Jos¨¦ Mar¨ªa de Coss¨ªo vuelve a Tudanca
Jos¨¦ Mar¨ªa de Coss¨ªo, se?or de la casona de Tudanca, vallisoletano de nacimiento, monta?¨¦s de estirpe, de ejercicio y de adopci¨®n, hidalgo rural, escritor, acad¨¦mico, alcalde de Tudanca, presidente del Ateneo de Madrid, hombre de mundo, lleno de honores y de grandes cruces, fue una de las pocas personas. a quienes la naturaleza dotara del raro don de hacer de la vida una fiesta y gozar intensamente de ella. Coss¨ªo fue un magn¨ªfico gozador de la vida, un aut¨¦ntico y gran vividor, dicho esto despu¨¦s de haber quitado a la voz vividor la connotaci¨®n peyorativa que a veces le acompa?a y subrayando su sentido m¨¢s puro, es decir, el que vive, en cuya acepci¨®n tengo a aqu¨¦lla por una de las m¨¢s hermosas palabras de nuestra lengua, por cuanto que expresa la cualidad del que vive acomodado, como la cr¨ªa de la vaca a la ubre materna, a las reglas del vivir, arte supremo de nuestro pato por la vida. Vivir a pleno pulm¨®n, con el fino instinto, la aguda inteligencia y la excelente disposici¨®n de car¨¢cter que ello denota, era, a mi entender, el rasgo m¨¢s acusado de su personalidad.Antes que el escritor, aparece en Coss¨ªo su castiza figura, descollando entre las personalidades m¨¢s conspicuas e influyentes de la sociedad espa?ola en lo que va de siglo. Posici¨®n ganada limpiamente como ciudadano lib¨¦rrimo de la rep¨²blica de las letras, que -como dice su gran amigo el arabista y admirable escritor Emilio Garc¨ªa G¨®mez- se ayuda en la vida y se divierte escribiendo de temas regionales, perge?ando comentarios y apostillas a nuestros cl¨¢sicos e interes¨¢ndose por la historia de los espect¨¢culos p¨²blicos.
Coss¨ªo era ya un cl¨¢sico en vida, como lo demuestra el hecho de que su enciclopedia de Los toros la llamar¨¢ todo el mundo, desde su publicaci¨®n, el Coss¨ªo, como los juristas llamamos el Medina y Mara?¨®n a la compilaci¨®n de las leyes civiles de Espa?a; un cl¨¢sico hecho de talento, sensibilidad, simpat¨ªa, amor a la vida, erudici¨®n y sabidur¨ªa granjeadas en su incesante faenar en el ruego de la vida y de los libros, de rigor en sus trabajos, de generosidad, de tolerancia sin fronteras y de hidalgu¨ªa.
Ilustraci¨®n de lo que antecede es la an¨¦cdota que nos cuenta Gerardo Diego. Un d¨ªa que estaba don Jos¨¦ Mar¨ªa en casa del poeta, un hijo de ¨¦ste, de cuatro o cinco a?os, no le quitaba a aqu¨¦l ojos ni o¨ªdos. Al d¨ªa siguiente, al preguntarle al ni?o otro amigo de la casa: "Y t¨², cuando seas mayor, ?qu¨¦ vas a ser?", respondi¨® sin vacilar: "Yo, Coss¨ªo".
Es bien conocida su admirable disposici¨®n para la amistad a la que responde la riqu¨ªsima y vanopinta n¨®mina de amigos de que goz¨®, ganados no con aparatosas actuaciones ni tribunicias actitudes frente a las masas, sino uno a uno, conquistados por la cordialidad y el servicio constante, como ¨¦l dijera de su amigo V¨ªctor de la Sema, muerto en olor de multitud. ?C¨®mo se explicar¨ªa sin ese su reconocido don de hacer amigos que haya podido crear esa joya de su biblioteca, el cancionero, que recoge, escrita de pu?o y letra de cada autor, en un papel especial que Coss¨ªo les proporcionaba, una selecci¨®n de las obras de -los principales poetas de este siglo?
Jos¨¦ Mar¨ªa de Coss¨ªo, fue un escritor prol¨ªfico; m¨¢s de 70 libros llevan su nombre de autor, y algunos de ellos, como Los toros, F¨¢bulas mitol¨®gicas en Espa?a, Cincuenta a?os de poes¨ªa espa?ola, Rutas literarias de la Monta?a, son de importancia tal que servir¨ªa, cada uno de por s¨ª, para asegurarle puesto en la posteridad. Lo que ocurr¨ªa era que estaba tan bien dotado para el trato humano y tan bien emparentado con la vida, y tal era su simpat¨ªa y cordialidad, que dificilmente pod¨ªa uno imaginar que aquel esp¨ªritu brillante y simp¨¢tico, que encantaba a sus interlocutores con su amen¨ªsima conversaci¨®n, llena de saberes y de ingenio, que ilustraba con an¨¦cdotas deliciosas, las cuales era el primero en ce e rar con risas cuajadas en las que participaba todo su ser; aquel hombre que conoc¨ªa y trataba a todo el mundo, invitado permanente en las casas de los poderosos, amigo de poetas, toreros y futbolistas, animador y pont¨ªfice de tertulias, hombre de sociedad, ataviado de sus lucimientos. y prestigios de erudito y acad¨¦mico, era dif¨ªcil relacionarle con el investigador y el cr¨ªtico literario templado en rigurosas disciplinas de estudio y autor de libros que asombran por su s¨®lida construcci¨®n y excelente factura literaria.
