Los 'cazarrecompensas' siembran el p¨¢nico en el sur de Francia
Los refugiados vascos adoptan medidas de autoprotecci¨®n ante la nueva ofensiva de 'guerra sucia'
La llegada de los cazarrecompensas de la extrema derecha ha puesto en m¨¢xima alerta a los refugiados vascos en el sur de Francia, que adoptan medidas de autoprotecci¨®n, incluida la identificaci¨®n en calles y bares de individuos a los que juzgan sospechosos. Mientras tanto, en las altas esferas del Partido Socialista Franc¨¦s (PSF) y del propio Gobierno empiezan a imponerse las tesis que establecen la necesidad de atajar la influencia que los refugiados vascos estar¨ªan ejerciendo en los c¨ªrculos nacionalistas vascofranceses.
No es que los dirigentes socialistas est¨¦n dispuestos a ceder ante la. presi¨®n espa?ola; ocurre que los informes policiales y los an¨¢lisis pol¨ªticos en manos del Gobierno franc¨¦s advierten cada vez con mayor insistencia de la posibilidad de que, en el plazo de cinco o seis a?os, Francia posea tambi¨¦n "su propio problema vasco".Los an¨¢lisis pol¨ªticos sostienen que los grupos nacionalistas vascofranceses est¨¢n "contagiados" de un modelo ideol¨®gico violento, visceral y sectario y que el espectro abertzale empieza a parecerse mucho al del otro lado de la frontera. "Tenemos ya nuestros movimientos de masas sectoriales, nuestro HB, nuestra ETA particular, Iparretarrak", comenta con preocupaci¨®n un miembro de la Administraci¨®n francesa que vaticina el aumento a corto plazo de la colaboraci¨®n entre ambos Gobiernos.
El cierre de los bares, que los refugiados vascos protagonizaron por vez primera la noche del martes, en Bayona, tras el asesinato de Ram¨®n O?aederra, no ha pasado inadvertido y es considerado significativo de la audacia de que hacen gala en estas semanas en las que se sienten acosados por las acciones de los mercenarios y por la presencia de la polic¨ªa espa?ola. La misma noche del pasado martes, un grupo de refugiados detuvo en un bar de Bayona y entreg¨® a la comisaria a cuatro j¨®venes espa?oles, al parecer estudiantes, que fueron despu¨¦s puestos en libertad.
Miedo en la noche
Los miedos se desatan preferentemente en escenarios nocturnos, cuando los franceses medios se amodorran ante la televisi¨®n, en la calle no hay casi tr¨¢fico y los bares acogen a los noct¨¢mbulos, a los que festejan un aniversario, a refugiados, y a alg¨²n cr¨¢pula. A esas horas, la estela sonora de un veh¨ªculo que circula a velocidad es interpretada conjunta y minuciosamente hasta que se pierde en la distancia, y las siluetas humanas que se confunden con la mancha oscura de un coche aparcado paralizan los pasos y aceleran el pulso de los refugiados que vuelven asus casas despu¨¦s de tomarse una cerveza. Algunos hacen guardia por las noches, con la escopeta a mano; otros han cambiado de casa y de recorridos; todos, eso s¨ª, inspeccionan cuidadosamente sus veh¨ªculos por la ma?ana antes de introducir la llave de contacto, una regla de oro descuidada por ArgaIa, Us¨²rbil y otros que murieron reventados por bombas con remite del Batall¨®n Vasco Espa?ol (BVE)."Todos los d¨ªas se habla de persecuciones, de coches raros y hasta de disparos, pero en parte son producto de la psicosis que vive la gente aqu¨ª", comenta un refugiado. "El otro d¨ªa, sin ir m¨¢s lejos, el tipo, que ven¨ªa delante m¨ªo por la carretera de la costa hacia Donibane (San Juan de Luz) se mosque¨® y se meti¨® acelerando, en plan pel¨ªcula, en el barrio de la entrada, haciendo unos virajes extra?os, peligrosos; todo porque como llevaba las luces muy bajas y llov¨ªa estuve sigui¨¦ndole de cerca un buen rato sin intentar adelantarlo. Yo creo", concluye, "que al margen de que est¨¦n pasando cosas muy gordas y se huela la presencia de la pasma espa?ola, el siroco, o sea el bebercio, le calienta tambi¨¦n la cabeza a m¨¢s de uno"."Si, el personal anda volado, a los importantes se les coloca se?oritas de compa?¨ªa y nadie sale solo por las noches, especialmente los milis, que siempre van en escuadrones y cuando se mosquean paran a la gente y le piden la docunientaci¨®n". Algo que se viene repitiendo estas ¨²ltimas semanas. Gente que entra en un bar, se siente el blanco de miradas agresivas, que procura disimular abstracci¨®n y cuando se dispone a dar el primer trago a la Pelphort Brune o al Ricard se le acercan y le rodean cuatro muchachos cubiertos por la vigilancia atenta de sus compa?eros. En estos segundos de zozobra, un "espa?ol sospechoso de serlo", farmac¨¦utico por m¨¢s se?as, simul¨® estar interesado en un cuadro de barcos de ¨¦poca, mientras luchaba por dominar los bombeos de un coraz¨®n forzado y se aprestaba a un encuentro que al final result¨® menos violento: "Oiga, ?nos ense?a el carn¨¦? Es que como anda la txakurrada por aqu¨ª... as¨ª nos quedamos tranquilos".
