Espa?a y los misiles
EL INICIO de la instalaci¨®n de los Pershing 2 y de los misiles de crucero, la interrupci¨®n de las conversaciones de Ginebra y las nuevas amenazas sovi¨¦ticas est¨¢n dando lugar a una agravaci¨®n del clima internacional y a una leg¨ªtima inquietud de la opini¨®n p¨²blica. Todo el mundo tiene la impresi¨®n de que los peligros de que pueda estallar una guerra nuclear est¨¢n aumentando. Espa?a no puede ser ajena ni a los nuevos problemas internacionales que est¨¢n sobre la mesa, ni a las crecientes preocupaciones del hombre de la calle. Un sondeo de opini¨®n que publicar¨¢ EL PAIS ma?ana pone de relieve que m¨¢s del setenta por ciento de los espa?oles est¨¢ contra la instalaci¨®n de armas nucleares en Europa. Pero hay un vac¨ªo en la acci¨®n del Gobierno en torno a estas cuestiones cada vez menos explicable. ?Qu¨¦ posici¨®n tiene Espa?a, como pa¨ªs occidental y como miembro de la OTAN, ante la cuesti¨®n de los euromisiles? ?Qu¨¦ consecuencias tiene para Espa?a, para sus planes de defensa, sus proyectos pol¨ªticos, la nueva realidad de la instalaci¨®n de esos cohetes nucleares de alcance medio? Pasa a la p¨¢gina 8
Espa?a y los misiles
Viene de la primera p¨¢gina
El pasado mes de mayo, durante su viaje a la Rep¨²blica Federal de Alemania, Felipe Gonz¨¢lez hizo una declaraci¨®n de apoyo -primero- y comprensi¨®n -en posteriores matices- a la instalaci¨®n de los euromisiles. Pero unas palabras a la Prensa en un viaje no pueden sustituir una toma de posici¨®n debidamente discutida en el Parlamento, y explicada al pa¨ªs. La gravedad del tema exige un debate ante el Congreso de los Diputados. Ayer, el gabinete socialista, quiz¨¢ preocupado por su propia inanici¨®n, cometi¨® la hermosa ingenuidad de que un director del Desarme, que no pertenece al partido en el poder, y que no tiene competencia alguna para desarmar a nadie ni dentro ni fuera de Espa?a, fijara una primera posici¨®n p¨²blica del Gobierno sobre la cuesti¨®n. La declaraci¨®n oficial que se ley¨® es de lo m¨¢s decepcionante: formulaciones de buena voluntad y de deseos de paz, pero ning¨²n dato concreto respecto a que el gobierno de Madrid apruebe o desapruebe activamente el despliegue de los euromisiles.
Parece l¨®gico que la actitud oficial de *Espa?a parta de lo que fue una votaci¨®n un¨¢nime del Parlamento contra el establecimiento de cualquier armamento nuclear en territorio espa?ol. Hasta ahora, el Gobierno se ha reafirmado en esta actitud. Ahora bien, ?es compatible esa posici¨®n contra el armamento nuclear en Espa?a y las palabras de Felipe Gonz¨¢lez en Alemania? Ante la ampl¨ªsima corriente de opini¨®n que se desarrolla en Europa contraria a los euromisiles, cuando casi todos los partidos socialistas, incluido alguno en el poder, como el griego, se pronuncian en ese mismo sentido, si el Gobierno Gonz¨¢lez decide insistir en la tesis defendida por su presidente en Alemania, nos colocaremos en una situaci¨®n absurda: pedir para otros lo que no, queremos para nosotros.
