Figuras del exilio constante en permanente regreso a Itaca
La muerte, dec¨ªa Montaigne, es el acto de un solo personaje. El desgraciado accidente a¨¦reo que en la madrugada de ayer cost¨® la vida a centenares de pasajeros de un Boeing de la compa?¨ªa colombiana Avianca parece desmentir la sentencia del autor de los Ensayos.Manuel Scorza, ?ngel Rama y Marta Traba formaban parte del grupo de intelectuales desaparecidos en una cat¨¢strofe en muchos aspectos parecida a la que sobre el cielo de Point-¨¤-Pitre sufri¨® hace 20 a?os el magn¨ªfico poeta Jorge Gait¨¢n Dur¨¢n, amigo y mentor literario de quienes volv¨ªan a ese continente.
Manuel Scorza era una figura habitual en los ¨¢mbitos literarios espa?oles, y hace s¨®lo escasos meses estuvo presente en Madrid y Barcelona con motivo de la presentaci¨®n de una novela cuyo t¨ªtulo, La danza inm¨®vil, adquiere ahora connotaciones premonitorias. Inquieto y pol¨¦mico, Scorza fue un infatigable trotamundos. Cre¨ªa fervorosamente en la literatura como detonante contra las lacras sociales, y la primera de sus baladas, Redoble por Rancas, logr¨® poner en libertad a un l¨ªder campesino que luchaba contra las desigualdades e injusticias sociales de Per¨².
?ngel Rama
El caso de ?ngel Rama es menos conocido en Espa?a. Hace unos meses mantuvo una enconada y desigual pol¨¦mica con la Administraci¨®n Reagan, que se neg¨® a renovarle el permiso de residencia, pese a profesar como escritor invitado en las m¨¢s prestigiosas universidades de Estados Unidos. Fran?ois Mitterrand ofreci¨® a Rama. todo su apoyo y, junto con su esposa, Marta Traba -a quien el Gobierno colombiano le concedi¨®, en un gesto admirable, la ciudadan¨ªa-, se tralad¨® a Francia. Tras el dolor por la desaparici¨®n de su hermano Carlos, soci¨®logo e historiador ampliamente conocido en Espa?a, ?ngel Rama intentaba recrear en los medios universitarios franceses los v¨ªnculos con una literatura que conoc¨ªa muy bien. Durante d¨¦cadas se le consider¨® el te¨®rico del boom.
Rama dirig¨ªa una de las empresas culturales m¨¢s importantes en el panorama de nuestra lengua, la c¨¦lebre Biblioteca Ayacucho, la m¨¢s exigente y rica colecci¨®n de cl¨¢sicos del castellano en Am¨¦rica.
En los ¨²ltimos a?os la presencia de Rama era frecuente en Barcelona, y sus colaboraciones figuraban con cierta asiduidad en la revista Quimera. Obsesionado por los fundamentos de la realidad e historia cultural latinoamericana, Rama investigaba el complejo proceso literario del siglo XIX.
En lo que respecta a Marta Traba, es uno de los casos m¨¢s sugerentes y ricos de la cultura latinoamericana. Argentina despojada de su nacionalidad, Marta Traba hab¨ªa vivido d¨¦cadas en Colombia, donde se cas¨® y escribi¨® sus primeros libros. Traba lleg¨® a ser conocida como una de las m¨¢s solventes te¨®ricas del arte moderno. En la d¨¦cada de los sesenta, cuando ocupaba la direcci¨®n de divulgaci¨®n cultural de la Universidad Nacional de Colombia, enriqueci¨® su ya amplia bibliograf¨ªa (Los cuatro monstruos cardinales -sobre Cuevas, Bacon, Dubufet y De Kooning-, Los museos abandonados y La zona del silencio) con la pr¨¢ctica.de la ficci¨®n, con tan excelentes resultados que su opera prima obtuvo el m¨¢ximo galard¨®n, en ese entonces, de las letras latinoamencanas: el Premio Casa de las Am¨¦ricas, por su novela Las ceremonias del verano. A partir de los setenta su suerte corri¨® pareja con la de ?ngel Rama: ap¨¢tridas a la fuerza por mor de las dictaduras argentina y uruguaya, respectivamente, vivieron en diversos pa¨ªses.
Scorza, Rama, Traba, figuras de una generaci¨®n de exilio constante, encierran una met¨¢fora cruel m¨¢s all¨¢ de la diversidad y enfoque de sus obras: el fatum se ceba en ellos precisamente cuando se disponen a dialogar colectivamente en una de las pocas naciones democr¨¢ticas que a¨²n quedan en Am¨¦rica Latina. La ciudadan¨ªa que Colombia ofreci¨® a Rama y a Traba conlleva una suerte de renacimiento civil tras la muerte a que fueron condenados por los reg¨ªmenes de sus pa¨ªses, pero tambi¨¦n, a la vista de los hechos, implica el doloroso significado de un ciclo que se cierra con la desaparici¨®n f¨ªsica. Parece cumplirse la premonitoria sentencia que ilumin¨® la muerte de Gait¨¢n Dur¨¢n y que figuraba en uno de sus poemas m¨¢s hermosos: "El regreso para morir es grande / (lo dijo con su aventura el rey de Itaca)".
Jorge Ibarg¨¹engoitia, fallecido tambi¨¦n en este accidente, representa un caso aparte por su nacionalidad mexicana, pero tanto por su edad como por el significado de su obra puede incluirse en la generaci¨®n de escritores posteriores al boom. El teatro y la novela fueron sus campos de acci¨®n y en ambos cosech¨® un importante n¨²mero de premios. Los rel¨¢mpagos de agosto, Los conspiradores o Las muertas, son algunos de sus t¨ªtulos.
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