M¨²sicos
El hombre tiene hoy muy mala fama. En cambio los animales gozan cada d¨ªa de mayor prestigio. Algo parecido sucede tambi¨¦n con el arbolado. Existe un g¨¦nero de ternura-moderna especializada en contarnos la humilde armon¨ªa de las fieras y la suave hermosura de los valles en cuyo alveolo inocente se inserta como una maldici¨®n la crueldad del ser humano. Ahora se habla mucho de violencia y en medio de esta tabarra no se alude para nada a los cataclismos de la corteza terrestre ni a la eficacia diab¨®lica de ciertos virus, terremotos, tiburones, mosquitos letales y desprendimientos de comisa, sino ¨²nicamente a la risue?a costumbre de matar, que se deriva de la sangre de Ca¨ªn. En este planeta la muerte es un tipismo. Y en esta fiesta el descendiente del mono no es ning¨²n rey del folklore. S¨®lo se halla inscrito como un figurante. Pero al menos este comparsa se ha tomado la molestia de poner m¨²sica a la propia escabechina.Desde el hacha de s¨ªlex el hombre no ha dejado de evolucionar hacia la sensibilidad de forma constante. Para exterminar al contrario, los ¨²ltimos matarifes exigen ya instrumentos de alta precisi¨®n, utilizan armas que no ensucian las manos, aunque los poemas con que se ilustra la carnicer¨ªa han bajado mucho de calidad. En tiempos del clasicismo los h¨¦roes pasaban a cuchillo a los ni?os, abr¨ªan los vientres del contrario y se zampaban sus entra?as con una alegr¨ªa inmensa. Luego llegaba Homero e hilaba c¨¢nticos sublimes para celebrar un trabajo bien hecho. Los salmos jud¨ªos esconden dentro de su belleza la atrocidad b¨ªblica y tambi¨¦n se han convertido en literatura refinada como los cantares de gesta, las soflamas de Pedro el Ermita?o o de San Anselmo predicando las cruzadas, los romances fronterizos, los sermones moralistas y los himnos nacionales. En la primera guerra Mundial se cantaba La Madel¨®n. Los nazis tarareaban nost¨¢lgicamente la tonadilla de Lil¨ª Marien, mientras hac¨ªan jab¨®n. con carne dem¨®crata y las batallas de Vietnam a¨²n fueron bien orquestadas por Joan Baez y Bob Dylan. ?Pero qu¨¦ poeta, qu¨¦ gran violinista amenizar¨¢ la pr¨®xima hecatombe? Ese es el problema. Despu¨¦s de la guerra at¨®mica no van a quedar ni los m¨²sicos. En medio del silencio solo la naturaleza seguir¨¢ haciendo de las suyas. Y nadie escribir¨¢ La Il¨ªada.
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