Reflexi¨®n sobre la reflexi¨®n
La historia del pensamiento occidental, sistem¨¢tico, reflexivo y organizado, es en gran parte la historia de la formalizaci¨®n interna de sus sistemas. Desarrollando esta idea en un seminario dedicado a los progresos, alcance y sentido de la combinatoria l¨®gica, me permit¨ª sugerir que, quiz¨¢ por la desmedida influencia del modelo matem¨¢tico, cualquier ¨¢mbito de pensamiento disciplinado ha tendido a aumentar sus formalismos internos, no tanto por alcanzar mayor seguridad en la prueba como por ajustarse al modelo ideal de sistema autosuficiente.Parece incuestionable que a la influencia del modelo matem¨¢tico hay que a?adir la del modelo teol¨®gico. pues esta disciplina se ha esforzado en fortalecer su formalizaci¨®n interna, al menos en la direcci¨®n cat¨®lica, expl¨ªcitamente desde el Concilio de Trento.
Sea cual fuere la influencia de estos dos modelos, cuesti¨®n que no vamos a discutir ahora, creo que puede darse como cierto que con el desarrollo y plenitud de la burgues¨ªa contempor¨¢nea, la formalizaci¨®n interna, no as¨ª la externa,alcanz¨® el m¨¢ximo de sus pretensiones. Un ejemplo evidente es la. sociolog¨ªa; otro, la filosofia; la biolog¨ªa, otro, y quiz¨¢ el m¨¢s claro y a la vez discutido, el de la econom¨ªa, sin olvidar la ling¨¹¨ªstica.
Las consecuencias del aquilatamiento y reducci¨®n de las posibilidades de la expresi¨®n no formalizada, actitud que no coincide muchas veces con la legalizaci¨®n de la realidad, se reducen en t¨¦rminos generales a rigidez y limitaci¨®n de la originalidad intelectual.
?sta ha sido la continua batalla de la metaf¨ªsica. Por una parte se ha tendido, desde los aristot¨¦licos primeros, a someter la validez de la reflexi¨®n sobre las preguntas fundamentales al rigor de los formalismos internos de la estructura l¨®gica.
El enorme peso de esta idea gravit¨® siempre sobre los pensadores occidentales hasta Kant, que en esto como en otros casos es un punto de flexi¨®n, pues aceptar el juicio matem¨¢tico como modelo para que la metafisica pueda seguir el camino seguro de la ciencia plante¨® con rigor el problema de la subsunci¨®n de la metaf¨ªsica en la teor¨ªa de la ciencia.
A partir de aqu¨ª comienza la rebeli¨®n de los sistemas filos¨®ficos contra su formalizaci¨®n interna y en cierto modo la vuelta a los presocr¨¢ticos. ?sta es la otra parte que impl¨ªcitamente anunci¨¢bamos antes al comenzar diciendo "es en gran parte".
Se trata del pensamiento sistem¨¢tico que no va m¨¢s all¨¢ en su formalizaci¨®n interna de lo que requiere el m¨¦todo elemental de lo coherente inteligible, desde Plat¨®n hasta nuestros d¨ªas, con tres nombres se?eros en lo que toca a la consideraci¨®n de la metaf¨ªsica como formalizaci¨®n externa seg¨²n ciertos principios fundamentales, pero sin la preocupaci¨®n por los l¨ªmites que a la licitud del discurso imponen los formalismos internos. Me refiero a Bergson, Heidegger y Ortega y Gasset. El propio Wiggenstein, que estaba obsesionado, si se permite la inclusi¨®n de este t¨¦rmino fundamentalmente psicol¨®gico, por las consecuencias filos¨®ficas del lenguaje en cuanto mapa descriptivo r¨ªgidamente formalizado, abandon¨® esta v¨ªa como camino de la fecundidad espiritual.
La grandeza de la metaf¨ªsica y en cierto modo su necesidad procede del hecho de ser la ¨²nica ideolog¨ªa de clase que sistem¨¢ticamente ha roto la tendencia a aumentar, sin cesar sus formalismos internos, separ¨¢ndose de la inclinaci¨®n generalizada a la autolimitaci¨®n, al menos en los casos de mayor generalidad y ambici¨®n intelectual.
