La escapada
Estoy tratando de escribir una columna alegre. Una columna en donde no aparezca el n¨²mero 7. Una columna sin morbosa delectaci¨®n en la fatalidad, sin malos presentimientos. Sin que la aureola de la muerte, que de repente se ha hecho cercana, copiosa, reiterada, me haga pensar en las muertes posibles, las muertes dolorosas de aquellos a quienes amo y a algunos de los cuales, irremisiblemente, sobrevivir¨¦.Por eso he decidido hablar de loter¨ªa, del gordo de Navidad. Es decir, de la huida. Voy a so?ar de aqu¨ª al 22 que me evado por una pasarela de billetes de banco hacia un mundo de belleza y de felicidad, en el que la muerte no ser¨ªa propia ni ajena y, en todo caso, podr¨ªa ser sometida por un pulm¨®n de acero, una pata de vis¨®n viudo o el chasquido de un beso de pel¨ªcula en el marco de un anochecer caribe?o.
En la boquita de pi?¨®n de los ni?os del colegio de San Ildefonso anida la posibilidad de que seamos libres; colgada de un car¨¢mbano de aliento suspendido entre dos bombos se encuentra la escapada sin fin, el mundo de quienes pueden abonarse a un siglo completo de tratamiento de gerovital, o a una cura de adelgazamiento en Marbella, o a una sesi¨®n de corte y confecci¨®n de pieles avejentadas en el Brasil del doctor Pitaguy.
En el grito de esas gargantas j¨®venes, simult¨¢neamente enviado a todos los rincones de la Pen¨ªnsula, de las islas, est¨¢ la impaciente llamada de Tarz¨¢n, que no quiere quedarse solo, que no quiere quedarse atr¨¢s, mientras el bienestar y la seguridad sigan teniendo un precio. Cond¨²ceme hasta el fin del mundo en un coche cama, amor, y cierra las ventanillas, porque no quiero contemplar la realidad de la que estoy huyendo.
De aqu¨ª al 22, cada almohada se empapa de proyectos, cada uno piensa que por qu¨¦ no, si al fin y al cabo todo es posible, hasta la mala suerte de quedarse atrapado en una discoteca, en un avi¨®n, en un miedo de los muchos que tenemos escondidos dentro del armario. Si todo eso puede ser verdad, por qu¨¦ no sonar¨¢ el bombo por mi estrella, por qu¨¦ no cantar¨¢n los ni?os el n¨²mero que tengo guardado en la cartera, por qu¨¦ no surgir¨¢ ese viaje continuo en el que ahora mismo me embarcar¨ªa para no seguir siendo parte y testigo.
Estoy tratando de escribir una columna alegre.
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