Sobre el cambio pol¨ªtico
El eslogan del PSOE en las elecciones de hace un a?o, el del cambio, fue puesto en pr¨¢ctica con anterioridad -en opini¨®n del autor- por la Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico (UCD), que llev¨® a cabo una profunda transformaci¨®n de la sociedad espa?ola, aunque no pudo realizar totalmente esa tarea debido a sus divisiones pol¨ªticas internas.
El cambio est¨¢ en la esencia misma del hombre y de la sociedad humana. Esto, que dicho de una sociedad determinada en un tiempo hist¨®rico dado, es verdad siempre, es, digamos, m¨¢s visible cuando los cambios se acumulan y aceleran. Tal ha sido el caso de la historia reciente de la sociedad espa?ola, en un contexto mundial de cambio tan r¨¢pido y profundo como el suyo. Quiz¨¢, la acci¨®n del pol¨ªtico se caracteriza de manera primaria por ser un intento permanente, cuando triunfa y tambi¨¦n cuando fracasa, de encauzar, gobernar e intentar dirigir, el flujo de los complejos cambios p¨²blicos que condiciona su sociedad y la vida de su pueblo.El cambio fue el lema del PSOE en las elecciones del 28 de octubre de 1982, y esta idea fuerza se la propon¨ªa a unos electores que pertenec¨ªan a una sociedad y a un Estado que desde 1976 hab¨ªa sufrido una vertiginosa transformaci¨®n pol¨ªtica, pasando de una dictadura a una democracia, de un sistema pol¨ªtico y administrativo totalmente centralizado a una descentralizaci¨®n casi federal, todo ello para encauzar y dirigir pac¨ªficamente a esta sociedad espa?ola de final del siglo XX, en un momento en que la crisis econ¨®mica m¨¢s grave, profunda y generalizada que se ha conocido desde 1929, impon¨ªa a todo el mundo, y muy especialmente al llamado mundo occidental, un traum¨¢tico cambio en sus modos de producci¨®n y en su nivel de empleo, dando al traste con el Estado providencia desarrollado durante los felices cincuenta y sesenta.
El ¨¦xito del lema, el cambio, fue arrollador para el PSOE y literalmente aplastante para el Gobierno del que yo formaba parte y para lo que entonces quedaba de UCD, que ya no era mucho. Dicho de paso, creo que la desaparici¨®n de UCD como fuerza pol¨ªtica y, sobre todo, de lo que quiso UCD significar, no ha sido ni positivo ni bueno para la vida p¨²blica espa?ola.
No me cabe duda de que el cambio que el PSOE propon¨ªa a los electores era, por una parte, un cambio, en cierto modo, relativo, un cambio por comparaci¨®n al Gobierno y a la acci¨®n pol¨ªtica de UCD y, por otra, la promesa electoral de hacer aquellos cambios de estructura social, administrativa y econ¨®mica que, ajuicio del PSOE, la actual sociedad espa?ola en este momento necesitaba.
Aunque parezca parad¨®jico, creo que los 10 millones de espa?oles que, votando al PSOE, votaron, hace un a?o, por el cambio, estaban dando fe, en gran medida, de que el cambio ya se hab¨ªa producido. El cambio que signific¨® la instauraci¨®n de la democracia constitucional, confirmado plenamente en las elecciones de 1976, en la aprobaci¨®n de la Constituci¨®n y en las elecciones generales y municipales de 1982. Cambio de formas pol¨ªticas que acoge, encauza y permite la expresi¨®n de otro cambio m¨¢s lento, quiz¨¢ menos visible, pero incontenible y poderoso: el que fueron experimentando la sociedad y la econom¨ªa espa?ola, por causas end¨®genas y ex¨®genas, desde 1959 a 1973. Y el cambio, en definitiva, que permiti¨® que el triunfo socialista de hace un a?o se aceptara en paz y en orden por todos los espa?oles. En esa pac¨ªfica aceptaci¨®n est¨¢ la mayor prueba y triunfo del cambio conseguido.
