El gatillo, en el espacio
Un grupo de cient¨ªficos norteamericanos ha puesto en marcha una oposici¨®n abierta a los programas de armamento espacial
Cient¨ªficos norteamericanos, expertos en armamento, con una larga experiencia en la negociaci¨®n sobre control de armas nucleares, se oponen al deseo de la Administraci¨®n Reagan de desarrollar armas espaciales y ya han conseguido influir en el Congreso e, indirectamente, pueden haber obstaculizado el primer ensayo de un arma antisat¨¦lites norteamericana, previsto para el pasado mes de septiembre y retrasado "por razones t¨¦cnicas".La Casa Blanca, por su parte, se?ala que las cr¨ªticas pueden ser bienintencionadas, pero afirma que pol¨ªticamente son ingenuas y ciegas frente a las realidades de la estrategia de la era nuclear. Pero los expertos en tecnolog¨ªa, familiarizados con los complejos temas del armamento -algunos de ellos han sido incluso consejeros gubernamentales-, son, como ha dicho un f¨ªsico , algo as¨ª como "la voz de la oposici¨®n cient¨ªfica" en el tema de las armas estrat¨¦gicas. A pesar de no estar organizados, s¨ª est¨¢n unidos en la creencia de que las ay mas espaciales propuestas ser¨ªan extremadamente caras y posiblemente impracticables, y con toda probabilidad amenazar¨ªan con iniciar la guerra nuclear que se supone pretenden evitar.
El grupo apenas lo forman 20 personas. Son f¨ªsicos, ingenieros y cient¨ªficos del mundo pol¨ªtico, salidos de instituciones tales como Harvard, el Instituto de Tecnolog¨ªa de Massachusetts, Cornell Stanford, IBM y la Instituci¨®n Brooking. Aprendieron los laberintos de la estrategia pol¨ªtica y del armamento de la era nuclear como consejeros o funcionarios del Gobierno desde, en algunos casos, la Administraci¨®n Eisenhower.
Uno de los m¨¢s activos es Richard L. Garwin, f¨ªsico nuclear de IBM, que ejerce tambi¨¦n como profesor ocasional en Harvard, Cornell y Columbia y ha mantenido un estrecho contacto con el Pent¨¢gono en anteriores Administraciones republicanas y dem¨®cratas.
El grupo incluye, entre otros, George Rathens, soci¨®logo del Instituto de Tecnolog¨ªa de Massachusetts (MIT), y Jack Ruina, un ingeniero el¨¦ctrico del mismo instituto, que han colaborado en la lucha contra el programa de misiles antibal¨ªsticos propuesto en 1969, argumentando que el sistema no funcionar¨ªa. Tambi¨¦n est¨¢ Kosta Tsipis, un f¨ªsico del MIT que critic¨® el exotismo armament¨ªstico de los rayos l¨¢ser y de part¨ªculas. Otros son Paul Doti, bioqu¨ªmico de Harvard; Sidney Drel y Wolfgang K. H. Panofsky, f¨ªsico de Stanford, y John Steinbrunner director de relaciones internacionales de la Instituci¨®n Brooking un instituto de investigaci¨®n de Washington.
Reagan no escucha
Todos estos hombres ejercen su influencia mediante los an¨¢lisis t¨¦cnicos que proporcionan a organizaciones de inter¨¦s p¨²blico tales como la Federaci¨®n de Cient¨ªficos Americanos y la Uni¨®n de Cient¨ªficos Interesados, que apoyan el control de armamentos, y mediante la propagaci¨®n de sus opiniones a los medios de comunicaci¨®n y a los pol¨ªticos que quieran o¨ªrlos. Sus declaraciones pueden llegar a convertirse en la munici¨®n de la campa?a presidencial del pr¨®ximo a?o si el control de armamentos llega a ser un tema candente. Adem¨¢s de conseguir una influencia significativa en el Congreso, parece ser que tambi¨¦n est¨¢n consiguiendo cierto apoyo en el ¨¢mbito militar.
El grupo todav¨ªa no ha conseguido, sin embargo, progreso alguno con las altas instancias de la Administraci¨®n Reagan. Y el tiempo, dicen ellos, apremia si se quiere evitar que la carrera de armamentos sovi¨¦tico-americana atraviese el umbral fat¨ªdico hacia el espacio Richard L. Garwin se?ala al respecto: "Lo m¨¢s urgente es prohibir todo tipo de armamento en el espacio. Estoy seguro de que hay gente en el Gobierno que tiene un punto de vista similar, pero es muy dif¨ªcil hacer nada porque el Presidente est¨¢ desconectado de todos aquellos que trabajan por el control d¨¦ armamentos, que son ya muy pocos en esta Administraci¨®n".
Esta urgencia fue puesta ya en relieve el marzo pasado cuando el presidente Reagan, en lo que se vino a llamar el discurso de la guerra en las estrellas, abog¨® por una nueva estrategia defensiva basada, en gran medida, en el armamento espacial, desde las armas antisat¨¦lites hasta los ex¨®ticos dispositivos de rayos l¨¢ser y de part¨ªculas para atacar sat¨¦lites y misiles bal¨ªsticos en vuelo. A ra¨ªz de aquel discurso, un equipo de la Administraci¨®n compuesto principalmente por cient¨ªficos gubernamentales y de la industria recomend¨® ampliar la investigaci¨®n y el desarrollo de tal tipo de armamento. Parece ser que el Pent¨¢gono est¨¢ preparando un programa de cinco a?os que podr¨ªa llegar a costar 26.000 millones de d¨®lares (m¨¢s de 4 billones de pesetas).
