El a?o que perdimos la virginidad
Cuando, en una noche casi primaveral del octubre pasado, Alfonso Guerra, de 42 a?os, anunci¨®, con los ojos bien abiertos a que acostumbra, la llegada masiva de diputados socialistas al Parlamento de entre la gente nacida en la posguerra y llena de progres¨ªa acumulada en los interminables a?os del franquismo, pocos pensaron que iban a cruzar el Rubic¨®n de su virginidad pol¨ªtica y perder ¨¦sta para siempre. Y es que pasar de la oposici¨®n de los 100 a?os al Gobierno, como la vida en las pel¨ªculas de Bergman, no es camino de rosas.La losa aquella de 20 toneladas de granito quedaba definitivamente atada en su primaria calidad de roca. Los bien dispuestos a ocupar un cargo, lo encontraron con m¨¢s o menos suerte; los m¨¢s reticentes quedaron sin cargo, pero tambi¨¦n sin referencias fijas. Los primeros, dispuestos a "cambiarlo todo", encontraron las resistencias del caso y, m¨¢s que con "poderes f¨¢cticos" se dieron de bruces con la realidad del propio aparato de la Administraci¨®n, con una sociedad resistente, como todas, a los experimentos y, sobre todo, con una econom¨ªa p¨²blica en riesgo serio de quiebra, resultado de la no-pol¨ªtica en los tiempos pasados.
Un cierto conformismo disfrazado de pesimismo, que a su vez se enmascara romo "optimismo y buena informaci¨®n", se apoder¨® de todos. De Marx no se sabe si quedar¨¢ registrada alguna frase, pero la que estos j¨®venes airados acaban de hacer buena, al menos provisionalmente, es aquella que reza: "El ser determina la conciencia". Al verlos (o vemos, si se quiere), uno tiene la sensaci¨®n de que, m¨¢s que enarbolar banderas para adquirir las tropas, son (o somos) gentes cogidas por un tropel de banderas ya inventadas. Su (nuestra) coherencia es la de la obviedad, y cuando se oye, viniendo de muy alto, "no hay pol¨ªtica macroecon¨®mica de derechas o de izquierdas", uno est¨¢ por a?adir: "?De derechas!". Lo malo es que el d¨¦ficit p¨²blico no da para muchos malabarismos, ello es cierto. Del otro lado, desde quienes no quisieron mojarse el culo en este r¨ªo, nadie se atreve a decir, aunque lo est¨¦ pensando: "?ste puede ser un Gobierno no tan bueno, pero es m¨ªo". Ocurre que sigue siendo antiest¨¦tico hablar bien del Gobierno. A la tribu de los viejos progres de 1962 o de 1968 no le gusta, es obvio, c¨®mo est¨¢ organizada la sociedad, pero lo grave es que no les gusta la sociedad misma, no les gust¨® nunca. A quienes, viejos o recientes, se hallan en permanente "busca de autor", pululando entre la ecolog¨ªa y otros humanismos, nadie les va a convencer de que la cosa est¨¢ tan mal que el Gobierno hace lo que tiene que hacer, y, sin embargo, a nadie se ha enga?ado o, dicho de otro modo, los enga?ados son quienes pensaban que al Estado y a la sociedad se les pod¨ªa dar la vuelta como a las medias de cristal de nuestra infancia.
Nuestros progres no creen en la sociedad en la que viven, y es l¨®gico. Tantos a?os diciendo: "Este pa¨ªs est¨¢ muy bien para marcharse", y luego el pa¨ªs se pone a votar por la izquierda. La conclusi¨®n es clara: esa izquierda no puede ser la m¨ªa.
La p¨¦sima situaci¨®n internacional, la entrada o no en la OTAN, el desempleo, las autonom¨ªas, el terrorismo; en fin, el bienestar entre los espa?oles, no van a resolverse con actitudes est¨¦ticas, que tienen m¨¢s que ver con la buena conciencia que con la realidad de una nacion en crisis.
Ha tocado a la izquierda consolidar el ¨²nico sistema de convivencia civil que se ha inventado: la democracia. Ocurre que una parte de esa izquierda se niega, y en su derecho est¨¢, al doloroso trance del desvirgue. El Estado, el Gobierno, son trenes lentos, llenos de carbonilla. Hay trenes de juguete m¨¢s r¨¢pidos y limpios; sin embargo, se mueven tan s¨®lo dentro de una habitaci¨®n, mientras que los otros, pese a todo, acaban por llevar viajeros y mercanc¨ªas hasta Venta de Ba?os.
Crisis
La ideolog¨ªa de izquierdas, cuya confusi¨®n ha sido proverbial en estos lares, se debate en su crisis m¨¢s grande desde que los ca?ones se callaron en la primavera de 1939. De un lado est¨¢n los restos de quienes creen en la vanguardia como f¨®rmula; de otro, los que sustentan que la sociedad genera generosos y amplios movimientos y est¨¢n atentos para acaudillarlos, y, en fin, quienes est¨¢n en el poder ocupados en ¨¦l d¨ªa a d¨ªa, sin tiempo de leer sino el peri¨®dico, especialmente subrayado en donde se les nombra.El capitalismo, entretanto, pasa por una crisis de garabatillo, sin que nadie parezca interesado en pensar si es posible su sustituci¨®n por otra tosa algo m¨¢s agradable.
Desde la izquierda se critica al Gobierno sin demasiada convicci¨®n, como cumpliendo un tr¨¢mite. Entre tanto, la derecha observa y calla, y menos mal, pues cuando habla suele dar miedo o¨ªrla.
Las leyes civiles, la ense?anza, el aborto, son recibidas en la sociedad como lo que son: avances obvios. Apenas provocan m¨¢s susurros que ruidos a la derecha.
A un a?o vista de las elecciones ser¨ªa cazurrismo, m¨¢s que pesimismo hist¨®rico, el decir que "todo est¨¢ peor", porque no es cierto. Simplemente hemos envejecido m¨¢s de lo dispuesto por el calendario en los 365 d¨ªas, y eso es siempre una mala noticia, que son las ¨²nicas, por cierto, destinadas a aparecer en los peri¨®dicos.
es presidente de la Comunidad Aut¨®noma de Madrid
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