El resfriado de Andropov
LA AUSENCIA de Andropov en los actos del aniversario de la Revoluci¨®n de Octubre podr¨ªa no ser m¨¢s que un hecho accidental: cualquiera est¨¢ a merced de un resfriado, de la obligaci¨®n repentina de guardar cama. Pero, se trata en realidad de otra cosa: el m¨¢ximo dirigente sovi¨¦tico lleva dos meses sin celebrar entrevistas oficiales; ha anulado un viaje a Bulgaria; no ha podido recibir, en Mosc¨² mismo, a personalidades extranjeras, como el ex premier laborista Callaghan, en lo que ten¨ªa un inter¨¦s evidente. No cabe dudar, por tanto, de que Andropov tiene problemas serios de salud y de que no hay, como en cualquier pa¨ªs moderno, una delegaci¨®n moment¨¢nea y p¨²blica del poder, o al menos todo eso sigue en esas zonas de secreto y de especulaci¨®n que rodean al Kremlin. Este a?o, el 66? aniversario de la Revoluci¨®n de Octubre -cuyo significado hist¨®rico profundo queda difuminado, en las ceremonias de Mosc¨², por gestos cada vez m¨¢s rituales y rutinarios- coincide casi exactamente con el cumplimiento de un a?o desde la designaci¨®n de Andropov como secretario general del PCUS a la muerte de Breznev. La sucesi¨®n se hizo, en lo formal, con mayor rapidez de la que muchos, preve¨ªan. A pesar del antecedente preocupante de los 15 a?os que Andropov hab¨ªa pasado al frente del KGB, se despert¨® en la poblaci¨®n sovi¨¦tica cierta esperanza de que algunos cambios positivos deber¨ªan ocurrir. Los comentarios de la Prensa internacional fueron m¨¢s bien favorables. The Economist escribi¨® que si Andropov no era liberal, s¨ª era un conservador ilustrado.Al cabo de un a?o, esas esperanzas de cambio se han traducido en pocas realidades. Precisamente por los cargos que hab¨ªa desempe?ado, Andropov llegaba a la m¨¢xima direcci¨®n con una ventaja sobre, su antecesor y sobre sus colegas: la informaci¨®n. Sab¨ªa lo que pasaba. Y sus campa?as iniciales contra la corrupci¨®n, el absentismo, por elevar la productividad y dar m¨¢s flexibilidad al aparato productivo tocaban realidades candentes y que estaban, en la calle. Una serie de medidas ha podido poner fin a situaciones particularmente escandalosas. Pero si un sistema burocr¨¢tico conserva intacta su estructura sultancial, absorbe con facilidad cualquier correcci¨®n; incluso puede utilizarla para fortalecerse. Lo que no se ha visto en el a?o de Andropov ha sido un gran proyecto de reformas, del. estilo por ejemplo del que Jruschov present¨® en su ¨¦poca; todo ha quedado en cr¨ªticas y proyectos de reformas parciales. Una de las mayores oposiciones a los intentos de cambio est¨¢ en el aparato burocr¨¢tico partido-Estado; sobre todo en unos 6.000 altos funcionarios, de una edad entre 60 y 70 a?os, acostumbrados a interferirse en todo en nombre de los intereses del Partido, y en particular en las decisiones econ¨®micas. Entre los hombres m¨¢s j¨®venes, con una formaci¨®n m¨¢s cient¨ªfica y t¨¦cnica, menos ideol¨®gica, con m¨¢s curiosidad por conocer el mundo de Occidente, existen sin duda criterios m¨¢s pragm¨¢ticos y el deseo de cambios, en el sentido al menos de una reforma econ¨®mica como la realizada en Hungr¨ªa: o sea, de dar m¨¢s responsabilidad a los dirigentes de las empresas, confiar m¨¢s en palancas y est¨ªmulos econ¨®micos, cortar las injerencias del aparato del partido... A ello tend¨ªa el documento del grupo de Novosibirsk, filtrado hace unos meses a la Prensa internacional, y que respond¨ªa al parecer a opiniones del propio Andropov. Pero ¨¦ste, por la raz¨®n que sea, nota sido capaz de abrir cauce a un acceso sustancial de esas nuevas generaciones a puestos de decisi¨®n. Y queda a¨²n por ver otro aspecto: el de si pueden ser viables cambios limitados al ¨¢mbito, por as¨ª decir, t¨¦cnico. Cuando formas de corrupci¨®n se incrustan en todos los niveles del sistema econ¨®mico, es dificil imaginar que se pueda cortar el proceso canceroso sin que miles de voluntades act¨²en con la decisi¨®n de imponer rigor, competencia, eficacia. Pero sin un m¨ªnimo de democracia, sin participaci¨®n amplia, con un sistema basado s¨®lo en ¨®rdenes que vienen de arriba, esas cosas no se corrigen. Se trata pues de un problema pol¨ªtico, y no parece que el equipo de Andropov est¨¦ en condiciones de abordarlo, incluso si desea una mayor efectividad econ¨®mica.
Quiz¨¢ lo m¨¢s sorprendente en este primer a?o de Andropov, sobre todo compar¨¢ndolo con lo ocurrido en circunstancias semejantes de anteriores etapas sovi¨¦ticas, es el no cambio, la casi completa continuidad en los ¨®rganos m¨¢ximos del poder. Concretamente, el Bur¨® Pol¨ªtico sigue incompleto, con s¨®lo 11 miembros, en lugar de los 14, o m¨¢s, que sol¨ªa tener. Andropov no ha querido, o no ha podido, sustituir con materia gris m¨¢s joven las figuras desaparecidas de Suslov, Pelche, Breznev y Kirilenko. Por ello, la direcci¨®n de la URSS sigue siendo b¨¢sicamente una gerontocracia; y el hecho de que crezca el papel de dos o tres personas m¨¢s j¨®venes, como Gorbachov o Romanov, no anula esa realidad. La incapacidad de abrir a la econom¨ªa sovi¨¦tica un camino ,que la permita romper trabas paralizantes y poder competir en condiciones de mayor tranquilidad en el mundo es una de las causas que empuja a una pol¨ªtica internacional m¨¢s r¨ªgida, m¨¢s cerrada al predominio de los factores militares. En ese orden, despu¨¦s de algunas aperturas personales de Andropov, por ejemplo en la cuesti¨®n de los euromisiles, se asiste a un retorno a la pol¨ªtica dura, sin imaginaci¨®n, rutinaria, que personifica el ministro Gromiko. Y a un peso, cada vez m¨¢s visible, de los generales en las decisiones de pol¨ªtica internacional. Situaci¨®n sin duda preocupante, que no puede explicarse por la enfermedad de un hombre; en todo caso por la enfermedad de un Estado, de un sistema.
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