La escalada horizontal
La ocupaci¨®n militar de la isla de Granada ha sido uno de los acontecimientos m¨¢s sonados de las ¨²ltimas semanas. El coro. de las protestas fue mayoritario en la opini¨®n internacional debido a los endebles argumentos jur¨ªdicos invocados para justificarla. En los propios medios de comunicaci¨®n norte americanos se han dado en este asunto contradicciones y curiosas paradojas. En un reciente n¨²mero del Herald Tribune, por ejemplo, simultaneaban la p¨¢gina editorial tres puntos de vista diferentes. En un ir¨®nico y devastador art¨ªculo, el gran columnista William Pfaff sosten¨ªa que era el primer paso de Estados Unidos "hacia un nuevo colonialismo". En otro largo y juicioso comentario, el congresista dem¨®crata y presidente del Comit¨¦ Parlamentario de Asuntos Interamericanos, Michael Barnes, que acudi¨® a la isla invadida en demanda de datos informativos reales, llegaba a la conclusi¨®n de que la invasi¨®n estaba justificada y que los peligros de la situaci¨®n all¨ª creada tras el asesinato de Bisihop eran considerables. Su informe -el de Barnes- fue decisivo en modificar la opini¨®n expresada por el presidente de la C¨¢mara, el verano dem¨®crata Tip O'Neill, al comienzo del episodio en que lo rechaz¨® de plano. El tercer punto de vista de la p¨¢gina del Herald Tribune era un feroz editorial del New York Times titulado Rendici¨®n para 1984. La rendici¨®n era precisamente la del viejo luchador y speaker del Congreso, que resum¨ªa as¨ª las razones de su total cambio de criterio: "La opini¨®n p¨²blica norteamericana es la que est¨¢ detr¨¢s de este proceso. A?os enteros de frustraci¨®n han sido superados por esta invasi¨®n. La gente se siente reconfortada. Y los representantes de esta C¨¢mara est¨¢n siendo sensibles a esta tendencia de los, votantes". Digamos para terminar que los muestreos han registrado una espectacular alza de la popularidad del presidente Reagan, que lleg¨® a cotas nunca alcanzadas antes de la invasi¨®n. Pero merece la pena analizar el episodio dentro del contexto general en que se encuentra hoy el mundo.Estamos, en efecto, dentro de una tensi¨®n acrecentada entre el Oeste y el Este, locuci¨®n eufem¨ªstica que sirve para no decir crudamente entre los Gobiernos de Washington y Mosc¨². No quiere la Uni¨®n Sovi¨¦tica ofrecer una imagen complaciente o endeble en v¨ªsperas de una eventual negociaci¨®n sobre los misiles en Europa. Es muy posible que el derribo del avi¨®n comercial surcoreano sea uno de los s¨ªntomas de esa r¨ªgida y violenta actitud en materia de sensibilidad a ultranza en lo que se refiere a problemas de soberan¨ªa fronteriza. ?Puede extenderse esa explicaci¨®n a la matanza de los ministros surcoreanos en Rang¨²n, a la invasi¨®n libia de Tchad septentrional y a la voladura del cuartel de los marines americanos, de los paras franceses y de los soldados israel¨ªes en L¨ªbano? Muchos observadores juzgan que son acontecimientos que, en ¨²ltimo t¨¦rmino, se hallar¨ªan conectados entre s¨ª. ?Cabe calificar esta hip¨®tesis, la inva
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si¨®n de Granada, como respuesta a la escalada antedicha? Una modalidad de la reciprocidad reciente de la violencia entre las grandes potencias contendientes es la llamada escalada horizontal. No se replica en el mismo tablero, sino en otros situados a miles de kil¨®metros de distancia y en ¨¢reas de influencia enteramente diferentes.
La presencia de contingentes militares cubanos en tierras de ?frica es uno de los episodios m¨¢s significativos de los ¨²ltimos a?os. En Angola y Mozambique sirven de soporte decisivo a los reg¨ªmenes all¨ª existentes. Y asimismo, en los conflictos militares del Cuerno de ?frica, situado en la entrada del mar Rojo. Su intervenci¨®n ha resultado de notorio relieve. La entrada en el escenario de la tensi¨®n internacional de ese importante n¨²cleo de soldados hispanohablantes, transportados al continente africano en espectacular operaci¨®n log¨ªstica, es uno de los elementos activos del forcejeo entre las superpotencias. Granada es la pieza meridional del collar isle?o que cierra las aguas del Caribe. Pertenece a la Commonwealth brit¨¢nica y su jefe de Estado nominal es la reina Isabel. Su posici¨®n estrat¨¦gica le podr¨ªa conferir un eventual papel con grave riesgo para el tr¨¢fico mar¨ªtimo petrolero entre Oriente Pr¨®ximo y los puertos atl¨¢nticos del sur de Estados Unidos. ?Hab¨ªa en Granada una verdadera guarnici¨®n cubana, una apoyatura log¨ªstica para despliegues armamentistas importantes, silos para cohetes, unos almacenes de munici¨®n y una pista de aterrizaje y despegue que supon¨ªan una aut¨¦ntica amenaza para la seguridad de Estados Unidos? ?sa es la cuesti¨®n irresuelta que flota en el aire.
