El destino uruguayo de ?ngel Rama
El reciente fallecimiento del escritor uruguayo ?ngel Rama en el accidente sufrido por un avi¨®n de Avianca en las cercan¨ªas del aeropuerto madrile?o deja a la cultura latinoamericana sin uno de los ejemplos de su vitalidad. En este art¨ªculo se traza un perfil de la personalidad del autor que muri¨® cuando viajaba con otros compa?eros a un encuentro cultural en Colombia.
Una semana antes de su muerte en el tr¨¢gico accidente del avi¨®n colombiano, ?ngel Rama dec¨ªa en Barcelona que la operaci¨®n retorno, prevista ya por muchos argentinos y anunciada p¨²blicamente por Julio Cort¨¢zar, no podr¨ªa ser para ¨¦l. Ante todo, Rama era uruguayo y no argentino, peque?a diferencia que puede confundir a algunos espa?oles, pero no a los directamente interesados. Y sobre ello, Rama se sent¨ªa profundamente latinoamericano, en un amplio sentido, y con eso estaba cumpliendo ahora en Par¨ªs: con una obra de mayor aliento sobre la literatura del continente, para la que contaba con el apoyo de una beca Guggenheim. Ahora quer¨ªa quedarse en Par¨ªs, subray¨®. Tras su kafkiano conflicto con el Departamento de Estado durante su permanencia en Estados Unidos ya se sent¨ªa saturado de ese tema burocr¨¢tico y pol¨ªtico, que s¨®lo encar¨® en Barcelona ante preguntas ajenas. Hab¨ªa instalado su nuevo hogar en Par¨ªs, junto a su mujer, Marta Traba (que tambi¨¦n fallecer¨ªa en el tr¨¢gico suceso) y subray¨® que en ese hogar ya hab¨ªan colocado a una gata la que seguramente no querr¨ªa mudarse despu¨¦s.Como tantos otros uruguayos de la ¨²ltima d¨¦cada, Rama protagonizaba un exilio peculiar, que no estaba definido por ning¨²n activismo pol¨ªtico, sino por la negativa a volver a un pa¨ªs donde un Gobierno militar resuelve qui¨¦n escribe y de qu¨¦, o qui¨¦n vota y qui¨¦n puede ser votado, o en qu¨¦ armamento in¨²til se gasta el dinero que no se tiene. En otros pa¨ªses americanos esa situaci¨®n termina por parecer hasta rutinaria. En Uruguay es una afrenta especial¨ªsima, porque ese pa¨ªs hab¨ªa sido la Suiza de Am¨¦rica, el emporio de las leyes sociales, de la educaci¨®n p¨²blica y gratuita, del divorcio por sola voluntad de la mujer, m¨¢s las libertades de opini¨®n, de reuni¨®n, de Prensa. Cuando el r¨¦gimen militar dio la espalda a esas tradiciones uruguayas, ?ngel Rama y muchos otros no quisieron volver all¨ª. Esa lista ha incluido a escritores que en el extranjero llegar¨ªan a premios, a ediciones y reediciones, a la notoriedad period¨ªstica, como Carlos Quijano, Juan Carlos Onetti, Antonio Larreta, Mario Benedetti, Carlos Mart¨ªnez Moreno, Emir Rodr¨ªguez Monegal, Eduardo Galeano, Cristina Peri Rossi, Carlos Mar¨ªa Guti¨¦rrez y, desde luego, el historiador Carlos M. Rama (hermano mayor de ?ngel), que falleci¨® hace dos a?os. Por encima de sus diferencias debi¨® de haber algo excepcional para que un pa¨ªs con menos de tres millones de habitantes y tan escasas riquezas naturales haya prestado tanta atenci¨®n a la cultura liberal, haya obtenido tan bajo nivel de analfabetismo y haya terminado por expulsar a sus artistas y escritores a un mundo demasiado ancho y demasiado ajeno.
