Bishop
Tal vez no se ha hablado bastante de las analog¨ªas entre la muerte de Salvador Allende y la de Maurice Bishop. M¨¢s grave a¨²n esta ¨²ltima, si resulta ser cierta -como parece serlo- la versi¨®n de que Bishop estaba desarmado y con las manos en alto en se?al de rendici¨®n cuando fue asesinado por unidades militares, mientras que Allende se hab¨ªa enfrentado al Ej¨¦rcito con una ametralladora que sab¨ªa manejar muy bien. No disminuye esta semejanza el hecho de que el uno hab¨ªa sido abatido por una fuerza de derecha y el otro por una fuerza que se proclama de izquierda. El d¨ªa en que se justifique con cualquier argumento que las fuerzas del progreso se sirvan de los mismos m¨¦todos infames de la reacci¨®n, ser¨¢ esa la hora -para decirlo en buen romance- de que nos vayamos todos al carajo. La declaraci¨®n oficial del Gobierno cubano, en la cual es m¨¢s que evidente el estilo personal de pu?o y letra de Fidel Castro, lo dice de un modo m¨¢s rotundo: "Ninguna doctrina, ning¨²n principio o posici¨®n proclamada revolucionaria y ninguna divisi¨®n interna justifica procedimientos atroces como la eliminaci¨®n f¨ªsica de Bishop y el grupo destacado de honestos dirigentes muertos en el d¨ªa de ayer".Nadie m¨¢s ajeno a esos m¨¦todos que el mismo Maurice Bishop, que en 1979 conquist¨® el poder con una acci¨®n sustentada m¨¢s bien por la presi¨®n popular que por las armas. En cambio, los protagonistas principales del drama que culmin¨® con la muerte de Bishop son famosos por su vocaci¨®n de violencia. Bernard Coard, su rival m¨¢s visible y promotor del golpe mortal, ha sido siempre temible por la crueldad de sus decisiones, y no tiene ni mucho menos la inmensa popularidad de Bishop. El general Hudson Austin, el hombre que asumi¨® el mando del pa¨ªs despu¨¦s de la muerte del primer ministro, es un mat¨®n del peor estilo, y la represi¨®n feroz que ha implantado desde sus or¨ªgenes es un mal anuncio del porvenir de esta isla de 110.000 habitantes que, d¨ªgase lo que se quiera, no tendr¨¢ el poder suficiente para perturbar a nadie. Estados Unidos, que en los ¨²ltimos a?os hab¨ªan hecho m¨¢s que lo posible para poner t¨¦rmino al proceso pac¨ªfico que Bishop impulsaba con su popularidad inmensa, no pod¨ªan so?ar con dos aliados m¨¢s serviles -aunque involuntarios e inconscientes- que estos bandoleros en mala hora extraviados en la pol¨ªtica.
Las vidas de estos tres hombres siguieron un curso paralelo hasta el viernes pasado. Bernard Coard y Maurice Bishop obtuvieron casi al mismo tiempo sus diplomas de abogados, el primero en Estados Unidos y el segundo en Londres. Abrieron juntos su primera oficina en Saint George, la capital de la isla. Juntos emprendieron y terminaron la lucha contra el r¨¦gimen de sir Eric Gairy poco despu¨¦s de que Granada se independizara del Reino Unido, que la mantuvo bajo r¨¦gimen colonial continuo desde 1876.
Sir Eric Gairy era un primer ministro un poco lun¨¢tico que repart¨ªa su tiempo entre reprimir a sus opositores y especular en p¨²blico -hasta en las Naciones Unidas- sobre el misterio de los platillos voladores. Sus sicarios mataron a tiros al padre de Bishop, en cuyo honor fue bautizado el cuartel de Fort Rupert, donde Bishop fue muerto.
Bernard Coard y Maurice Bishop segu¨ªan juntos en marzo de 1979, cuando derribaron a Gairy e iniciaron el proceso revolucionario del cual Coard era viceprimer ministro, y que ahora pretend¨ªa continuar solo y a su mala manera. El general Hudson Austin, por su parte, fue el comandante de las fuerzas armadas desde el principio de la revoluci¨®n, y su irrupci¨®n en el poder supremo parece ser un remedio de ¨²ltima hora para reprimir la rabia popular por la muerte de Bishop. Sin su protecci¨®n, no parece posible que Coard pueda siquiera asomarse a la calle.