La decisi¨®n del Parlamento espa?ol de 1981 podr¨ªa ser la base de otra pol¨ªtica espa?ola. La pol¨ªtica consciente del Gobierno ha producido en los ¨²ltimos 12 meses un mayor nivel de integraci¨®n militar en la Alianza Atl¨¢ntica que el que exist¨ªa con el propio Calvo Sotelo. Cuando Felipe Gonz¨¢lez quiera convocar a refer¨¦ndum, ¨¦l mismo . sabe que se habr¨¢ producido en este particular una situaci¨®n casi sin retorno, con decenas de oficiales espa?oles trabajando en Bruselas o en otras capitales europeas, con altos secretos militares de la Alianza en poder del Ej¨¦rcito y del Gobierno espa?ol, con un deterioro del apoyo popular de que gozaba el Gobierno despu¨¦s de las ¨²ltimas elecciones, y con una situaci¨®n internacional mucho peor que la que a los ojos de Fernando Mor¨¢n habr¨ªa justificado el aplazamiento de la consulta prometida por los socialistas durante la campa?a. La ¨²nica explicaci¨®n objetiva a la no realizaci¨®n de un referendum sobre la permanencia de Espa?a en la OTAN es lo dif¨ªcil, y hasta imposible, que le resultar¨ªa al gabinete Gonz¨¢lez lanzar un desaf¨ªo a Reagan como el del abandono de la Alianza, y la seguridad casi textual de qu¨¦ la consulta arrojar¨ªa una opini¨®n contraria a la permanencia en ella. Quiz¨¢ Felipe Gonz¨¢lez, y s¨®lo Felipe Gonz¨¢lez, podr¨ªa hacer cambiar el sentir de los ciudadanos frente a este problema, que por otra parte es en gran parte fruto de la propaganda electoral socialista.
Si el gobierno piensa que no tiene otra opci¨®n que seguir dentro de la Alianza, aunque no le guste, y si est¨¢ dando pasos que hacen objetivamente mucho m¨¢s dificil abandonarla, debe explicarlo as¨ª. Pero a¨²n en ese caso, desde el seno de la propia OTAN el Gobierno espa?ol puede hacer esfuerzos, hasta ahora invisibles, por contribuir a la disminuci¨®n de los peligros inherentes a la nuclearizaci¨®n de Europa. Para ello tendr¨ªa que apoyar las tendencias que se manifiestan por una soluci¨®n no nuclear del problema de la seguridad europea; por la creaci¨®n en el continente de zonas desnuclearizadas; por una presi¨®n europea en pro de una reanudaci¨®n de las negociaciones de Ginebra, buscando condiciones que eleven las posibilidades de resultados favorables: la: fusi¨®n de las negociaciones sobre misiles de alcance medio y estrat¨¦gicos (START); la consideraci¨®n de la propuesta canadiense de una negociaci¨®n de los cinco pa¨ªses nucleares; la firma por parte de nuestro pa¨ªs del Tratado de No. Proliferaci¨®n Nuclear, etc¨¦tera.
En cuanto a este ¨²ltimo punto, y en la situaci¨®n actual, resulta cada vez m¨¢s absurda la negativa del Gobierno a realizar la firma, que figura en el programa electoral del PSOE, del Tratado de No Proliferaci¨®n. Sin duda, es un tratado con muchos defectos; reconoce situaciones de hecho injustas. Pero es, hoy por hoy, el ¨²nico instrumento diplom¨¢tico vigente para impedir, o frenar, la extensi¨®n del arma nuclear a nuevos pa¨ªses. Si esto no se detiene, en el inicio de los a?os noventa los peligros de guerra nuclear pueden crecer en proporciones imprevisibles. La ¨²nica raz¨®n que puede justificar la no firma por parte de Espa?a ser¨ªa una voluntad de construir aqu¨ª nuestro propio armamento nuclear. Tal prop¨®sito ha sido negado reiteradas veces por el Gobierno. En ese caso, ?por qu¨¦ la negativa a firmar el tratado? ?Hasta cuando el silencio sobre un tem¨ªa que cobra mayor importancia ahora, y que est¨¢ ligado a toda nuestra actitud ante el problema de los misiles?
