?talo L¨²der, aspecto de presidente
Los ciudadanos argentinos acuden hoy a las urnas en unas elecciones que, adem¨¢s de permitir la elecci¨®n de sus m¨¢ximos representantes pol¨ªticos, supondr¨¢n la vuelta a un r¨¦gimen democr¨¢tico de libertades, tras una dictadura militar que ha llenado de luto al pa¨ªs y le ha sumido en la ruina econ¨®mica y social. Los candidatos a la presidencia por el peronismo y el radicalismo cerraron el pasado viernes sus campa?as con sendos actos masivos, al final de los cuales, tanto Italo L¨²der (en Buenos Aires, ante mill¨®n y medio de personas), como Ra¨²l Alfons¨ªn (en Rosario, ante medio mill¨®n), prometieron que hoy por la noche podr¨¢n hablar como presidentes.
?talo Argentino L¨²der, un abogado de origen suizo-alem¨¢n, de 64 a?os, casado, con hijos y nietos, natural de la provincia de Santa Fe, es un candidato presidencial para el peronismo t¨ªpico de las contradicciones y convulsiones actuales de este movimiento.P¨¢lido y atildado, con cr¨¦dito profesoral como soci¨®logo penitenciario en la facultad de Derecho, moderado, exquisito con su l¨¦xico, incluso en la intimidad, desapasionado, todo lo contrario de un autoritario, dotado de una proclividad casi biol¨®gica al pacto, parece cualquier cosa menos un caudillo peronista.
De origen radical, termin¨® en el peronismo tras la quiebra econ¨®mica de su familia y desarroll¨® una carrera tranquila, de acuerdo con su car¨¢cter, que le llev¨® a alcanzar una senadur¨ªa en el segundo peronismo y, posteriormente, la presidencia del Senado. En calidad de tal, sustituy¨® a Isabel Per¨®n como presidente provisional de la naci¨®n, a cuenta de una enfermedad nerviosa de la se?ora durante su magistratura.
Nunca detenido, fue uno de los abogados que asistieron a Isabelita en su cautiverio y, subsiguientemente, para la recuperaci¨®n de sus bienes encautados y el disfrute de la herencia de Per¨®n. No obstante, es p¨²blico su desentendimiento con Isabelita.
Dentro del Movimiento Nacional Justicialista siempre se mantuvo ajeno a las reyertas irtestinas, dando una imagen -presumiblemente natural- de moderaci¨®n y elevaci¨®n por encima de los rencores partidarios. Durante el per¨ªodo inacabado de reconstrucci¨®n del peronisino tras el golpe militar de 1976 acentu¨® su aislamiento activo (muy contrario al de Isabelita en Madrid), no comprometi¨¦ndose con nadie, dej¨¢ndose querer y atendiendo a todos.
Bas¨® su campa?a interna en la imagen que pod¨ªa aportar a un movimiento con cr¨¦ditos de violencia y psicopat¨ªa social. Casi leptosom¨¢tico, incapaz de levantar la voz ni en los m¨ªtines, tiene aspecto de presidente e inspira, visual y auditivamente, tranquilidad. Norninado candidato junto a otro suizo -el caudillo y notario chaque?o Deolindo Felipe Bittel- gracias al apoyo de las 62 organizaciones de la CGT que dirige Lorenzo Miguel, qued¨®, de alguna manera, atado a las emergentes sindicalistas.
Miguel obtuvo a cambio la primera vicepresidencia del partido -la ejecutiva, la que, en ausencia de la presidente Isabel, re¨²ne todos los h¨ªlos partidarios- y en el esquema de poderes internos (el partido, para los sindicatos, y el Gobierno, para los peronistas eruditos con corbata). S¨®lo fall¨® la candidatura de Antonio Casiero, ex ministro de Econom¨ªa, para la gobernaci¨®n de Buenos Aires. Herminio Iglesias, un cuadrillero molturado de cicatrices, apenas alfabeto, arrebat¨® la candidatura de Casiero mediando presi¨®n f¨ªsica y se ha erigido en el nuevo caudillo peronista.
Se conf¨ªa en las capacidades de L¨²der como futuro presidente si tuviera las manos libres; pero inspira profundo temor su sometimiento -por car¨¢cter y pactos previos- al entorno sindical, que lo mantiene secuestrado.
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