Escena viva
Todav¨ªa estamos en la onda expansiva de Casa de mu?ecas. Como hace un siglo Nora, su asonante Gloria, en la comedia de Francisco Ors El d¨ªa de Gloria, da su portazo final, se marchas pase lo que pase, harta del abuso, de la consunci¨®n in¨²til del ama de casa, pasando por encima de la desmayada reclamaci¨®n, del marido y de los hijos.Ors trata el tema en forma de comedia c¨®mica de costumbres. Es decir, con ligereza y abultando el trazado de los personajes y la exageraci¨®n de las situaciones, y con la acumulaci¨®n en dos momentos esc¨¦n icos de todos los efectos. Es una forma tradicional y permanente de hacer teatro en Espa?a, y la hace bien. El punto de vista es el feminista: un mando que no quiere ver el fondo de la cuesti¨®n, que trata de que el orden se mantenga por ¨¦l uso de la discreci¨®n y el ocultamiento, un hijo homosexual, tres hijas -dos en el escenario, otra a la que hay referencias- que se acuestan con quienes quieren o quienes pueden. Y un ama de casa sacrificada, muerta de ansiedad y, al fin, liberada. El personaje del marido est¨¢ tratado con crueldad, el del hijo con respet¨® y toques de dramatismo, los de las hijas con frivolidad c¨ªnica. El autor usa de su albedr¨ªo, y hace muy bien, En el teatro de costumbres, sobre todo de la vena c¨®mica, lo que se presenta siempre es un caso, y lo que, trasciende a la generalidad es un paisaje, un clima. Otro autor podr¨ªa haber presentado el caso con otra tesis, y la pintura de costumbres podr¨ªa ser la misma. La que ha elegido Ors representa su conciencia cr¨ªtica y es enteramente respetable, y para muchos, oportuna.
El d¨ªa de Gloria,
de Francisco Ors.Int¨¦rpretes: Amparo Larra?aga, Fernando Guill¨¦n Cuervo, Marisa de Leza, Marta Fern¨¢ndez-Muro, Manuel Collado ?lvarez, Toni Fuentes. Escenograf¨ªa de Amadeo Sans. Direcci¨®n de Angel Garc¨ªa Moreno. Teatro F¨ªgaro, Madrid. Estreno, 17 de noviembre de 1983.
Relatado el ca?amazo de la trama, hay que detenerse en ¨¦l sin contar las sorpresas: el posible espectador tiene derecho a encontrarlas donde muy sabiaminte las ha colocado el autor, y no hay que anticip¨¢rselas. La obra tiene un primer acto brillante, vivo, repleto de frases ingeniosas con su alcance cr¨ªtico, con la utilizaci¨®n siempre eficaz del personaje que se sorprende, con el p¨²blico de todo lo que est¨¢ sucediendo a su alrededor. Los segundos actos siempre son traidores (en el modelo de teatro que aqu¨ª se sigue, la traici¨®n estaba en los terceros actos; ya no los hay) por la necesidad de justificar, dar coherencia y sacar consecuencias de lo que se ha exagerado previamente, razonar conductas y dar los toques sentimentales y l¨®gicos. A Francisco Ors no le resulta f¨¢cil escapar a ¨¦se destino, y el nivel decomicidad desciende y la frase breve y r¨¢pida se hace discurso. Pero siempre est¨¢ su habilidad teatral: cumple con lo obligatorio y el espectador, si echa de menos la vivacidad del primer acto y, su comodidad, agradece que se le d¨¦ un desenlace que espera y. desea.
Conflicto de opiniones
El punto de vista cr¨ªtico que tiene la comedia podr¨ªa ser discutido, pero en realidad rLo ser¨ªa m¨¢s que un conflicto de opiniones -la m¨ªa contra la suya-, y en este caso todo el derecho est¨¢ de su parte: es el autor. Pero s¨ª cabe se?alar q¨²e, dentro del respeto que muestra por las libertades individuales de sus personaJes, y de la audacia ¨¦n el planteamiento y el desenlace, se: puede encontrar bastante conservadurismo de fondo por el deseo de salvar y ensalzar al personaje central: la acusaci¨®n al padre por renunciar a su papel de autoridad; la que se hace contra los j¨®venes por el ego¨ªsmo en el abuso de sus libertades, que finalmente les conducen al fracaso personal y el regreso al redil; la demostraci¨®n de la importancia del papel de la madre, sin la cual no hay hogar posible...La representaci¨®n tiene dos grandes ayudas: la direcci¨®n y la interpretaci¨®n.. ?ngel Garc¨ªa Moreno acierta a dar el ritmo viv¨ªsimo a los personajes, sus movimientos y su di¨¢logo, dentro del decorado aceptable del saloncito burgu¨¦s (de Amadeo Sans). Mantiene la obra en vilo, sirviendo el texto con la ligereza precisa, Al personaje central le da Marisa de Leza sus matices justos., entrando, como todos, en la necesidad de la exageraci¨®n propia, del g¨¦nero, en las velocidades del tr¨¢nsito psicol¨®gico de un extremo a otro. Manuel Collado ?lvarez tiene el ¨¢spero papel del marido tonto y cobarde, y sus cualidades de excelente actor de la escuela naturalista no pueden aprovecharse m¨¢s. El ritmo de la obra reposa, sobre todo, en los tres j¨®venes comediantes. Amparo Larra?aga, superando sus nervios, hizo una verdadera creaci¨®n de su tipo de jovencita agresiva y lenguaraz, respondona y dura; Marta Fern¨¢ndez Muro hizo con su propia personalidad, sin mayor busca, pero con seguridad, el de la hija fea, y Fernando Guill¨¦n Cuervo, en el hijo homosexual, mantuvo siempre el equilibrio tan dif¨ªcil entre lo c¨®mico de las situaciones que vive y la dignidad y la seriedad que le hacen respetable. El papel de Ton? Fuertes es muy caracter¨ªstico en este tipo de teatro: es un f¨¢mulo, un servidor del personaje central, y est¨¢ puesto ¨²nicamente para dar lugar al desenlace: las condiciones del actor no se implican en ¨¦l, ni para bien ni para mal.
Del p¨²blico m¨¢s vale no hablar. Cread¨® para el ¨¦xito, preparado por el autor, que, contra la costumbre, recib¨ªa a la entrada y paseaba por el patio de butacas, se excedi¨® en su buen ¨¢nimo de sacar adelante la obra. Era m¨¢s un p¨²blico de f¨²tbol -de hinchas- que de teatro. No era necesario. La obra tiene por s¨ª la suficiente eficacia, la carpinter¨ªa teatral, la gracia verbal y el adecuado tratamiento por la v¨ªa menor de un tema mayor como para que salga adelante por s¨ª sola. Es muy grata de ver y hasta los recelos que pueda suscitar son activos y pol¨¦micos. Cuando el autor, los actores y el director le vean triunfar con el p¨²blico de diario, como muy probablemente vasar¨¢, se tranquilizar¨¢n.
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