Dar con un arma, "m¨¢s dif¨ªcil que conseguir 'caballo' y menos que encontrar un buen abogado"
Alberto, curtido atracador a sus veinte a?os, afirma que conseguir un arma en Madrid es "m¨¢s dificil que conseguir 'caballo' -hero¨ªna- y menos que encontrar un buen abogado". La actual escalada en el n¨²mero de personas heridas o muertas en atracos y la intervenci¨®n en el area metropolitana madrile?a durante los 10 primeros meses de este a?o de un total de 277 armas de fuego real, 48 detonadoras y de gas y 82 simuladas, hace que la Polic¨ªa- concluya que la delincuencia com¨²n madrile?a dispone de un importante y variopinto arsenal de fuego.
La primera vez que Alberto consigui¨® un arma de fuego era de noche y estaba pose¨ªdo por una explosiva combinaci¨®n de terror y euforia. El y un colega de su edad, 15 a?os, y de su barrio, Entrev¨ªas, al sur de Madrid, se enfundaron en la cabeza sendos pasamonta?as, y se acercaron a la garita donde dormitaba el vigilante nocturno de una obra, un abuelo del que sab¨ªan que siempre trabajaba con una escopeta de caza a mano. Alberto le puso una navaja en el cuello al vigilante, acompa?ando el gesto con un mensaje brutal como un disparo: "Est¨¢te quieto o te mato".Esa misma noche, de la que ya se han cumplido cinco a?os, Alberto fabric¨® su primera chata. En compa?¨ªa del colega, y con el asesoramiento de su hermano mayor recort¨® la culata y los ca?ones de la escopeta reci¨¦n robada. El resultado fue una especie de trabuco de unos 40 cent¨ªmetros de largo con el que dos o tres d¨ªas despu¨¦s y a la luz del d¨ªa, Alberto y su amigo har¨ªan su primer atraco. El lugar fue la gasolinera situada a la entrada de Alcobendas, y aunque el marr¨®n (bot¨ªn) conseguido no lleg¨® a los 100 talegos (100.000 pesetas), Alberto recuerda que aque d¨ªa se sinti¨® un hombre.
"El pringao s¨®lo dec¨ªa: 'No tir¨¦is no tir¨¦is, que tengo muchos hijos'. Era demasiado, hasta le dejamos una propina". El pringao era el empleado del surtidor, y de su espanto a¨²n habla Alberto con emoci¨®n. Aquello ya no ten¨ªa nada que ver con robar un coche en un garaje o llevarse un bolso. Aquello supon¨ªa que Alberto ten¨ªa el poder de matar a alguien y, con ello, cambiar el rumbo de varias vidas.
Desde entorices, Alberto atrac¨® otras veces, se convirti¨® en uno de los j¨®venes delincuentes m¨¢s buscados por la polic¨ªa madrile?a; fue detenido en cuatro ocasiones, y su nombre sali¨® en los peri¨®dicos; derroch¨® dinero y se alberg¨® en las celdas de la tercera galer¨ªa de Carabanchel. En todo ese tiempo consigui¨® y manej¨® muchas armas de fuego. Incluso lleg¨® a venderlas.
Fin de los robos en armer¨ªas
Alberto cita de madrugada al periodista, parad¨®jicamente, frente a la puerta principal de los juzgados de la plaza de Castilla. "Tomamos unas copitas y vemos qu¨¦ te puedo contar". Luego lo lleva en coche a una discoteca de la calle de Cea Berm¨²dez. Durante el camino insiste: "Con las armas hay que tener mucho cuidado. Ahora los maderos van como locos tras ellas. Entran en los pisos y los revuelven enteros para ver si las encuentran".
"Por 25 talegos -25.000 pesetas- consigues esta misma noche un cacharro que dispare. Por 40 no veas... Una caja de munici¨®n con 25 proyectiles te puede costar 5.000 pesetas", afirma Alberto tras la primera copa. "Hay cientos de armas, miles. Pistolas, rev¨®lveres y escopetas, lo que quieras". Y entonces, de repente, se entusiasma al describir su atraco modelo: "En el banco entran dos: uno, con una escopeta recortada, y el otro con un rev¨®lver del 38. Fuera, al volante de un coche en marcha, se queda un t¨ªo con una metralleta, para vigilar; y si llegan los maderos les suelta una r¨¢faga con la tartamuda y se quedan helados".
"Conseguir hoy en Madrid un arma corta", contin¨²a, "es algo m¨¢s dif¨ªcil que comprar caballo, y menos que encontrar un abogado bueno, bonito y barato en fin de semana. Todo es cuesti¨®n de por d¨®nde te muevas. T¨² vas a un bar, conoces gente, y all¨ª hay un t¨ªo que pasa hero¨ªna, y le preguntas si sabe c¨®mo podr¨ªas ligar un cacharro, o le dices que si conoce a alguien al que le interese uno que t¨² tienes, y, bueno, as¨ª es".
El suministro de escopetas es "lo m¨¢s f¨¢cil del mundo", seg¨²n Alberto. Antes, en sus primeros tiempos, poco despu¨¦s de aquel robo al vigilante de la obra, las robaba en chal¨¦s, pisos y hasta en coches de cazadores. No es que fuera a por ellas, sino que forzaba el acceso a la vivienda o al autom¨®vil y las encontraba all¨ª, en un caj¨®n del dormitorio o en el maletero.
M¨¢s tarde, para hacerlas m¨¢s discretas y manejables, las recortaba, y si no pensaba usarla de inmediato, las pasaba a los colegas por unos cuantos billetes de 1.000 o a cambio de una participaci¨®n en el futuro botin. Era como dejarlas fiadas, con la ¨²nica condici¨®n de que si los atracadores eran detenidos, en ning¨²n caso deb¨ªan denunciar al proveedor.
La munici¨®n no es problema
Nunca, a?ade, ha tenido problemas para conseguir la,munici¨®n de las chatas, "porque cartuchos de caza los tiene hasta mi t¨ªo". Lo que se acab¨® de momento, prosigue, son los robos en armer¨ªas, frecuentes hasta hace tres o cuatro a?os. Ahora todas las mercanc¨ªas expuestas en esos comercios carecen de aguja percutora: y guardamontes, piezas protegidas en la caja fuerte, lo que las inutiliza para el disparo.
Las fuscas son otra historia. Hay cientos de ellas entre la delincuencia madrile?a, pero presentan un serio problema: es dif¨ªcil conseguirles munici¨®n. Unafusca es un arma corta, pistola o rev¨®lver, y Alberto en muchas ocasiones ha vibrado de entusiasmo al practicar tiro con una en las soledades boscosas del monte del Pardo. Como en las pel¨ªculas del Oeste, pone a 10 metros de distancia unas latas c¨ª unas piedras y, bang, bang, agota el cargador o el tambor.
Hace tres a?os, Alberto consigui¨®, al precio de 40.000 pesetas, la mejor pistola que ha tenido en su vida: una flamante Star del 9 corto que le vendi¨® un individuo de Vallecas. "No veas c¨®mo me puse: estaba toda nueva". Y lo primero que hizo fue limarle el n¨²mero de serie. Por aquellos tiempos, decenas de pistolas y rev¨®lveres de las marcas Star, Astra y Llama inundaban el mercado negro. Proced¨ªan de robos efectuados en trenes que, entre otras mercanc¨ªas y sin vigilancia de la Guardia Civil, transportaban peque?os lotes de armas desde las f¨¢bricas de Euskadi a diversas ciudades del sur de Espa?a. "La basca", recuerda Alberto, "se arm¨® hasta los dientes".
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