El cambio estaba hecho
Nuestra transici¨®n pol¨ªtica, hay que repetirlo una y otra vez, fue una obra maestra llevada a cabo en paz y en libertad contra los pron¨®sticos y los temores de muchos y a pesar del sangriento intento desestabilizador del terrorismo. Esta obra se la debemos, en primer y destacad¨ªsimo lugar, a su aut¨¦ntico y continuo impulsor y defensor: el rey Juan Carlos I; en segundo lugar, a Adolfo Su¨¢rez y a los hombres que con ¨¦l participaron en sus Gobiernos y en su acci¨®n pol¨ªtica, y en tercer lugar, a la oposici¨®n democr¨¢tica de uno y otro signo. Respecto a Adolfo Su¨¢rez, me alegra la rehabilitaci¨®n de su papel hist¨®rico que algunos han empezado a hacer; es de justicia, aunque algunos de los que ahora lo alaban tanto le atacaron y denostaron cuando gobernaba.
Repito, a partir de las elecciones de junio de 1977, el cambio pol¨ªtico que la mayor¨ªa de la sociedad espa?ola quer¨ªa lo protagonizaron en la acci¨®n de gobierno la coalici¨®n de personas y tendencias que en torno a Adolfo Su¨¢rez formaron la Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico o colaboraron con ella.
UCD y su presidente, Adolfo Su¨¢rez, cumplieron durante cuatro a?os y medio uno de los cambios m¨¢s profundos y decisivos de la forma pol¨ªtica del Estado espa?ol en paz y en libertad, e iniciaron el gran cambio que una sociedad espa?ola joven, libre y din¨¢mica requer¨ªa. Despu¨¦s, esa misma UCD y su presidente, Calvo-Sotelo, defendieron la permanencia y consolidaci¨®n de las instituciones democr¨¢ticas y, por tanto, la posibilidad pac¨ªfica de otros cambios, en circunstancias nada f¨¢ciles.
Pero UCD se ha deshecho, yo creo que para siempre. Se ha deshecho desgarrada por unos conflictos internos, en los que las peleas de los notables eran causa y efecto de esos mismos conflictos. M¨¢s que un partido, UCD fue siempre, de hecho, una coalici¨®n de tendencias pol¨ªticas, no siempre bien definidas, y de personalidades, y cabe preguntarse a la luz de lo ocurrido si no hubiera sido mejor haberla dejado en coalici¨®n como en las elecciones de 1977. No pudieron aguantar y menos superar Adolfo Su¨¢rez, ni Rodr¨ªguez Sahag¨²n, ni Calvo-Sotelo la tensi¨®n, el choque disgregador entre la izquierda y la derecha de UCD, aunque las dos alas eran necesarias en un partido de centro para el fin primordial de la transici¨®n pol¨ªtica. No se pudo superar la ambig¨¹edad doctrinal y de acci¨®n que esta tensi¨®n creaba. No se pudo en tales condiciones hacer frente con ¨¦xito al asalto externo, incluso de extramuros de la pol¨ªtica, de la derecha y de la izquierda contra UCD. El centro, protagonista del cambio desde 1977 a 1982, se hundi¨®, abandonado por Fern¨¢ndez Ord¨®?ez y los suyos, por Oscar Alzaga y los que con ¨¦l formaron el PDP, y por su propio fundador, Adolfo Su¨¢rez.
Estoy convencido de que UCD deja detr¨¢s una obra pol¨ªtica de restauraci¨®n de las libertades democr¨¢ticas, de gobierno y de defensa de las instituciones reci¨¦n creadas, de un valor y una importancia muy superiores al espect¨¢culo de su indisciplina como partido pol¨ªtico, que no lleg¨® a cuajar, y de su penoso final. Es posible que el intento pol¨ªtico que UCD signific¨® no tuviera, en la Espa?a actual, otra justificaci¨®n que el gran cambio de la transici¨®n pol¨ªtica y la instauraci¨®n de la monarqu¨ªa parlamentaria constitucional y democr¨¢tica, y que, una vez logrado el cambio pol¨ªtico, terminara su raz¨®n de ser. Descanse en paz UCD y sirva de lecci¨®n para el futuro.
