La falsa restauraci¨®n democr¨¢tica de Turqu¨ªa
Los turcos eligen hoy un Parlamento de acuerdo con la mermada Constituci¨®n que ha elaborado el r¨¦gimen militar.
Cuesta trabajo creer que la democracia vuelve hoy a Turqu¨ªa cuando se oye a los l¨ªderes de los tres ¨²nicos partidos que concurren a las elecciones defender el golpe de, Estado de 1980. En sus intervenciones, los nuevos pol¨ªticos que aspiran al Gobierno y a llenar el futuro Parlamento unicameral de 400 esca?os, reconocen que la operaci¨®n del 12 de septiembre de aquel a?o, que puso fin al Gobierno civil y democr¨¢tico de Suleiman Demirel, era necesaria, incluso imprescindible para sacar al pa¨ªs del caos, de un estado de virtual guerra civil.
Para los pol¨ªticos turcos de nuevo cu?o, que han superado los filtros impuestos por los militares para poder concurrir hoy a las urnas, el hecho de que la ley marcial continue vigente, de que haya en marcha procesos masivos contra organizaciones sindicales, de que haya detenidas y condenadas decenas de miles de personas no supone una evidencia de que el pa¨ªs est¨¦ lejos de una aut¨¦ntica normalizaci¨®n democr¨¢tica. Se trata, simplemente, de que "la justicia siga su curso". Para ellos las reticencias y condenas exteriores son prueba, simplemente, de una indignante falta de comprensi¨®n, de que no se sabe cu¨¢l era la situaci¨®n en Turqu¨ªa antes de la operaci¨®n efectuada por el general Kenan Evren, por entonces jefe del Esta do Mayor General.El apoyo a la intervenci¨®n militar es, sin embargo, m¨¢s amplio de lo que en principio se piensa, incluso se puede asegurar que es compartido por la mayor parte de una poblaci¨®n que, en 1979 y 1980, no sal¨ªa a la calle por temor a encontrarse una bala que llevase escrito su nombre. Nadie ha olvidado los tiempos nefastos en que la violencia terrorista se cobraba 20 vidas humanas cada d¨ªa. Un diplom¨¢tico cuenta c¨®mo un tramo de carretera, en las afueras de Ankara, era la tierra de nadie en la que los extremistas de izquierda y de derecha cruzaban sus disparos desde dos colinas pr¨®ximas ya enfrentadas. "Ten¨ªa que llevar cada viernes por esa zona a la chica que trabajaba en mi domicilio hasta la casa de sus padres", afirma, "y volverla a traer el lunes. Me jugaba la vida dos veces por semana".
Incluso hombres de izquierda, como Ugur Mumcu, columnista del diario de centro-izquierda Cumhuriyet, que perteneci¨® a la Asociaci¨®n Turca de la Paz (muchos de cuyos miembros se enfrentan ahora a un proceso masivo, bajo la acusaci¨®n de propagar ideas comunistas) y que incluso estuvo en prisi¨®n tras otra intervenci¨®n militar, la de marzo de 1971, reconoce abiertamente que el golpe de estado era inevitable y que, como tal, fue recibido por la mayor parte de una poblaci¨®n que lleg¨® a estar dominada por el miedo y la inseguridad. "Esto no significa", se apresura a a?adir, "que est¨¦ de acuerdo con muchas de las medidas adoptadas por el actual r¨¦gimen, como por ejemplo las restricciones a la actividad pol¨ªtica, el modelo econ¨®mico puesto en pr¨¢ctica o la forma en que se han planteado estas elecciones".
Antes del golpe, los partidos pol¨ªticos turcos hab¨ªan allanado el camino a la intervenci¨®n militar al crear Gobiernos de escasa base cuya supervivencia, casi siempre fr¨¢gil, se basaba en alianzas antinatura, incluso con partidos de tinte claramente fascista. Cuando en noviembre de 1979, el conservador Partido de la Justicia, de Suleiman Demiral, form¨® Gobierno, tuvo que apoyarse en la extrema derecha del Partido de Acci¨®n Nacional y el conservadurismo isl¨¢mico del Partido de Salvaci¨®n Nacional. La Asamblea Nacional ofreci¨® el penoso espect¨¢culo de m¨¢s de 100 infructuosas votaciones para elegir al nuevo presidente de la Rep¨²blica. Entre tanto el terrorismo aumentaba d¨ªa a d¨ªa su cuota de muertes y el poder civil, a pesar de declarar la ley marcial en gran parte del pa¨ªs, se ve¨ªa impotente para frenar la violencia. Para completar el panorama, la situaci¨®n econ¨®mica era catastr¨®fica.
