Yasir Arafat y sus 4.000 combatientes palestinos abandonan la ciudad libanesa de Tr¨ªpoli entre llantos y disparos al aire
Tres cuartos de hora de fren¨¦ticos disparos id aire y de gritos a favor de la revoluci¨®n palestina, mientras ondeaban en las bayonetas de los fusiles de asalto innumerables retratos de Yasir Arafat, no consiguieron acallar los llantos de los cientos de mujeres palestinas que, agolpadas en los muelles del puerto de Tr¨ªpoli, vieron zarpar poco antes de las tres de la tarde a los cinco barcos griegos, bajo pabell¨®n de las Naciones Unidas, que evacuaron ayer al l¨ªder de la resistencia y sus 4.000 fedayin leales.
Ni la eterna sonrisa de un Arafat que con su mano izquierda saludaba al embarcar en el transbordador Odysseus Elytis haciendo la uve de la victoria, ni los esl¨®ganes coreados hasta la afon¨ªa de "Abu Ammar (nombre de guerra de Arafat) es nuestro l¨ªder", ni la despedida de sus aliados libaneses, que le prometieron reencontrarse en Jerusal¨¦n, pudieron hacer olvidar la tristeza del acontecimiento que marca la p¨¦rdida de su ¨²ltimo reducto en tierra de L¨ªbano, el ¨²nico pa¨ªs ¨¢rabe donde la Organizaci¨®n para la Liberaci¨®n de Palestina (OLP) goz¨® de una amplia independencia.La jornada del martes 20 de diciembre, que cierra una nueva etapa de los 35 a?os de ¨¦xodo de pueblo palestino, empez¨® antes d que amaneciese, cuando, entre las cinco y las seis de la madrugada todos los inscritos en las listas -unos 4.000 combatientes y 1.000 civiles- se concentraron en los cinco puntos de encuentro, donde les fueron repartidos sus billete azules para Tunicia, Argelia, Yemen del Norte y Sud¨¢n.
Sentados en las aceras o encima de sus maletas, con sus mujeres e hijos somnolientos tumbados en el suelo, los fedayin y sus familias tuvieron que esperar a veces hasta nueve horas hasta que los camiones del Ej¨¦rcito liban¨¦s vinieron a recogerles para transportarles e caravana, escoltados por los jeeps de la gendarmer¨ªa libanesa, hasta el muelle n¨²mero tres. Contra este mismo muelle, el domingo y el lunes pasados, se ensa?¨® la artiller¨ªa de la Marina de guerra israel¨ª, que ayer de madrugada se alej¨® por fin de la costa.
Vigilancia francesa
All¨ª hab¨ªan atracado con gran destreza hacia las diez de la ma?ana el Santorini, el Naxos, el Virgina el Odysseus Elytis y el Ionian Glor, los cinco transbordadores griegos, mientras sus siete aviones de escolta franceses permanec¨ªan en el exterior del puerto vigilando de cerca a los cazabombarderos israel¨ªes Kfir, que durante toda la operaci¨®n sobrevolaron una y otra vez la ciudad, indiferentes a los disparos de las ¨²ltimas bater¨ªas antia¨¦reas que la OLP no hab¨ªa a¨²n entregado a las fuerzas. armadas libanesas.
De madrugada, horas antes de que echasen el ancla los buques griegos fletados, por la OLP, una peque?a embarcaci¨®n palestina hab¨ªa preparado el terreno lanzando cientos de granadas en las aguas del puerto para "hacer estallar las bombas de relojer¨ªa depositadas por la aviaci¨®n enemiga e impedir una eventual operaci¨®n ?le sabotaje por parte de los submarinistas israel¨ªes", seg¨²n explic¨® un miembro de la polic¨ªa palestina. Cientos de peces muertos por las explosiones flotaban en la superficie, y los pescadores tripolitanos se apresuraban a recogerlos en sus redes.
A pesar del caos inexplicable que reinaba en la zona portuaria, donde guerrilleros en armas, familiares en l¨¢grimas, gendarmes libaneses, tripulaciones griegas, vendedores ambulantes de caf¨¦ y bocadillos calientes y periodistas de todo el mundo se codeaban, el agregado militar franc¨¦s, teniente coronel Albert Boisel, se confesaba admirado por la rapidez con la que, en menos de cinco horas, embarcaron los palestinos, sus maletas repletas de electrodom¨¦sticos comprados en L¨ªbano a precios baratos, sus armas personales y 151 veh¨ªculos civiles.
Ni siquiera en la breve ceremonia de entrega simb¨®lica, ante el edificio semiderruido de la aduana libanesa, Arafat se dign¨® dirigirse a la Prensa y fue su principal lugarteniente, Abu Jihad, quien, en un arrebato de sinceridad, reconoci¨® en ¨¢rabe que sus hombres hab¨ªan "perdido una batalla, aunque no la guerra", y a?adi¨®, en tono grave: "En momentos como ¨¦ste nos damos de verdad cuenta de lo que significa no tener una patria a donde regresar".
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