El objetivo pacifista
El autor de este art¨ªculo sale en defensa del pacifismo ante la hostilidad general que, seg¨²n ¨¦l, suscita. Sin embargo, el pacifismo ha estado presente en todas las civilizaciones y procesos hist¨®ricos. Considera que, ante los graves riesgos de un holocausto nuclear, la ¨²nica tabla de salvaci¨®n es el pacifismo, ese conjunto de doctrinas encaminadas a mantener la paz entre las naciones, que, sistematizado, mantiene intacta su condici¨®n ut¨®pica. Afirma que la paz s¨®lo ser¨¢ alcanzable y permanente el d¨ªa en el los hombres consideren las armas at¨®micas como una monstruidad espiritual, metaf¨ªsica y ¨¦tica.
Cualquiera que conozca la existencia de miles de bombas nucleares apuntando a todas las coordenadas geogr¨¢ficas debe sentirse, como poco, inc¨®modo. Sabe que en un intervalo de varios minutos, si se disparan, los ingenios tienen capacidad suficiente para arrasar la Tierra, atomizar 10 veces a cada hombre, quemarlo 20 veces y des hacerlo por radiactividad 40 veces. Ha visto, por las im¨¢genes de Hiroshima y Nagasaki, c¨®mo va a morir. Ha o¨ªdo decir a Kruchev que sobre un mont¨®n de escombros los vivos envidiar¨ªan a los muertos. Tiene la certeza de que los dirigentes mundiales han enloquecido o est¨¢n atrapados en una superestructura de din¨¢mica linealmente suicida. Es natural, por tanto, que el hombre adquiera una conciencia pacifista, una actitud individual de rechazo a la guerra final. Pero desde el instante en que se asocia a otros con la loable intenci¨®n de persuadir a los poderes p¨²blicos y f¨¢cticos sobre las ventajas de las artes amatorias y los in convenientes de las artes estrat¨¦gicas, recibe la lanzada del anatema; si ha nacido en Gorki, se le acusar¨¢ de estar al servicio de la CIA; si ha nacido en Calamocha, colabora con el KGB.El pacifismo, ese conjunto de doctrinas encaminadas a mantener la paz entre las naciones, es zarandeado diariamente por sectores muy poderosos de la sociedad que intentan erradicar del hombre su instinto de supervivencia, su derecho sagrado a no morir est¨²pidamente. El pasado a?o, los obispos cat¨®licos de EE UU publicaron una pastoral antinuclear. Ronald Reagan dijo que estaban manipulados por los agentes sovi¨¦ticos. Hace unos d¨ªas manifest¨® en Seattle, ante ex combatientes de la Legi¨®n Americana, que el pacifismo puede conducir a una nueva guerra mundial. Acto seguido, seg¨²n escribi¨® el humorista Perich, relinch¨® varias veces.
Bases hist¨®ricas
En agosto, Octavio Paz, autor del poema Piedra de sol, arroj¨®, desde la tribuna de este peri¨®dico, una diatriba antipacifista. En un pasaje de su ins¨®lito discurso calific¨® al pacifismo de aberraci¨®n intelectual. Que se apellide Paz es una siniestra coincidencia. En septiembre, Diario 16, tras patear y aleccionar al pacifismo, se pregunta: "?Hasta cu¨¢ndo nuestros pacifistas van a ser capaces de ignorar el rostro y la identidad de los aut¨¦nticos se?ores de la guerra?", La respuesta no es dif¨ªcil: dado que se?ores de la guerra son aquellos entes que individual o, colectivamente utilizan el ejercicio guerrero con fines depredadores y beneficios exponenciales, todos los ciudadanos, pacifistas o no, los tienen identificados. Incluso Diario 16, si se esfuerza un poco, podr¨ªa publicar las listas, poi pa¨ªses, de todos los buitres apocal¨ªpticos.