Pero el Consejo de Seguridad formado por los jefes de las cuatro armas, no ten¨ªa ninguna varita m¨¢gica, ninguna f¨®rmula secreta. Se limitaron a actuar con mano dura y a borrar casi todos los vestigios del r¨¦gimen que acababan de derribar. As¨ª, declararon la ley marcial en todo el pa¨ªs, detuvieron a los l¨ªderes pol¨ªticos, suspendieron toda actividad partidaria, llenaron las c¨¢rceles de sospechosos de actos terroristas, cerraron peri¨®dicos y centrales sindicales, implantaron una f¨¦rrea censura...
El intento de normalizaci¨®n
Pero conscientes de que, en Turqu¨ªa, las formas de la democracia, e incluso su fondo, tienen un fuerte arraigo popular, y de que un r¨¦gimen militar indefinido ser¨ªa, en si mismo, un peligro para la estabilidad interna del pa¨ªs, adem¨¢s de un h¨¢ndicap imposible de superar de cara a Europa, los militares decidieron la "vuelta a la democracia".En realidad, la palabra "democracia" ha estado siempre en la boca de Kenan Evren, desde el mismo d¨ªa del golpe. Tal vez por ello, tuvo buen cuidado de mantener en lo posible las formas y nombr¨® un Gobierno civil, que todav¨ªa preside Bulent Ulusu. Incluso cre¨® una asamblea consultiva de 160 miembros (que hizo las veces de Congreso), en tanto que el Consejo Nacional de Seguridad (en funciones de Senado) ejerc¨ªa de hecho todo el poder.
Los militares decidieron dar al pa¨ªs una nueva constituci¨®n cuyo desarrollo significar¨ªa que Turqu¨ªa era, de nuevo, un pa¨ªs democr¨¢tico. El proceso para su redacci¨®n y aprobaci¨®n fue, en el mejor de los casos, muy discutible. Fue redactado por una asamblea que no hab¨ªa elegido el pueblo, corregida por el CNS y sometida a un refer¨¦ndum en el cual el voto era obligatorio y la propaganda por el "no" o la abstenci¨®n estrictamente prohibida y severamente castigada. Peor a¨²n, las similitudes con los textos de las constituciones generalmente reconocidas como democr¨¢ticas no eran abundantes. En los aspectos esenciales no s¨®lo se otorgan al presidente fuertes poderes, sino que autom¨¢ticamente, con la aprobaci¨®n del texto, se nombra presidente, por un per¨ªodo de siete a?os, al propio Kenan Evren. El Consejo Nacional de Seguridad pasa a ser un consejo presidencial durante seis a?os, las medidas de la asamblea consultiva o del CNS est¨¢n exentas de toda alegaci¨®n de responsabilidad legal, financiera o criminal... Casi todos los derechos individuales o colectivos reconocidos en la Constituci¨®n van seguidos de restricciones que desvirt¨²an. buena parte de su contenido. Los sindicatos no pueden tener objetivos pol¨ªticos: la huelga general, la pol¨ªtica o la de solidaridad est¨¢n prohibidas; los partidos pol¨ªticos no pueden tener ramas femeninas o juveniles ni tampoco lazos con sindicatos u otras organizaciones; el art¨ªculo 69 proh¨ªbe a los miembros fundadores y, administradores, de los partidos disueltos (todos los anteriores al golpe militar) que ocupen cargos similares en un partido de nueva creaci¨®n; un art¨ªculo provisional, el n¨²mero 4, impide que los dirigentes de los viejos partidos puedan formar organizaciones pol¨ªticas durante un per¨ªodo de 10 a?os, as¨ª como ser candidatos, ni siquiera como independientes, en las listas de los que puedan crearse. Similares prohibiciones, por un per¨ªodo de cinco a?os, se imponen a quienes eran senadores o diputados en enero de 1980.
Los nuevos partidos
La nueva ley fundamental, que ven¨ªa a sustituir a la de 1961 (considerada por los militares como fuente de la que man¨® la inestabilidad del sistema antes del golpe), fue aprobada el 7 de noviembre de 1982, con el 91,46% de los votos emitidos. El r¨¦gimen de los generales abr¨ªa la puerta para la vuelta a un r¨¦gimen civil del que no est¨¢n dispuestos a perder el control. Es lo que se ha denominado "democracia engalonada".
En tanto los militares se vanaglorian de que han logrado que la violencia terrorista pase de causar 30 muertos cada d¨ªa a causar un muerto cada 30 d¨ªas, entra en vigor (el 24 de abril de 1983) una nueva ley sobre los partidos pol¨ªticos. A partir del 16 de mayo, las nuevas formaciones comienzan a presentar su documentaci¨®n; ser¨¢ la prueba de fuego de las intenciones liberalizadoras del r¨¦gimen militar. De entrada, la formaci¨®n m¨¢s madrugadora, el Partido de la Gran Turqu¨ªa, a cuyo frente aparece el general retirado Al¨ª Fethi Esener, es prohibida a los 11 d¨ªas de su inscripci¨®n, por considerarse como un intento de resurrecci¨®n del Partido de la Justicia, muchos de cuyos antiguos miembros aparecen en la lista de fundadores.
