En La Coru?a conservan los primeros recuerdos escolares y pict¨®ricos de Picasso
Para el artista, el traslado a Galicia "fue una fiesta"
"Solamente para m¨ª fue una fiesta el traslado a Galicia. La familia Picasso lleg¨® a La Coru?a a mediados de septiembre de 1891, cuando el artista iba a cumplir 10 a?os, y en la que ¨¦l llam¨® ciudad del viento permanecer¨ªan hasta abril de 1895. Su familia nunca se aclimatar¨ªa y su padre, tras la muerte por difteria de la peque?a Conchita, decide buscar nuevos horizontes en Barcelona. Pero para Pablo sus a?os gallegos fueron definitivos e inici¨¢ticos. Un libro escolar del artista recuerda esos a?os. Un coru?¨¦s lo guarda.
En La Coru?a hizo Pablo Picasso sus primeras revistas artesanales: Azul y Blanco, Torre de H¨¦rcules, La Coru?a..., con su propia publicidad: "Se compran palomas de genealog¨ªa garantizada". Aqu¨ª hizo su primera exposici¨®n p¨²blica, en una parag¨¹er¨ªa de la calle Real; aqu¨ª descubri¨® el juego y el collage art¨ªsticos; aqu¨ª remat¨® los bodegones y las palomas del padre. En vida, el pintor manifestar¨ªa su gran curiosidad por reencontrarse con ejercicios y obras de la infancia. Aparte del conocido ?lbum de La Coru?a, la ciudad a¨²n conserva sorpresas y secretos de aquellos primeros pasos del genio que transform¨® la pl¨¢stica contempor¨¢nea.Lo guarda bajo siete llaves y nos lo ense?a como un tesoro. "Es por lo sentimental, una especie de amuleto descubierto por azar; no s¨¦ el valor econ¨®mico que pueda tener". Hace unos a?os, Jos¨¦ Ram¨®n Pati?o Espido, empleado de banca, se compr¨® un lote de textos antiguos en una librer¨ªa de viejo, la del coru?¨¦s Mat¨ªas, ya fallecido Mat¨ªas ten¨ªa su establecimiento muy cerca del n¨²mero 14 de la calle de Payo G¨®mez. Esta circunstancia no merecer¨ªa su atenci¨®n ni siquiera cuando en la blanquilla de uno de los libros adquiridos ley¨® por encima las se?as de la casa, escritas con l¨¢piz. Como tampoco repar¨® aquel mediod¨ªa de 1970 en la firma, Pablo Ruiz, de su antiguo propietario, aunque sonri¨® con la gracia que irradiaban algunos apuntes y dibujos en los m¨¢rgenes.
Alanceado por una solitaria polilla, el manual escolar Trozos instructivos. Escogidos de autores franceses, subtitulado Coleccionados, clasificados y graduados para servir de lectura y traducci¨®n, obra de Atanasio Mosquera Arana, catedr¨¢tico numerario por oposici¨®n de Lengua Francesa en el Instituto de Segunda Ense?anza de La Coru?a, impreso en la papeler¨ªa Ferrer, en la propia ciudad, en 1892, permaneci¨® congelado, entre sus viejos compa?eros de lote durante varios a?os. "Yo entonces no sab¨ªa casi nada de Picasso; me interesaba la pintura, pero, claro, eran otros tiempos
Aventura del pintor
Pero tambi¨¦n Pati?o se adentra, con el tiempo, en la aventura innovadora del gran pintor. Mira con detenimiento sus l¨¢minas, "sobre todo la ¨¦poca azul, que es la que m¨¢s me gusta", y una noche, en una especie, de alucinaci¨®n borgiana, despu¨¦s de hojar un apartado dedicado a la evoluci¨®n grafol¨®gica de la firma de Picasso, viene a su memoria el viejo manual de franc¨¦s arrinconado en una estanter¨ªa. "Era la firma clavada, la de Pablo Ruiz, repetida en tres ocasiones: dos a l¨¢piz y una a plumilla, con aquel trazo Iberte a pesar de: la edad".
Pati?o Espido fue analizando otro tipo de signos, de detalles; cotej¨® las fechas, las se?as del amanuense con la biograf¨ªa coru?esa del joven Pablo Ruiz Picasso; mir¨® y remir¨® los apuntes de los m¨¢rgenes; se fij¨® en el. vuelo suspendido ,de las palomas irrepetibles, aquellas que llenaban la plaza de los juegos del ni?o que lleg¨® del sur. "Mi madre me vigilaba", cont¨® un d¨ªa el pintor, "le preocupaba lo que hacia en la calle. De todas formas, su vigilancia era escasa, porque desde casa apenas si se ve¨ªa una parte de la plaza de Pontevedra, donde jug¨¢bamos. Mi madre, para vigilarme, se ten¨ªa que subir a la taza del retrete. Se pon¨ªa de puntillas y, a trav¨¦s de un peque?o ventanuco, vigilaba misjuegos".
Patiflo tiene en sus manos un libro con anotaciones y dibujos en m¨¢s de 10 p¨¢ginas: palomas, la silueta de un velero, animales... Ni siquiera en el centenario alarde¨®,de ello. Desatendierido el revoloteo de especialistas y supuestos estudiosos que se interesaron por el hallazgo, tras una referencia period¨ªstica en un medio local, Pati?o comunica su descubrimiento al Museo Picasso de Barcelona. Le contesta su directora, Rosa Mar¨ªa Subirana. "Nos ha interesado rnucho su carta del 16 de los corrientes, as¨ª como el libro de su propiedad, y que verdaderamente creemos perteneci¨® a Picasso en su ¨¦poca de estudiante en La Coru?a, por lo que desear¨ªamos tener m¨¢s contactos con usted". Tambi¨¦n le escribe al pintor antes de que la muerte llame a su refugio franc¨¦s, d¨¢ndole cuenta de esta huella recuperada de la inf¨¢ncia. Despu¨¦s, Pati?o no se afana por mercantifizar lo que fue fruto del azar y guarda su peque?o tesoro. De donarlo, le gustar¨ªa que que para en Galicia, en un museo que agrupara recuerdos del pasode Picasso por el pa¨ªs. Ahora nos lo muestra, mientras cuenta que en los ratos libres que permite el trabajo sigue con su afici¨®n de revolver en las libreras de viejo.
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