El pacifismo no es una moda quebradiza y caprichosa. La primera vez que un hombre agredi¨® a otro fue el instante original del pacifismo. Millones de a?os despu¨¦s, la agresi¨®n potencial y real ha crecido y amenaza a todos los hombres; el pacifismo, sistematizado, mantiene intacta su condici¨®n ut¨®pica. En todas las civilizaciones y procesos hist¨®ricos, el esp¨ªritu pacifista, altruista y generoso, ha estado presente. Fijando la imaginaci¨®n en Grecia, asoma un Eur¨ªpides que, preocupado por los grandes problemas que se planteaban a la conciencia de sus contempor¨¢neos, no era el ¨²nico griego que detestaba la guerra. Es conmovedor imaginarlos, esclavos o ciudadanos, encarados con valent¨ªa a Zeus suplic¨¢ndole que encadenara a la Guerra y liberara a la Paz; o tambi¨¦n interviniendo temerosos en los debates p¨²blicos frente a los halcones que so?aban imperios. La escuela estoica sent¨® las bases cient¨ªficas del pacifismo: al considerar hermanos a todos los hombres, propon¨ªa la desaparici¨®n del Estado y de las fronteras; Crisipo cre¨ªa en un Estado mundial; la discusi¨®n deb¨ªa ser el m¨¦todo para dirimir las querellas.
Francisco de Vitoria (14851546), de la Orden de Predicadores y catedr¨¢tico en Salamanca, fue un gran pacifista. Fund¨® el modemo Derecho de Gentes o Internacional, que considera il¨ªcitas las guerras y las invasiones; critic¨® l¨²cidamente los principios falsos con los que se quer¨ªa justificar el imperialismo. Kant (1724-1804) escribi¨® Para la paz perpetua, un texto que sirvi¨® de modelo para la redacci¨®n de la Carta de las Naciones Unidas (San Francisco, 1945). Como elemento ut¨®pico de su pensamiento, Kant vio la paz perpetua, que es el bien pol¨ªtico supremo, en la generalizaci¨®n y elevaci¨®n de la educaci¨®n entre los hombres.
Tabla de salvaci¨®n
El ingl¨¦s Bernard Benson ha dicho: "Gracias al Premio Nobel de la Paz concedido a dos miembros de la Conferencia de Desarme, la palabra pacifismo no es ya un insulto". Esta frase detecta la existencia de una hostilidad general contra el pacifismo, consecuencia directa de un racionalismo insuficiente para comprender que es la ¨²nica tabla de salvaci¨®n para no, morir nucleado. Es evidente que el sentimiento pacifista natural, primario y pasivo, que alberga en la conciencia de 4.000 millones de seres, no ha evolucionado a un pacifismo activo y comprometido. Las razones que han impedido este progreso racionalista y cr¨ªtico pueden ser: una cultura pol¨ªtica escasa, resultado del modelo cultural impuesto; presencia de una violencia institucional finamente estructurada, como efecto del poder; control sobre los grandes medios de difusi¨®n, que generan una informaci¨®n selectiva; condici¨®n ego¨ªsta del hombre, que, junto con la adquirida cualidad con,sumistacompetitiva, le aleja de objetivos solidarios; situaci¨®n de hambre para 2.500 millones de humanos: sin otra inquietud que la demanda de alimentos; oferta de bienes subculturales que apartan de reflexiones no deseadas. Aunque la progresi¨®n sea lenta, el objetivo fundamental del pacifismo es extenderse millonariamente por los continentes. S¨®lo desde la base de los masivos movimientos populares se puede influir o hacer presi¨®n ante quienes custodian las claves de la paz: pol¨ªticos, militares, industriales y bur¨®cratas. Los pol¨ªticos, vulnerables por los resultados electorales, pueden mostrar cierta sensibilidad. L¨¢stima que en los reg¨ªmenes autoritarios sea imposible manejar esta variable. En este planeta, la paz ser¨¢ mundial y permanente el d¨ªa en que los hombres adjetiven el ajetreo obsceno de los misiles como una monstruosidad ¨¦tica, espiritual y metafisica.
?ngel Garc¨ªa Oviedo es capit¨¢n del Ej¨¦rcito.
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