Varias otras formaciones ser¨¢n admitidas y cobrar¨¢n vida legal, pero s¨®lo tres de ellas pasar¨¢n el doble filtro impuesto: sobre la listas de fundadores y candidatos. En el camino se quedan el Partido Socialdem¨®crata, Sodep, a pesar de que, tras el veto a su l¨ªder, Erdal Inonu (hijo del ex primer ministro y ex presidente, Ismet Inonu), se pone al frente a Cezmi Kartay. La censura es sensible al aroma a Partido de la Justicia que desprende el Partido de la Recta V¨ªa al que tambi¨¦n se impide ir a las urnas.
El men¨² de la casa
El diario derechista Tercuman ha expresado ir¨®nicamente la situaci¨®n que plantean estas elecciones: "Los votantes tendr¨¢n ante ellos s¨®lo un men¨² de la casa y, aunque prefieran comer a la carta, tendr¨¢n que conformarse con lo que se les sirva, o quedarse con hambre.".
Evidentemente, los militares se han cuidado mucho de que se les colara (era imposible. con sus filtros) ninguna candidatura peligrosa. Los tres partidos que concurren a las elecciones comparten lo fundamental y difieren en lo accesono aunque, durante la campa?a, se hayan esforzado en resaltar las diferencias y en dejar claro que el rumbo del pa¨ªs ser¨¢ diferente, seg¨²n que gane uno u otro.
Estos son los tres contendientes: el Partido de la Democracia Nacionalista (PDN) fue considerado desde un principio como la opci¨®n Evren. No s¨®lo su presidente es un general, Turgut Sunalp, de 66 a?os, sino que en sus listas se presentan como independientes el actual primer ministro, Bulend Ulusu y varios miembros de su gabinete. Esta impresi¨®n fue claramente confirmada al final de la campa?a electoral cuando Evren, en un discurso radiotelevisado, pidi¨® sin tapujos el voto para el programa de este partido, que representa la "ley y el orden". Que se plantea, como objetivo declarado prioritario, evitar la vuelta al caos anterior a la operaci¨®n militar.
El Partido de la Madre Patria (MPM) tiene al frente a quien fuera asesor econ¨®mico del ¨²ltimo Gobierno Demirel, Turgut Ozal, de 56 a?os, que, tras el golpe, no s¨®lo no fue purgado, sino que pas¨¦ a convertirse en viceprimer ministro encargado de la direcci¨®n econ¨®mica, hasta que un esc¨¢ndalo financiero provoc¨® su dirnisi¨®n en julio del a?o pasado. Es el hombre del Fondo Monetario Internacional, el adalid de la iniciativa privada, de la desestatalizaci¨®n de la econom¨ªa. Pretende que la explotaci¨®n del puente sobre el B¨®sforo (que une a Europa y Asia) pase a manos privadas. Es, para Ugur Municu, columnista. del Cumhuriyet, el mayor peligro para Turqu¨ªa, una clara amenaza de fascistizaci¨®n y de caer en las manos del Fondo Monetario Internacional.
El Partido Populista (PP) juega la baza de la socialdemocracia y busca los votos de una izquierda que no tiene a quien votar hoy. Su l¨ªder, Necdet Calp, de 61 a?os, fue secretario de Estado con un gobierno de Ecevit, amigo de ¨¦ste, pero se subi¨® al carro del golpe e incluso ha sido subsecretario con el Gobierno de Ulusu. Es el destinado a perder, por m¨¢s que Calp insist¨ªa en afirmar que hoy "habr¨¢ una sorpresa para muchos, pero no para nosotros". Para el l¨ªder del PP, ¨¦ste es el ¨²nico partido aut¨¦nticamente independiente y los fondos que sus rivales est¨¢n empleando para financiar su campa?a demuestran que, en el futuro, tendr¨¢n que pagar una factura.
Las poca fiables encuestas dan como ganador a Ozal. Es el ¨²nico candidato que los turcos conoc¨ªan antes de que se convocaran las elecciones. Sabe hablar ante las c¨¢maras, tiene carisma, promete expansi¨®n econ¨®mica y protecci¨®n a las clases medias. Su posici¨®n de priviligio se ha visto afectada sin. embargo, en el final de campa?a al romper Evren la neutralidad y resaltar las diferencias que le separan de Ozal.
Pero no se descarta que el futuro guarde una f¨®rmula de coalici¨®n entre el PDN y el PMP, con un hombre de la conflanzade los militares a la cabeza del Gobierno, el actual primer ministro. Ser¨ªa, quiz¨¢, la mejor prueba de que la continuidad no se rompe con estas elecciones.
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