Bishop se hab¨ªa enfrentado a las numerosas tentativas de desestabilizaci¨®n que el Gobierno de Estados Unidos hab¨ªa promovido contra el suyo, con una determinaci¨®n admirable y un gran valor. Pero, en privado, se refer¨ªa a ellas con un sentido del humor que era uno de los rasgos apreciables de su personalidad. Lo vi por ¨²ltima vez en marzo pasado, cuando fuimos en el mismo avi¨®n a la cumbre de los no alineados en Nueva Delhi. Aunque lo conoc¨ªa desde mucho antes, en esa ocasi¨®n tuve oportunidad de conocerlo mejor. Me sorprendi¨® su capacidad de concentraci¨®n: durante nueve horas continuas, casi sin parpadear, sin comer ni beber, ley¨® hasta el final un libro de 400 p¨¢ginas sobre el desastre econ¨®mico del Tercer Mundo, y subray¨® p¨¢rrafos y llen¨® un cuaderno de notas, cambiando apenas de posici¨®n en el asiento. Por Fortuna, le sobraron horas para conversar en aquel vuelo interminable, y habl¨® de su isla con una pasi¨®n que resultaba conmovedora cuando uno recordaba que es un territorio de 311 kil¨®metros cuadrados en un rinc¨®n perdido del Atl¨¢ntico, y que no produce nada m¨¢s que nuez moscada. El tema central de aquellos d¨ªas era la foto a¨¦rea del aeropuerto que los cubanos estan construyendo en Granada, y que el presidente Reagan hab¨ªa mostrado a la prensa como una prueba de que los sovi¨¦ticos estaban instalando una base militar en el Caribe. La pretendida revelaci¨®n de Reagan fue la repetici¨®n en comedia del drama que protagoniz¨® el presidente Kennedy cuando mostr¨® las fotos de las instalaciones de cohetes en Cuba en 1962. La realidad es m¨¢s sencilla. Granada -descubierta por Crist¨®bal Col¨®n en su tercer viaje- tiene una enorme riqueza potencial en el aprovechamiento tur¨ªstico de sus playas doradas y sus para¨ªsos secretos. Pero hasta ahora no hab¨ªa tenido recursos para construir un aeropuerto capaz de recibir aviones grandes. Cuba, mediante un acuerdo civil, emprendi¨® hace casi dos a?os la construcci¨®n de una pista de 3.000 metros, que permitir¨¢ a Granada explotar a fondo sus recursos tur¨ªsticos. El Gobierno de Estados Unidos insiste, sin embargo, que la verdadera finalidad de la obra es estrat¨¦gica, pues una pista de ese tama?o permite las operaciones de los m¨¢s modernos aviones de guerra de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Bishop evocaba muerto de risa este argumento, y no pod¨ªa menos que hacerlo cuando se recordaba el espect¨¢culo d el presidente Reagan mostrando los dep¨®sitos de materiales de construcci¨®n en las fotos ampliadas como si fueran silos de armas mort¨ªferas.
Lo que m¨¢s impresionaba en la personalidad de Bishop era su simpat¨ªa, capaz de proyectarse en la muchedumbre. Es dif¨ªcil encontrar otro hombre m¨¢s elegante en la tribuna, no s¨®lo por su estampa de casi dos metros y por su gracia caribe, sino por su ingl¨¦s impecable, cultivado en la salsa propia de las universidades inglesas, y por la fluidez y la magia de sus palabras. Como ocurri¨® con Salvador Allende, hab¨ªa que matarlo para sustituirlo en el poder, pero nadie podr¨¢ sustituirlo en la memoria de su pueblo.
Ten¨ªa 39 a?os. No hab¨ªa otro igual a ¨¦l en Granada, ni en muchas leguas a la redonda. De modo que el drama de la isla sin ¨¦l apenas ha comenzado.
Copyright 1983, Gabriel Garc¨ªa Marquez-ACI.
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