La cara oculta del Museo del Prado / y 2
La desnudez decorativa y la frialdad de los muros, pintados severamente de blanco, apenas matizado, s¨®lo son buenos para, ciertas pinturas muy concretas -quiz¨¢ el Greco, quiz¨¢ algunos primitivos italianos, idealmente hermanados con la cal y la pietra serena- y, por supuesto, para la pintura contempor¨¢nea, que en aquellos a?os lograba sus mejores aciertos. En el museo de Arte Abstracto de Cuenca hay un ejemplo deslumbrador, que bien conocen quienes trabajan para el Prado. Aque?a desnudez muscol¨®gica no fue sino una moda, de la que han vuelto ya casi todos los grandes museos del mundo, que han aprovechado, por supuesto, la lecci¨®n y han mantenido esos modos para sus salas de arte contempor¨¢neo. No es ¨¦ste el caso del Prado, desde luego, que se inscribe por entero en otra tradici¨®n y pretende restablecer el equilibrio entre su severidad tradicional y un adecuamiento de color y materia a las distintas exigencias de cada uno de los grandes conjuntos que atesora, en modo an¨¢logo -y creo incluso que bastante m¨¢s acertado- a lo que procura desde, hace algunos a?os la National Gallery de Londres, el Metropolitan Muscum de Nueva York e incluso el Ermitage. Los elogios a las instalaciones hechas con esos criterios son abrumadoramente positivos, frente a ciertas cr¨ªticas en exceso personalizadas y llamativas.Correciones
Los errores que hayan podido cometerse en un pasado pr¨®ximo -errores, creo, m¨¢s de realizaci¨®n que de concepto- se ir¨¢n corrigiendo al hilo de las obras en curso, sin desde?ar cuanto de positivo hay en las cr¨ªticas que se alzan.
La vigilancia y protecci¨®n de las obras ante las avalanchas de visitantes, que felizmente -pues no quiero renunciar a c considerarlo as¨ª- han invadido el museo, trae consigo una serie de medidas l¨®gicas: la limitaci¨®n del n¨²mero de personas que simult¨¢neamente se hallen en el museo, cosa ya establecida por una prudente decisi¨®n del. Ministerio, y el aumento del n¨²mero de celadores, para atender y conducir a esos visitantes, controlando, de modo an¨¢logo, la cabida ideal de cada sala. Este aumento, como en el caso de los restauradores, escapa por ahora a la competencia del museo mismo, que reclama insistentemente el aumento de sus plantillas y su dotaci¨®n con personal id¨®neo, y en cuya retribuci¨®n se tomen en consideraci¨®n las especiales caracter¨ªsticas y responsabilidades de su trabajo.
Pero conforme se avanza en la instalaci¨®n definitiva de ciertos fondos del museo en las zonas en que las obras van d¨¢ndose por concluidas, se evidencia, una vez m¨¢s, la insuficiencia de sus locales.
Una exigencia primaria
La ampliaci¨®n del museo para la adecuada exhibici¨®n de sus fondos y disponer de salas de exposiciones temporales amplias, c¨®modas y f¨¢cilmente compartimentables se presenta, cada d¨ªa m¨¢s, como una exigencia primaria.
Las grandes exposiciones del Greco y de Murillo pudieron hacerse s¨®lo a costa de desmontar la galer¨ªa central, mutilando seriamente las colecciones permanentes del museo. La exposici¨®n Goya, organizada por los Amigos del Prado, demostr¨® la insuficiencia de unas salas apresuradamente ultimadas, con la pretensi¨®n de albergar las exposiciones temporales de gran porte. Murillo no hubiese podido exhibirse all¨ª, como al parecer se pens¨®.
La exposici¨®n de la Pintura espa?ola de bodegones y floreros, que se ha presentado, organizada por el Prado, se exhibe en las salas de la Direcci¨®n General de Bellas Artes, pues en la situaci¨®n actual de las obras no es, en modo alguno, aconsejable vaciar de nuevo salas de exposici¨®n.
Para el Prado es absolutamente prioritario disponer de un nuevo edificio, pr¨®ximo, de noble car¨¢cter, acorde con sus caracter¨ªsticas exteriores y que permita, en su interior, la libertad de que el edificio de Villanueva no puede disponer. Muchas veces se ha se?alado ya cu¨¢l es el edificio que re¨²ne esas caracter¨ªsticas, y parece obligado volver sobre ello. El palacio de Villahermosa -dejando aparte las lamentaciones por lo que pudo perderse de su interior en la reforma a la que fue sometido hace unos a?os- presenta hoy todas las condiciones requeridas para ser la ampliaci¨®n ideal y definitiva del museo. En manos del Ministerio de Cultura -y del de Hacienda- est¨¢ el resolver definitivamente esta cuesti¨®n, que toca a la ampliaci¨®n, tan necesaria, a las exposiciones temporales y al adecuado almacenamiento de cuanto patrimonio del Prado hay disperso, amenazado y necesitado de rescate y restauraci¨®n, para su posterior empleo en exposiciones itinerantes y en dep¨®sitos razonables.Elementos positivos
Esos son -siguen siendo, pues han sido repetidamente se?alados- los problemas del museo hoy. Pero deben se?alarse tambi¨¦n ciertos elementos positivos y ciertas realizaciones en marcha, a un ritmo que no es quiz¨¢ el deseado pero que subrayan una renovada vitalidad.
