Repetici¨®n
Tengo los dedos entumecidos de tanto escribir sobre el aborto. Tengo la boca seca de tanto argumentar in¨²tilmente. Me repito, lo s¨¦, y estoy cansada. Apenas me queda algo m¨¢s que mi desesperaci¨®n ante lo injusto. La irracionalidad y el fanatismo antiabortista es un agujero negro y nos devora.?Por d¨®nde empezar? El asistir a tanta tergiversaci¨®n me deja ronca. Los estrictos acaparadores de la vida dicen en sus panfletos que abortar no es como sacarse una muela. No, por supuesto que no lo es, no manipulen ustedes atribuyendo a los proabortistas una ligereza de juicio semejante. Nosotros -nosotras- sabemos mejor que nadie de los dolores y tinieblas del aborto: por eso queremos legalizarlo, para aliviar su espanto.
Los antiabortistas confunden la vida celular con la vida humana, la potencialidad de desarrollo del embri¨®n con el hecho en s¨ª de ser persona. Defienden escandalizadamente la vida de una brizna de materia, de un feto de apenas un cent¨ªmetro, y desde?an las muchas y distintas muertes que con su postura pueden acarrear en la vida de las madres. No entiendo c¨®mo pueden ser tan crueles.
Me exten¨²a esta batalla, este repetir las obviedades. ?He de referirme una vez m¨¢s a las viejas discusiones eclesi¨¢sticas sobre la animaci¨®n de los embriones femeninos? ?O quiz¨¢ a la dispensa papal que permiti¨® tomar pastillas abortivas a aquellas monjas misioneras que fueron violadas en Africa? No tengo ya ni alientos para ironizar, se me han agotado los sarcasmos. Los antiabortistas hacen manifestaciones, dibujan ni?os crucificados, publican un comic lleno de beb¨¦s troceados, acuchillados, descuartizados. Yo podr¨ªa hablar de muchas mujeres muertas por someterse a abortos clandestinos. De ni?os no queridos y maltratados, de ¨²teros desgarrados, del coraz¨®n de la desdicha. Puestos a salpicar sangre, los proabortistas tenemos mucha m¨¢s sangre que vengar. Cad¨¢veres adultos y reales. Un cargamento de miseria.
Con la legalizaci¨®n no se obliga a nadie a abortar. Ni siquiera creo que aumente el n¨²mero de personas que lo hacen: tan s¨®lo menguar¨¢n las carnicer¨ªas clandestinas.
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