Despu¨¦s de UCD
A ocupar el vac¨ªo dejado por UCD, su espacio pol¨ªtico, se lanzaron con ¨¦xito desigual, por una parte, la coalici¨®n formada por AP-PDP y UL y, por otra, el PSOE. Y el PSOE, con sus propias fuerzas y las que arrebat¨® al centro y a la izquierda, tuvo un triunfo electoral sin precedentes en la historia de la democracia parlamentaria espa?ola de antes y de ahora. Con su triunfo, el lema el cambio, ha pasado a ser el del Gobierno actual. Los cambios que UCD hubiera podido seguir realizando estaban, en los ¨²ltimos tiempos, trabados por su debilidad pol¨ªtica creciente y su posici¨®n cada d¨ªa m¨¢s minoritaria a partir de septiembre de 1981 en la C¨¢mara de los Diputados.
Los 10 millones de votantes que respaldaron el triunfo y el Gobierno del PSOE apoyaban que el cambio continuara y se profundizara de acuerdo con el programa pol¨ªtico del partido socialista, de un partido que hab¨ªa eliminado de sus se?as de identidad la definici¨®n de marxista y de su programa econ¨®mico, las nacionalizaciones. No cabe duda de que una parte importante, parece que mayoritaria del PSOE, se hace campeona de continuar el cambio de la sociedad y de la econom¨ªa espa?ola desde la moderaci¨®n y la paz social, y en esta misma l¨ªnea, creo, est¨¢ la tendencia mayoritaria de UGT.
Por otra parte, los espa?oles que votaron la coalici¨®n que a s¨ª misma se define como conservadora-liberal, tambi¨¦n aceptan el cambio que la democracia supone, y ofrece en su programa otro cambio para esta sociedad espa?ola sacudida por la crisis econ¨®mica mundial y nacional y por la necesidad de encontrar caminos que aseguren trabajo, crecimiento econ¨®mico, paz social, justicia y libertad.
En una y otra formaci¨®n pol¨ªtica, el cambio es un presupuesto esencial explicitado o no. Lo que el cambio significa y c¨®mo realizarlo es lo que separa, en ocasiones de forma radical, a uno y otro.
Tambi¨¦n a ese cambio sirvieron en su momento UCD y los hombres ciue se lanzaron al ruedo de la pol¨ªtica. Un cambio que quisimos pac¨ªfico, a pesar del combate sangriento del terrorismo, un cambio con el que quer¨ªamos superar la crisis econ¨®mica y dar trabajo, libertad y paz a la sociedad espa?ola.
Pr¨¢cticamente conseguido el cambio que la democracia constitucional y parlamentaria supuso, la crisis econ¨®mica mundial y nacional, que no son isocr¨®nicas, plantea a Espa?a en estos a?os la necesidad de otros cambios profundos en su estructura econ¨®mica si no quiere verse cada vez m¨¢s empobrecida, m¨¢s lejana del pelot¨®n de cabeza de los pa¨ªses industriales y, por tanto, con menor capacidad de asegurar a los espa?oles trabajo y libertad. El cambio por el cambio no tiene sentido ni en el mundo f¨ªsico ni en las sociedades humanas. El conservadurismo a toda costa est¨¢ condenado por la misma esencia temporal y cambiante de las cosas y de los hombres. Cambio y conservaci¨®n se necesitan rec¨ªproca y permanentemente como t¨¦rminos dial¨¦cticos de lo que debe durar y afirmarse como valor en desarrollo y de lo que debe desaparecer.
Los cambios que se han producido, se est¨¢n produciendo y habr¨¢n de producirse en la sociedad espa?ola, requieren una mayoritaria aquiescencia a los sacrificios que habr¨¢ que aceptar y quiz¨¢ a las penurias que tendremos que soportar, en esta hora de Espa?a, para primero mitigar y luego superar el problema del paro y para vencer el reto del terrorismo.
Ahora, la responsabilidad del cambio y el lema han pasado al PSOE y a su Gobierno mayoritario. ?ste es el juego de la democracia. Que el cambio, el que ahora ofrece el Gobierno socialista, y el que alg¨²n d¨ªa ofrecer¨¢n otros partidos pol¨ªticos, pueda seguir desarroll¨¢ndose dentro de los cauces de libertad, de respeto al ciudadano y a sus derechos fundamentales, debe seguir siendo para todos los dem¨®cratas el objetivo fundamental.
fue ministro de Industria y de Defensa en los Gobiernos de UCD.
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