La oposici¨®n a esta iniciativa no surge solamente de esta peque?a hermandad de expertos en control de armamentos, sino tambi¨¦n de muchos cient¨ªficos y antiguos funcionarios del Departamento de Defensa. Son los que aseguran que lo m¨¢s probable es que esa tecnolog¨ªa sea impracticable y constituya una amenaza para el delicado equilibrio del terror que retrae a las superpotencias ante una guerra nuclear.
Costosas y vulnerables
Sus argumentos los resume Robert Bowman, teniente coronel retirado, doctorado por el Instituto de Tecnolog¨ªa de California, que en un tiempo dirigi¨® el avanzado programa espacial de la fuerza a¨¦rea y que ahora se ha sumado a la batalla para la supresi¨®n del armamento espacial. Bowman ha fundado el Instituto de Estudios del Espacio y la Seguridad, con sede en su propia casa, en los alrededores de Washington, y recibe ayudas de fundaciones y contribuidores privados, incluida la familia Rockefeller.
Sobre las apreciaciones tecnol¨®gicas de la guerra en las estrellas del presidente Reagan, Bowman hizo el siguiente comentario: "Todas presentan tremendos problemas t¨¦cnicos. Todas van a costar alrededor del bill¨®n de d¨®lares. Todas violan uno o m¨¢s de los tratados existentes. Todas son extremadamente vulnerables. Todas est¨¢n sujetas a una gran variedad de contramedidas. Todas podr¨ªan ser neutralizadas por misiles ofensivos alternativos y, por tanto, podr¨ªan llegar a prender de nuevo la mecha de la carrera del n¨²mero de armas ofensivas. Todas podr¨ªan, caso de funcionar, ser m¨¢s efectivas como parte de un primer ataque que contra uno. Y, lo que es m¨¢s importante, todas ser¨ªan enormemente desestabilizadoras".
George Keyworth II, consejero cient¨ªfico del Presidente, dijo que estaba "contrariado, pero no sorprendido, por la impetuosa reacci¨®n de los activistas tradicionales del control de armamentos".
Capacidad de defensa
"Sin embargo", a?adi¨® Havey, "la limitaci¨®n o la reducci¨®n masiva del armamento de las grandes, potencias no va a reducir, por s¨ª misma, el riesgo de guerra nuclear a menos que exista una clara capacidad de defenderse contra los misiles bal¨ªsticos intercontinentales. Y ese es el pensamiento que hay detr¨¢s de las proposiciones de la guerra en las estrellas para construir un escudo defensivo en el espacio".
La semana pasada, en su testimonio ante el Congreso, Richard D. Delauer, subsecretario de Investigaci¨®n de Defensa, reconoci¨®
El gatillo, en el espacio
Viene de la p¨¢gina anteriorque las armas de energ¨ªa dirigida del sistema de defensa espacial propuesto por Reagan implicaban varios problemas t¨¦cnicos muy serios y supondr¨ªan unos "costes inmensos". Cada uno de los problemas implicar¨ªa una movilizaci¨®n cient¨ªfica y t¨¦cnica igual o mayor que la necesaria para llevar a hombre a la Luna.
Los costes y las dificultades hacen que muchos jefes militares y cient¨ªficos de los laboratorios de Gobierno tengan serias dudas sobre la viabilidad del programa, seg¨²n manifiestan varios de los expertos citados y sus aliados pol¨ªticos. Pero no pueden hablar.
Todos los martes por la ma?ana, algunos de los cient¨ªficos y su aliados pol¨ªticos se re¨²nen en Capitol Hill, en el despacho del republicano Joe Moakley, de Massachusetts. Gracias a esos contactos informales, el gobierno en la sombra de los cient¨ªficos ha ido incrementando su influencia en el Congreso. Eso ha quedado demostra do recientemente por el desarrollo de posibles frenos a las armas antisat¨¦lites, conocidas en lenguaje armament¨ªstico como Asats.
Oportunidad ¨²nica
En ambas C¨¢maras se han introducido resoluciones pidiendo a la Administraci¨®n la negociaci¨®n de una moratoria en las pruebas de Asats, que fuera seguida de una "prohibici¨®n mutua y verificable". El senador Charles H. Percy (republicano por Illinois), dijo: "?sta es una oportunidad ¨²nica de parar una carrera de armamentos de gran envergadura antes de que se d¨¦ la salida".
Pero la Administraci¨®n mostr¨® muy poco, por no decir ninguno, inter¨¦s en un proyecto de tratado para prohibir los Asats que la Uni¨®n Sovi¨¦tica present¨® en la ONU en agosto. Yuri V. Andropov, el l¨ªder sovi¨¦tico, anunci¨® entonces una suspensi¨®n unilateral de las pruebas sovi¨¦ticas. El sistema sovi¨¦tico parece que es mucho menos avanzado que el americano.
Aunque el Congreso rechaz¨® los intentos de retrasar las pruebas, los oponentes a las mismas consiguieron una cl¨¢usula en la legislaci¨®n sobre gastos militares que requiere la certificaci¨®n de Reagan -antes de iniciar la prueba- de que Estados Unidos se esforzar¨¢ de buena fe en la negociaci¨®n de una prohibici¨®n y que la prueba inicial es "necesaria para impedir de forma clara e irrevocable un da?o a la seguridad nacional".
El Pent¨¢gono, por su parte, informa de problemas t¨¦cnicos, aunque algunos observadores de dentro y fuera del Gobierno sospechan que las presiones pol¨ªticas tienen tambi¨¦n algo que ver.
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