Las claves del fen¨®meno fueron expuestas por el mismo ?ngel Rama en su libro La generaci¨®n critica, 1939-1969 (Montevideo, 1972), cuya dedicatoria impresa dice: "A mis hijos, Amparo y Claudio, para quienes todo esto es ya meramente historia". Esas claves fueron las de una democracia liberal, en el mejor sentido de esta mala palabra, con un Estado que desde 1930 cont¨® con una prestigiosa radio oficial (el SODRE) y que protegi¨® a la m¨²sica, al teatro, a la biblioteca, al ballet, incluso al cine. A ello se agreg¨® lo que dio en llamarse generaci¨®n del 45, porque fue en la posguerra (y durante 20 a?os) cuando un grupo de j¨®venes cuestion¨® los lugares comunes de una cultura anterior y ech¨® a rodar nuevos movimientos en la cr¨ªtica, pero tambi¨¦n en novela, cuento, ensayo, poes¨ªa, m¨²sica, pintura, cineclubes, cinematecas y un riqu¨ªsimo movimiento teatral, tanto oficial como independiente, que floreci¨® durante 1950-1960. Ese conjunto es ya meramente historia.
En el centenar de p¨¢ginas que ocupa su ensayo, desde las ra¨ªces de aquel movimiento hasta la encerrona econ¨®mica y el cambio por nuevas generaciones, ?ngel Rama destaca a varias figuras se?eras y, en particular, a Carlos Quijano, que al fundar Marcha (1939) dio pie a una nueva forma period¨ªstica. Pero no deja bastante menci¨®n de s¨ª mismo, y har¨¢n falta otras plumas uruguayas para se?alar su calidad y altura como profesor de literatura, como conferenciante, como cr¨ªtico teatral, como encargado de la p¨¢gina literaria de la misma Marcha (1958-1968). Su carrera conocer¨ªa despu¨¦s otras, culturas, primero en Caracas, dirigiendo para la Biblioteca Ayacucho una enorme recopilaci¨®n latinoamericana, y despu¨¦s, en Estados Unidos, como profesor en las universidades de Maryland y Princeton, o como beneficiario de la beca Guggenheim.
"Comunista subversivo"
En 1982, la Universidad de Maryland pidi¨® que a Rama se le prolongara el permiso para residir en el pa¨ªs. El Servicio de Inmigraci¨®n y Naturalizaci¨®n (INS) deneg¨® despu¨¦s ese pedido, invocando una ley de 1952 y encuadrando a Rama como un comunista subversivo. Esto ya era una mala lectura de la ley, cuyo esp¨ªritu fue impedir el ingreso de terroristas, y no el de profesores de literatura, debidamente respaldados por sus universidades. Era adem¨¢s una mala interpretaci¨®n sobre Rama, porque miopes funcionarios norteamericanos calificaban de comunista a quien se hubiera acercado a la izquierda, incluso si nunca se le conoci¨® vinculaci¨®n con partido alguno y ni tampoco, incluso, hab¨ªa sostenido pol¨¦micas p¨²blicas contra criterios comunistas. En un sabroso resumen de sus predicamentos, el mismo Rama se?alar¨ªa despu¨¦s que de esa miop¨ªa ya hab¨ªan existido otras v¨ªctimas prestigiosas, como los intelectuales Carlos Fuentes, Leopoldo Zea y Guillermo Cabrera Infante. Y su resumen fue, adem¨¢s, publicado en ingl¨¦s ("Catch 28", en Index on Censorship, Londres, agosto de 1983), con lo que el Departamento de Estado pudo enterarse de sus propios errores. Pero sin explicaciones, sin juicio previo, sin escuchar siquiera al acusado, el rechazo se hizo oficial. Por eso Rama se traslad¨® a Par¨ªs y por eso se declar¨® harto de tal nudo kafkiano.
En diciembre de 1982, Ronald Reagan pas¨® por Colombia, y el nuevo presidente, Belisario Betancur, le se?al¨®, entre diversos desaires de Estados Unidos a Am¨¦rica Latina, el caso de Rama. A eso Reagan contest¨® (por ignorancia o por hipocres¨ªa): "En mi pa¨ªs no ocurren esas cosas". Ocurr¨ªan. Para diciembre de 1983 se anunci¨® en Colombia un congreso literario, al que Rama fue invitado y al que resolvi¨® no ir, por falta de tiempo entre sus muchos trabajos. Pero despu¨¦s decidi¨® que deb¨ªa agradecer a Betancur su in¨²til gesti¨®n de un a?o antes. Por eso subi¨® con su mujer, Marta Traba, a un avi¨®n colombiano que le llevar¨ªa a la muerte. Igual a su hermano Carlos, igual quiz¨¢ a muchos otros, su destino uruguayo era morir en el exilio.
Babelia
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