Forzoso es situar en Tudanca el entronque monta?¨¦s de Coss¨ªo, y tambi¨¦n. la vibraci¨®n c¨¢ntabra de su obra litera?a, pues en la casona de Tudanca escribi¨® gran parte de ella, y, cuando menos, all¨ª fue planeada y madurada.
El esp¨ªritu guardado
Adem¨¢s del tir¨®n de la sangre y del hechizo de esta tierra, que prende a tode, el que a ella llega, en el hondo monta?esismo de Coss¨ªo tiene que ver tambi¨¦n su vocaci¨®n literaria. En efecto, si a cualquier esp¨ªritu sensible conmueve y atrae el escenario de Pe?as arriba, la gran novela de la Monta?a, la casona y su car¨¢cter, y la misi¨®n que desempe?aban sus se?ores, ?c¨®mo no iba a influir en Coss¨ªo el hecho de ser el heredero de la casona y la singular oportunidad que tal circunstancia le ofrec¨ªa de entrar en la vida de las letras formando ya parte de la epopeya novel¨ªstica c¨¢ntabra?
Hay que reconocer que Coss¨ªo cumpli¨® con suma dignidad su papel de continuador de don Celso como se?or de la casona de Tudanca. Y si bien es cierto que la Tablanca de Pe?as arriba hab¨ªa sido incorporada por Pereda a la geografia de las letras espa?olas, a Coss¨ªo se debe el que esta aldea haya acrecido su prestigio intelectual en este siglo. El car¨¢cter de la casona y la presencia de su due?o, que la mantuvo abierta con la m¨¢s generosa hospitalidad, atrajeron a ella a ilustres visitantes y hu¨¦spedes, entre ellos a conspicuos escritores y artistas. Muerto Coss¨ªo, la casona, que fue donada por ¨¦l a los monta?eses, con su magn¨ªfica biblioteca y los valiosos documentos que en ella se encuentran, se ha convertido en lugar de peregrinaje para los aficionados a las letras y tambi¨¦n para el gran p¨²blico.
Cossi¨® muri¨® en Valladolid en 1977 y fue enterrado en el pante¨®n de hombres ilustres de aquella ciudad, no obstante su deseo expresado en letra impresa como sigue: "... Al sentirme un poco don Celso, quiero evocar el momento sublime de su muerte, rodeado del cari?o y las l¨¢grimas de los tudancos, y desearla, y pedirle a Dios me la conceda como la suya, en paz con Dios y con los hombres, en el rinc¨®n solariego donde se incub¨® mi vida a trav¨¦s de generaciones honradas, y que el corral de muertos que tras la r¨²stica iglesia de Tudanca nos, espera, sea el lugar al que, para descansar para siempre vaya conducido sobre los fuertes hombros de los nietos de los tudancos que fueron los compa?eros de mis juegos de infancia".
Cantabria y sus familiares cumplieron su ¨²ltima voluntad. Y el 28 de agosto fueron recibidos en Tudanca sus restos mortales por el vecindario entero y el de los pueblos convecinos, con sus alcaldes y sus p¨¢rrocos, y apenas cuatro o cinco personas intr¨¦pidas llegadas de los pueblos bajos y de la capital venciendo una lluvia torrencial que parec¨ªa querer resguardar, y resguard¨¦, la intimidad comarcana del ¨²ltimo viaje de Jos¨¦ Mar¨ªa de Coss¨ªo, a su rinc¨®n monta?¨¦s.
Y all¨ª descansa ya en el huerto de la muerte, rodeado de maizales, junto a la iglesia, bajo la mansa c¨²pula del cielo, sostenida por las cimas monta?osas, que envuelve la bruma tutelar, y, all¨¢ abajo, el Nansa que baja cantando y briza el sue?o de nuestro hidalgo muerto, y ladera arriba, presidiendo las pobres casucas de la aldea, de tejados renegridos por donde sale el humo de los hogares y el vaho del buey, y de la vaca, y de la oveja, la casona de don Celso, el de Pe?as arriba, guardadora del esp¨ªritu de su ¨²ltimo se?or
es secretario general de la Asociaci¨®n de Editores de Diarios Espa?oles.
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