Para que el museo pueda realizar la labor de proyecci¨®n de educaci¨®n que tantas veces he reclamado, es preciso una m¨ªnima estructura administrativa. Ya contamos en el museo con un gabinete pedag¨®gico, o al menos con un director del mismo, y confiamos en iniciar de inmediato un curso para educadores, que permita la mayor proyecci¨®n pedag¨®gica del Prado. La colaboraci¨®n de la Fundaci¨®n Amigos del Museo del Prado, para financiar la puesta en marcha del imprescindible material did¨¢ctico para las visitas escolares, ser¨¢ fundamental en este caso y, por supuesto, una vez m¨¢s, se reclama la dotaci¨®n de personal adecuado.
La sala de conferencias y auditorio, cuya inauguraci¨®n habr¨ªamos deseado para este mes de octubre, se retrasa un tanto, por lo que las conferencias populares que se organizan cada s¨¢bado habr¨¢n de seguir realiz¨¢ndose provisionalmente en una sala del museo. Junto a las lecciones populares se ha previsto de inmediato, para este oto?o, un ciclo dedicado a la pintura de la naturaleza muerta, en relaci¨®n con la exposici¨®n ya indicada, y otro a Claudio Lorena, con motivo de su centenario y de la preparaci¨®n de una exposici¨®n conmemorativa, que se aplaza hasta enero, pues antes se montar¨¢ El ni?o en la pintura, una exposici¨®n de car¨¢cter popular, que se har¨¢ coincidir con Juvenalia y que luego circular¨¢ por diversas ciudades espa?olas.
En los aspectos que tocan a la labor cient¨ªfida e investigadora, quiz¨¢ valga la pena recordar que el Cat¨¢logo de los dibujos italianos del siglo XVII obra de la subdirectora Manuela Mena, que acaba de publicarse, es, de hecho, una excepcional aportaci¨®n del m¨¢s riguroso car¨¢cter cient¨ªfico y que la exposici¨®n que ha acompa?ado esa publicaci¨®n, y a¨²n es visitable, resulta de una novedad y belleza cuya excepcionalidad todos han subrayado.
Dispuestos para la imprenta, pendientes de las consignaciones econ¨®micas necesarias, est¨¢n el tomo III de los Inventarios reales, que el Prado viene publicando y que son instrumento de trabajo. fundamental para la historia del museo y sus colecciones, as¨ª como para toda la historia del arte y el coleccionismo europeo, y el cat¨¢logo de la secci¨®n del siglo XIX (Cas¨®n del Buen Retiro), obra del subdirector encargado de ella, se?or De la Puente. La importancia de este cat¨¢logo se subraya sola, si se piensa que desde 1900 no se ha publicado cat¨¢logo alguno del que fue Museo de Arte Moderno.
Inventarios realesMuy avanzada va tambi¨¦n la preparaci¨®n de la publicaci¨®n de los inventarios reales del museo, con la que pretendemos terminar definitivamente con la peri¨®dica aparici¨®n de informaciones sobre la desaparici¨®n de cuadros del Prado. S¨®lo la publicaci¨®n completa de los viejos inventarios, con la indicaci¨®n del paradero actual de cada obra, podr¨¢ acabar de una vez para siempre con la confusi¨®n y la duda maliciosa respecto a sus fondos, dando la medida verdadera de las p¨¦rdidas, que las hay, por supuesto, pero perfectamente verificables, y, por fortuna, limitadas. Es empresa ¨¦sta larga y costosa, que requerir¨¢ ayudas econ¨®micas de cierta entidad para financiar la adecuada publicaci¨®n.
Y para acabar, la cuesti¨®n que debiera ser primera y que persiste en su ambig¨¹edad, aunque clame por su soluci¨®n. Sigue en pie, el problema de la autonom¨ªa administrativa y gerencial del museo. A¨²n no se ha encontrado la f¨®rmula jur¨ªdica que garantice al Prado la necesaria agilidad de gesti¨®n, la elaboraci¨®n de sus propios presupuestos y la disponibilidad de sus ingresos, de modo que su vida cotidiana no se vea maniatada por una serie de ataduras burocr¨¢ticas, que contin¨²an impidiendo la puesta en marcha de iniciativas y proyectos que tropiezan a diario con las limitaciones de una legislaci¨®n que- ignora lo que debe ser la vida de una instituci¨®n que representa a los ojos del mundo lo m¨¢s significativo de nuestra cultura y lo m¨¢s brillante y perdurable. de nuestra historia.
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