40 muertos
El BVE -sigla que al parecerha sido utilizada para reivindican acciones cometidas por distintosgrupos-, la Tripe A y ahora los GAL han matado en conjunto a unas 40 personas, 12 de ellas refugiadas, si incluimos a los desapa-recidos Lasa y Zabala. La biografia de los detenidos acusados de atentar contra los refugiados muestra el perfil de los asesinos de un encargo que cobran por v¨ªctima, cazarrecompensas ligados a organizaciones de extrema derecha como la OAS francesa, y siempre conectados con las cadenas internacionales de la Mafia.En parte, este es el expediente de Pedro S¨¢nchez, ex legionario franc¨¦s, presunto miembro de los GAL detenido a ra¨ªz del secuestro de Segundo Marey. Los miembros del BVE, Zabala e Iturbide, detenidos hace cuatro a?os y acusados de participar en el asesinato de siete personas, resultaron ser miembros de la extrema derecha y de sus declaraciones se desprende que formaron un grupo aut¨®nomo. La sospecha de que tras los - atentados a Agurtzane Arregui, Argala, Korta, Peru Larraflaga, Mart¨ªn Eizaguirre, Juan Lopategui, Justo Elizar¨¢n y Jos¨¦ Mar¨ªa Sagardia Us¨²rbil se encontraban grupos ligados a servicios de las fuerzas de seguridad del Estado ha persistido durante estos ¨²ltimos a?os. En el caso del bar Hendayais, la sospecha pareci¨® hacerse evidencia. Desde entonces, hay pocos franceses dispuestos a creerse que los servicios policiales espa?oles notienen absolutamente, nada que ver con estos atentados. Claro est¨¢ que hay tambi¨¦n muchos miles de personas que odian a ETA, entre ellos los familiares y amigos de esos cientos de asesinados, y tambi¨¦n, quiz¨¢, algunos empresarios que se han mostrado dispuestos a frenar "como sea" al terrorismo.Las reacciones de la poblaci¨®n ante la sucesi¨®n mec¨¢nica de hechos violentos y el goteo de v¨ªctimas preocupa cada vez m¨¢s en los ambientes pol¨ªticos vascos. Se afirma que la repetici¨®n de actos violentos agarrota los sentimientos y habit¨²a a la muerte ajena con
una frivolidad siniestra. "Hay que haberlo visto para darse cuenta", suelen repetir, horrorizados ante la contemplaci¨®n - de la muerte, los testigos directos de los atentados. Cuando por la ma?ana se moja el croissant en el caf¨¦ con leche, ."el muerto de cada d¨ªa" es la noticia que por repetida pierde su car¨¢c-ter, y esto, la p¨¦rdida de la capacidad de asombro ante lo que sigue siendo brutal, es algo que preocupa especialmente a todas aquellas personas que impulsan los movimientos pacifistas y las organizaciones de derechos humanos surgidas recientemente en el Pa¨ªs Vasco.
Aspirantes a comando informativo
Desgraciadamente, hay pruebas de que existen personas capaces de escupir a un cad¨¢ver y de acudir a uno de esos funerales de "tercera" que se celebran discretamente -cuando el muerto es tambi¨¦n de tercera y no merece la atenci¨®n de autoridades y partidos- y contar teatralmente a los asistentes, escasos, y luego gesticular aparentando agobios y aprie tos con aire festivo y jovial ante el resto de la cuadrilla de amigos, aspirantes a comando informativo.Lo escrib¨ªa recientemente un lector y colaborador de peri¨®dico "esos que gritan: 'ETA m¨¢talos o que no gritan, pero que asienten sin pesta?ear ante la matanza dolor de las familias o el miedo tantos vascos que se sienten amenazados, esos, al igual que los torturadores de uniforme, parecen vivir en paz con sus mujeres y hijos, acarician a los perros del vecindario y se alarman ante el peligro que representa una calle se?alizada o una epidemia de gripe que deja en cama a los compa?eros de la oficina".
De otro lado, unas fuerzas seguridad del Estado que han permanecido durante muchos a enfrentadas, no s¨®lo psicol¨®gicamente, a la poblaci¨®n vasca, tres testimonio de antiguos detenidos que reproducen sobre el pape cuarto de los electrodos, la hab ci¨®n de la tortura. Se repite la cena de un grupo de polic¨ªas apalea en el suelo a una persona indefensa, a menudo s¨®lo "supuesto manifestante", y siempre funcionario policial que confu una carta particular con un mensaje en clave terrorista y una relaci¨®n de temperaturas corporales con la serie de citas que mantendr¨ªa en las pr¨®ximas horas el coordinador m¨¢ximo de los comandos legales de ETA Militar. Controles rutinarios, en los se alinea a la gente durante bastante minutos, mirando al monte con las manos en alto, sin poder hablar y bajo el ca?¨®n de un su fusil en manos de un guardia que grita: "Esas manos m¨¢s altas".
Algunos pol¨ªticos afirman ETA Militar ha perdido su ideolog¨ªa y se ha convertido en un aparato sin una figura como la de Argala, capaz de reconvertir la violencia. Otros, entre ellos alg¨²n simpatizante de ETA, creen que ya hay soluci¨®n, que no hay posibilidad de acuerdo, que las cosas ido demasiado lejos Y que esto algo que muchos milis saben y embargo, nunca dar¨¢n su brazo a torcer. Se dir¨ªa, utilizando con sarcasmo una imagen c¨®mica del cine, que aqu¨ª se vuelve siniestra, que el terrorismo es en estos momentos una locomotora que arrastra muchos vagones que circula desbocada, dirigida por un maquinista que grita: "?M¨¢s madera, m¨¢s madera!"
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.