Por supuesto, la relaci¨®n no es directa; pa¨ªses que han firmado dicho tratado est¨¢n ahora recibiendo los euromisiles. Pero Espa?a podr¨ªa combinar la firma con el inicio de una labor diplom¨¢tica encaminada a que la Pen¨ªnsula Ib¨¦rica -incluido Gibraltar- se consolide como zona no nuclear. En la reciente cumbre de Lisboa, la actitud del Gobierno Soares ha sido positiva, afirmando la decisi¨®n portuguesa -que se supon¨ªa d¨¦bil- de no recibir armamento nuclear. Existen bases concretas para dar a esa cuesti¨®n una instrumentaci¨®n m¨¢s consistente. Proyectos de este mismo g¨¦nero est¨¢n en marcha en los Balcanes y en Escandinavia. Si Gibraltar es utilizado c¨®mo una de las bases de los submarinos portadores de los misiles nucleares ingleses, de ah¨ª parte el mayor peligro de destrucci¨®n nuclear para Espa?a; el objetivo de desnuclearizar la Pen¨ªnsula Ib¨¦rica dar¨ªa nuevos argumentos para poner fin a la situaci¨®n absolutamente. intolerable del Pe?¨®n.
La reciente visita a Madrid del general Rowny, jefe de la delegaci¨®n de EE UU en las negociaciones START, ha vuelto a poner de relieve la orfandad de ideas y de imaginaci¨®n que en materia tan grave denota el actual Gobierno. A nivel de informaci¨®n para las autoridades espa?olas, visitas de ese g¨¦nero son favorables. Pero no es l¨®gico que, ante problemas de tal trascendencia, nuestros gobernantes se limiten a escuchar informaciones. Es preciso que puedan explicar y argumentar una posici¨®n propia. Esa posici¨®n s¨®lo puede ser adoptada por el Par lamento, despu¨¦s de un debate en regla, sin restricciones mentales ni ocultaciones al pueblo espa?ol y al electora do socialista sobre lo que verdaderamente est¨¢ sucediendo. Se ha hecho uso del argumento de que Espa?a no est¨¢ implicada en el tema de los euromisiles. Es falso. El debate nuclear se centra fundamentalmente en la cuesti¨®n de que, a partir del despliegue de los Pershing y de la decisi¨®n sovi¨¦tica de aumentar el n¨²mero de SS-20, gana puntos la idea de una guerra nuclear, entre la dos superpotencias limitada al escenario europeo. La concentraci¨®n de armas at¨®micas en nuestro continente abunda en los peligros de que esa guerra estalle, y el hecho de que los cohetes ahora desplegados est¨¦n de hecho casi bajo la exclusiva autoridad de Washington -no ha habido doble llave ni para los brit¨¢nicos- pone de relieve la situaci¨®n de dependencia creciente de Europa respecto a la Casa Blanca.
El vicepresidente Guerra ha dicho que Espa?a tiene una posici¨®n que nos envidian los verdes alemanes, de neutralidad en materia nuclear. Es preocupante -aunque no resulte nuevo- que una persona con cargo tan responsable pueda hablar con semejante superficialidad de un tema como ¨¦ste. Es dudoso que los verdes envidien la declaraci¨®n de comprensi¨®n hacia Kohl hecha por Felipe Gonz¨¢lez, cuando m¨¢s bien los socialistas espa?oles deben estar envidiando la posici¨®n inequ¨ªvoca de los solcialdem¨®cr¨¢tas alemanes en su reciente congreso y en el Bundestag. Mientras tanto, los Parlamentos de Dina marca y Noruega, pa¨ªses que no van a recibir los cohetes, y cuyos Gobiernos tampoco presumen de la envidia de nadie, han discutido como cuesti¨®n pol¨ªtica de primer orden el tema de los euromisiles. Dinamarca se ha pronunciado contra la instalaci¨®n; y ello ha obligado al Gobierno dan¨¦s a gestiones diplom¨¢ticas en el seno de la OTAN. Noruega se ha pronunciado a favor por un solo voto y con la oposici¨®n de los socialistas. En este momento, s¨®lo dos partidos socialistas, y los dos en el poder, el franc¨¦s y el italiano -este ¨²ltimo en minor¨ªa y apoyado por la Democracia Cristiana-, apoyan la decisi¨®n de la OTAN. No debe ser casualidad la coincidencia de silencios y ambig¨¹edades en Lisboa y Madrid. Los espa?oles, en cualquier caso, tenemos derecho a que nuestro Parla mento se pronuncie sobre algo que afecta a la supervivencia de los ciudadanos. Y el Parlamento tiene el deber de hacerlo.
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