La metaf¨ªsica propone de cuando en cuando cuestiones que corresponden o se pueden referir a los supuestos fundamentales de cualquier ideolog¨ªa general en el ¨¢mbito de la cultura de Occidente. En este sentido, la metafisica es ruptura y renovaci¨®n a la vez que reiteraci¨®n. Conviene que no repitamos los vicios antiguos, que no caigamos en el error de los fil¨®sofos del siglo I de entregarse por completo a la ret¨®rica formal y al pragmatismo f¨¢cil. Ahora m¨¢s que nunca, en momentos en que la tendencia a supervalorar los formalismos propende a hacer infecunda la imaginaci¨®n creadora y limitar las posibilidades transformadoras de la clase dirigente, es oportun¨ªsimo fomentar las gran-
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des y fundamentales cuestiones metaf¨ªsicas. No se trata sin m¨¢s de propiciar el estudio acad¨¦mico de la filosoria, sino que humanistas y hombres de ciencia abran de nuevo el turno de las grandes preguntas que plantean, sin prejuzgarlos, los grandes temas del pensamiento occidental, que no porque se olviden dejan de estar presentes, y cuya fuerza impulsa y enriquece a la raz¨®n y a las actitudes vitales que acompa?an al planteamiento de las preguntas capitales que han fecundado la metaf¨ªsica y, como consecuencia, la cultura en general. Entre las consecuencias de la reaparici¨®n generalizada de las preguntas sobre los temas m¨¢s profundos y universales est¨¢ su efecto revolucionario, en cuanto rompe la resignaci¨®n respecto de lo recibido y aumenta la rebeli¨®n ante el imperio de los hechos y las rebeliones f¨¢cticas sobre la raz¨®n. Las grandes conmociones pol¨ªticas y sociales necesitan en sus comienzos cierta dosis de, idealismo.
Los j¨®venes europeos, concretamente los espa?oles, necesitan perder la conciencia lisa que acompa?a a una cultura que ha dejado de ser enigm¨¢tica en el sentido de no proponerse como tema de reflexi¨®n y discusi¨®n las grandes cuestiones sin respuesta ¨²nivoca y suficiente, recurrentes sin embargo y por modo propio unisoslayables, cuya virtud fundamental est¨¢ en que descubren las contradicciones que las ideolog¨ªas parciales ocultan o tienden a ocultar.
En toda Europa, y de modo es pecial en Espa?a, s¨®lo ha habido un renacimiento poderoso de la humanidades y la ciencia, cuando, rebasando la estrechez de los hechos y de la experiencia sobre los propios hechos, la raz¨®n se pregunta sobre s¨ª misma y sobre el sentido ¨²ltimo de los significa dos, rechazando el contento po bre de la formalizaci¨®n interna como meta y horizonte de la reflexi¨®n.
Aunque he hablado de metaf¨ªsica, y en cierto modo a ella vamos a pasar, se trata de profundizar e impulsar la reflexi¨®n sobre la reflexi¨®n, desde el bachillerato hasta la Universidad plenamente y en conjunto, extendiendo ¨¦l impulso a las instituciones sociales m¨¢s diversas de acuerdo con una idea que conviene recalcar: la simple utilizaci¨®n de las computadoras no nos va a resolver los grandes problemas y es necesario que nos sobrepongamos a su naciente imperio, pues el orden del mundo, y fundamentalmente el de la convivencia, no se impone por los hechos ni por las instituciones, sino por la primac¨ªa de unos principios conductores, que sustituyen a los antiguos fosilizados, cuya primac¨ªa se ha de iniciar con la rebeli¨®n intelectual del pensamiento reflexionando sobre las consecuencias objetivas del pensamiento. Tr¨¢tase, en el nivel ¨²ltimo, de la reflexi¨®n sobre la reflexi¨®n constituida en cultura.
Es ¨¦ste y no otro el camino que puede remover en esta ¨¦poca de crisis a la clase dirigente, coloc¨¢ndola frente a s¨ª misma en condiciones de transponer con fecundidad las limitaciones y consecuencias de la formalizaci¨®n excesiva, llegando a las ¨®ptimas consecuencias que los te¨®ricos hemos previsto.
Quiero advertir, por ¨²ltimo, que he escrito lo anterior pe?sando principalmente en los j¨®venes, en casi todos los j¨®venes que huyen del pragmatismo sin encontrar qui¨¦n los conduza hacia el ideal que aparece siempre que el pensamiento, reflexiona sobre s¨ª mismo y sus contenidos. Los millones de j¨®venes que huyen del simple deseo de tener y de ganar, espoleando demasiado al caballo en la huida, sin considerar lo que tan bellamente dijo Petrarca: "E per troppo spronar la fuga ¨¨ tarda".
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