Invocar argumentos jur¨ªdicos en la actual escalada de violencias resulta necesario. Nadie debe declararse ajeno o indiferente al imperio de la ley internacional. Ni en la Carta de las Naciones Unidos, ni en el Estatuto de la OEA, ni en los prop¨®sitos del tratado de 1981 que fund¨® la Organizaci¨®n de Estados del Caribe Este hay, al parecer, asidero legal convincente que permita una invasi¨®n preventiva contra futuros e hipot¨¦ticos peligros. Pero hay que reconocer, asimismo, que si las dos superpotencias se empe?an en continuar el pulso de la escalada contemplaremos un rosario de golpes y contragolpes en el calendario de los meses pr¨®ximos. La cercan¨ªa de las elecciones norteamericanas no ayudar¨¢ a reducir la c¨¢lida temperatura pol¨ªca internacional. Andropov tiene la comodidad de que no necesita hacer frente a una opini¨®n p¨²blica interior a la que dar cuenta de sus movimientos. Ello ayuda tambi¨¦n a las posibles salidas en que hubiera que perder la cara, como ocurri¨® en la crisis de los misiles de Cuba en tiempos de Jruschov.
Entramos en un per¨ªodo internacional de sobresaltos que durar¨¢ mucho tiempo. Mitterrand ha calificado al a?o pr¨®ximo como "el m¨¢s peligroso". Posiblemente ser¨¢n varios a?os. Una confrontaci¨®n nuclear en forma de guerra mundial es altamente improbable, ya que nadie ni la desea ni la busca. En cambio, las guerras convencionales existentes hoy en el mundo entre pa¨ªses de tama?o medio por razones de rivalidad fronteriza, racial o religiosa continuar¨¢n su sangriento curso. Desde el a?o 1945 ac¨¢ hubo no menos de 40 de estos conflictos en el mundo, con millones de v¨ªctimas, aunque se ha dado en decir que fue "un largo per¨ªodo de paz", lo cual es cierto si se aplica esa frase a Europa solamente. En casi todos estos enfrentamientos hay una implicaci¨®n o presencia directa de los protagonistas m¨¢ximos de la tensi¨®n mundial, que, por otra parte, no se muestran capaces de evitar esta serie de luchas, a pesar de su prepotencia. El bipolarismo de los a?os sesenta se ha ido sustituyendo por una multipolaridad de focos de poder. "Vivimos en un mundo cuya mayor¨ªa de naciones se rige por el principio de la fuerza bruta. La ley que domina ese mundo contempor¨¢neo, al que pertenecemos, procede casi siempre de la boca de los fusiles o de los ca?ones", escrib¨ªa hace poco un conocido columnista brit¨¢nico en las p¨¢ginas del Times.
El ajedrez violento de las superpotencias ha tomado proporciones dram¨¢ticas, y entre sus objetivos persigue -del lado sovi¨¦tico- el de abrir una brecha en el seno de las naciones del atlantismo, distanciando a Norteam¨¦rica de sus aliados europeos y en especial de la Rep¨²blica Federal de Alemania. Es l¨®gico que despu¨¦s de 33 a?os de vigencia, las perspectivas de la coordinaci¨®n militar y pol¨ªtica entre Norteam¨¦rica y la Europa Occidental no sean las mismas que en 1949. No pueden ignorarse esos condicionamientos actuales entre los viejos aliados de hace un tercio de siglo. Ni tampoco es posible olvidar el hecho de que nuevas generaciones de ciudadanos han entrado en el ¨¢rea de la actividad pol¨ªtica y social en los pa¨ªses de ambos lados del Atl¨¢ntico. Pero en lo sustancial, es decir, en reconocer los peligros que corre la sociedad abierta si no mantiene con tensa atenci¨®n el efectivo nivel necesario para que su defensa sea un elemento perenne de disuasi¨®n frente al creciente poder¨ªo del adversario, en eso no puede haber vacilaci¨®n ni desfallecimiento entre los l¨ªderes del Occidente democr¨¢tico. Nadie quiere rearmarse por el gusto de hacerlo, sino para restablecer el equilibrio perdido desde unos a?os a esta parte, desde que la Uni¨®n Sovi¨¦tica utiliz¨® h¨¢bilmente el clima de Helsinki para conseguir una superioridad en el despliegue de los cohetes de alcance medio. El dispositivo estrat¨¦gico de Occidente se basa en el principio de la disuasi¨®n. Y disuasi¨®n no es un vocablo guerrero o agresivo. Disuadir es convencer al adversario de que no debe atacar porque saldr¨ªa malparado. Es una palabra defensiva. Y junto a la disuasi¨®n est¨¢ el, otro principio, aceptado por Occidente desde hace 20 a?os: la coexistencia pac¨ªfica. Pero coexistir no significa tampoco enmudecer si la parte contraria no cumple lo convenido o trata de sacar ventajas en su favor actuando por sorpresa.
En la fase de las escaladas horizontales hemos entrado, y a ella y a sus circunstancias hemos de atenernos. Pero no perdamos en la grande polvareda el norte de lo que defendemos a ultranza. Es decir, los principios de Occidente: los derechos humanos, la democracia parlamentaria y la sociedad libre.
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