra la autoridad. La refriega se mantuvo incluso cuando ya hab¨ªa acabado el concierto y la gente sal¨ªa del estadio, remedando un poco las escenas que de cuando en cuando contemplamos en la televisi¨®n referidas al L¨ªbano. Poco a poco, a trav¨¦s de un barrio nebuloso y con aspecto de bombardeo reciente, los oyentes regresaron a sus casas. La noche hab¨ªa sido como tantas otras. La emoci¨®n del peligro y el placer de la m¨²sica, juntos en un mismo acto. Un gozo.
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